Un regocijo personal, 10 años después…

Un regocijo personal, 10 años después…

A la memoria de Víctor Batista, cubano universal

Justamente un domingo de clausura de la Feria Internacional del Libro de Miami, hace hoy la friolera de 10 años, estaba cerrando un círculo de prolongados esfuerzos en mi carrera como periodista, profesor e investigador. Después de sobrepasar interminables obstáculos, entre los que no faltaron el perfeccionismo obsesivo y la autoexigencia de máxima actualización informativa, vio la luz Crónicas de la impaciencia. El periodismo de Alejo Carpentier, publicado por la Editorial Colibrí, en España.

El libro es la culminación de un largo empeño investigativo por conformar una biografía periodística de Alejo Carpentier (1904-1980) y validar el significado de su escritura dentro de la tradición del periodismo cubano y latinoamericano del siglo XX. Es decir, se trataba de reconstruir la imagen del escritor que hasta mediados de los años 50 fue reconocido esencialmente como periodista virtuoso, crítico de artes y musicólogo, no como el novelista y cuentista que hizo historia a partir de la publicación de Los pasos perdidos (1953).

Pasaron casi tres décadas desde que este estudio comenzó a fraguarse hasta el momento en que el libro se hizo realidad. Todavía a estas alturas me pregunto cómo pude lograrlo, con la certeza de que no sería posible repetir una tarea de tal magnitud, leyendo todo lo que publicó Carpentier en diarios y revistas cubanos desde los 17 años hasta el final de sus días.

Este libro, cuya edición original está agotada, me ha traído enormes e insospechadas alegrías desde lugares tan remotos como Paraguay, India y Nueva Zelanda, gracias a la devoción de los interesados en estudios hispanos que laboran alrededor del mundo. Pero, sobre todo, me ha dejado mucha satisfacción por parte de estudiosos cubanos que desde la isla me contactan para pedirme que les envié copias digitales del texto, con la generosidad de reconocerle valores y aportaciones.

Hay muchísimas personas a quienes debo agradecer sus estímulos y empujones (a veces a pura confrontación) para que de una vez pusiera el punto final a esta aventura intelectual que se concretó en una obra de 381 páginas. Dos de ellas, lamentablemente, ya no están, fallecidos ambos en este fatídico 2020.

En primer lugar, mi agradecimiento total al editor Víctor Batista Falla, cuya confianza, pasión y paciencia hicieron posible la publicación de este libro. Víctor, un mecenas de la literatura y las artes, un hombre inmenso, falleció a comienzos de este año durante su primer viaje de regreso a La Habana en 60 años, víctima del coronavirus.

También a la profesora Ana Cairo, que animó y condujo mi primera investigación acerca de Carpentier desde 1981, y siempre estuvo al tanto de lo que iba logrando en camino a mi tesis doctoral en España; Ana, un ejemplo de laboriosidad y rigor historiográfico, murió el pasado abril en La Habana.

Pero en el recordatorio de deudas tiene un especial lugar mi querida Araceli García-Carranza, bibliógrafa eminente a cargo de la Colección Alejo Carpentier de la Biblioteca Nacional “José Martí”, quien me asistió en mis empeños investigativos desde que empecé a rastrear la papelería de Carpentier en el verano de 1980. Araceli es un ejemplo inigualable de esmero, cordialidad, vocación de servicio, paciencia infinita, con una condición humana a prueba de cualquier extravío, sin que la distancia ni las turbulencias de circunstancias hayan hecho mella en nuestro cariño mutuo.

Me enorgullece poder decir que gracias a ellos y a otros grandes amigos entrañables que aún me toleran, 10 años después de ver la luz este libro lo volvería a publicar sin quitarle siquiera una sola de sus afirmaciones. Espero pronto poderles dar la noticia de una edición digital.

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