Príncipe Charles en Cuba: Entre el folclor y la política

Mojitos, guarapo, croquetas de frijoles negros, música, baile, bromas. Charles tuvo de todo un poco en su primera visita a Cuba. El príncipe británico no pudo haberse mostrado más relajado, divertido y afable. Los cuatro días que pasó en la isla, junto su esposa Camilla, la duquesa de Cornwall, tuvieron más tintes de un viaje romántico o de placer que una visita de Estado.

Príncipe Charles en Cuba: Entre el folclor y la política
El Príncipe Charles en el Salón Correo en La Habana Vieja, declinando un corte de cabello.

Mojitos, guarapo, croquetas de frijoles negros, música, baile, bromas. Charles tuvo de todo un poco en su primera visita a Cuba. El príncipe británico no pudo haberse mostrado más relajado, divertido y afable. Los cuatro días que pasó en la isla, junto su esposa Camilla, la duquesa de Cornwall, tuvieron más tintes de un viaje romántico o de placer que una visita de Estado.

La pareja real parece haber sucumbido a los encantos de la isla y su gente. Como los turistas que pasean por la hermosa parte de la Habana Vieja, llena de colores y música, el heredero de la corona británica y su esposa solo percibieron la imagen romántica, folclórica de una Cuba que solo existe en los folletos de compañías turísticas que venden a la isla como destino para vacacionar, o en los programas del gobierno comunista para visitantes de alto rango.

Charles y Camilla se perdieron la otra parte, la más representativa de Cuba, la verdadera Cuba y los avatares de su gente.

Lo que Charles se perdio o prefirió evitar

Hubiese sido muy revelador para Charles salirse de la agenda pactada y el protocolo y caminar un poco más allá de lo que se ha denominado el casco histórico de la Ciudad de La Habana, que no es más que esa parte de La Habana que ha sido restaurada manteniendo sus características centenarias y originales, y una de las razones por las cuales es considerada Patrimonio de La Humanidad por la UNESCO.

No tenía que moverse tan lejos como hacia los destartalados barrios de Diez de Octubre o el Cerro. No. Con solo salirse un poco del diámetro de recorrido propuesto por el gobierno cubano, allí, en el mismo corazón de la Habana Vieja, Charles hubiese podido palpar la miseria en la que viven la mayoría de los capitalinos, en solares al borde del derrumbe, en edificios declarados inhabitables, ahogados por la basura, el hambre, la insalubridad, la desesperanza; donde la mayoría de la gente no se puede dar el lujo de fumarse un Habano -el puro cubano que tanto adoran y disfrutan los británicos en la terraza del Hotel Nacional o al otro lado del Atlántico-, y en lugar de mojitos, piña coladas, o sencillamente Havana Club o agua ardiente, no les queda más opción que beber lo que los locales llaman “alcohol de bodega”.

Puede que Charles haya escuchado o leído sobre las calamidades de los cubanos de a pie, pero él no fue a Cuba a expresar ningún tipo de empatía con esta situación. Tampoco fue a abrazarse con Díaz-Canel o a encontrarse con amigos dentro de la teocracia comunista cubana.

La familia real, ni el gobierno que les pidió incluir a Cuba en este itinerario, abdican con los principios del comunismo, pero cuando se trata de explorar mercados y nuevas oportunidades de negocios, la realeza y el gobierno británicos estila hacerse el de la vista gorda e ignorar la crítica situación de los derechos humanos.

Por ello, nunca estuvo en los planes de sus altezas reunirse con grupos disidentes o de la oposición. Tampoco un encuentro con Raúl Castro, quien aún influye en la alta política de la isla al ser el máximo jefe del Partido Comunista y quien antes de pasarle el poder a Díaz-Canel se cercioró de que los puestos claves de la política y la economía sigan ocupados por círculos cercanos a él.

Una reunion con Raúl quizás hubiese sido demasiado para Charles, quien al mismo tiempo que mostrarse abierto y relajado ante las autoridades cubanas en su misión exploratoria, tiene que cuidar su imagen ante los ojos de aliados que han seguido esta visita con mucho recelo y suspicacia. El coqueteo es aceptable, pero tiene límites que de ser cruzados, podría irritar e incomodar al histórico aliado Estados Unidos, no importa cuán independiente ha sido la política de Londres hacia La Habana con respecto a Washington.

Dos encuentros en apenas cinco meses

El Reino Unido ve potencialidades de incrementar sus negocios y reforzar su relación económica con Cuba. Probablemente Cuba tuvo para los visitantes la mayor importancia dentro de su periplo real por el Caribe, si juzgamos por el tiempo gastado en la isla -cuatro días- que fue mayor que las estadías en los otros países en una gira que duró solo 13 días.

Entre los destinos seleccionados, Cuba es el único país que no pertenece a los territorios de ultramar de la Commonwealth, donde la reina Isabel II -madre de Charles- es regente.

Una nota que pone en evidencia a la Secretaría de Relaciones Británicas del Reino Unido detrás de las bambalinas del periplo real fue el envío del ministro británico de la Commonwealth, Lord Ahmad, a La Habana, con el objetivo de acompañar a Charles y representar al gobierno británico. Ello dice mucho de la importancia que Londres concedió a la visita.

En un periodo de apenas cinco meses, Charles ha sostenido dos encuentros con Díaz-Canel. El primero tuvo lugar en Clarence House -residencia oficial del príncipe en Londres- en noviembre pasado, cuando el gobernante cubano hizo escala en la capital británica en su regreso a La Habana después de una gira que lo llevó a países socios como Rusia, China y Corea del Norte -enemigos de diferente rango para Occidente.

Entonces trascendieron a la prensa británica los rumores de la visita que Charles planeaba hacer a Cuba, lo que quedó confirmado unos dos meses después con una declaración oficial de Clarence House ofreciendo la fecha del viaje y algunos detalles de lo que Charles y su esposa planeaba hacer en la isla.

Si el encuentro del pasado noviembre tuvo como objetivo discutir una fecha y preparativos, no era necesario que Díaz-Canel y Charles se vieran las caras y se estrecharan manos en Clarence House. Estos son asuntos que los organizadores de ambas partes podían haber discutido. Pero al parecer, hubo un interés diplomático por parte de Londres, de transmitir confianza y cordialidad al gobernante cubano.

La rudeza del oficialismo cubano

 Más allá de las bromas gastadas en su recorrido por las callejuelas del centro histórico de La Habana, o de sus comentarios sobre el mojito y algunas recetas de la cocina cubana, y de las visitas al Centro de Inmunología Molecular e instituciones culturales, la ofrenda floral a José Martí, o el recibimiento oficial ofrecido por Díaz-Canel, nada trascendió sobre lo que en concreto fue a buscar Charles a Cuba.

El gobierno cubano no ha dicho nada al respecto. El Ministerio de Relaciones Exteriores no publico una sola nota en su sitio web sobre la estancia de Charles en la isla, más allá de un escueto despacho anunciando la llegada la llegada del príncipe y su esposa.

Los dos periódicos de circulación nacional, Granma -órgano oficial del Partido Comunista de Cuba-, y Juventud Rebelde -vocero de la Unión de Jóvenes Comunistas-, solo publicaron breves y frías notas, desconociendo la importancia del acontecimiento, de acuerdo con las instrucciones del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista -censor y controlador de los medios en la isla- de no darle realce a los visitantes y la debida connotación a los hechos, como si las casas reales europeas fueran dadas a menudo a aceptar invitaciones oficiales del gobierno comunista.

Tampoco Clarence House u otra fuente oficial real británica se ha pronunciado sobre los reales propósitos de este viaje. Nada más allá de la inicial verborrea diplomática sobre resaltar “vínculos culturales e históricos”, como si ello ameritara el envío de príncipes por cuatro días a un país en el que ningún primer ministro británico ha puesto sus pies.

Que esperar?

Habrá que esperar para ver qué tipo de resultados puede dar la polémica visita de Charles a Cuba.

Aunque este viaje parece haber carecido de un carácter político -al menos públicamente, aún no sabemos lo que Charles le dijo a Díaz-Canel durante su encuentro privado-, y haber estado enfocado en lo comercial y financiero, el inmovilismo del régimen cubano al no querer emprender una sincera y verdadera apertura política y económica es la principal causa que ha frenado el desarrollo del país, así como la posibilidad de favorecerse al máximo de las propuestas de inversión y cooperación que vienen desde el exterior.

Despues de esta visita es presumible que se darán otros pasos para acercarse más a Cuba, tal y como ha empujado la llamada Iniciativa Cuba, que reúne a un gran grupo de empresas que abogan por mayores vínculos con La Habana.

No se descarta entonces la futura visita de algún alto ministro del gobierno británico. Ya en 2016 Philip Hammond, entonces secretario de Relaciones Exteriores, se convirtió en el primer canciller británico en visitar Cuba desde 1958. El titular llegó a La Habana pisándole los talones a Barack Obama, apenas un mes después de que el entonces presidente de Estados Unidos, decidiera ir a La Habana para recomponer las relaciones bilaterales congeladas desde 1959.

Hoy Hammond es la segunda figura del gobierno británico. Quizás debiera, anos despues, darse una vuelta por Cuba para comprobar que el gobierno comunista no ha cambiado para nada su terca y arbitraria postura, que la denominada apertura económica no avanza porque no hay una verdadera voluntad política, y que el tema de los derechos humanos, asunto tratado entonces con el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, sigue en la misma situación crítica.

Y aun así decidimos mandarle a un príncipe, puede que se cuestione.

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