Re-Constitución y Revolución: ¿Por fin cuántos cubanos dijeron NO?

Re-Constitución y Revolución: ¿Por fin cuántos cubanos dijeron NO?

Votación de la Brigada de la Frontera, cerca de la Base Naval de Guantánamo. Foto: Jorge Luis Merencio

Por Miguel Fernández-Díaz

El tardocastrismo acaba de reconstituirse con aprobación de la mayoría electorera del pueblo de Cuba. Para nada importa que, como escribiera Reinaldo Arenas, sea “un pueblo amordazado y confinado, obligado a aplaudir mientras secretamente reniega”. El único pueblo que cuenta en política es aquel visible en las calles o las urnas.

Tampoco sirve para nada trompetear fraude en estas últimas si los trompetistas de la vecindad no presentan sus partituras ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos u otra instancia decente.

El desgaste del único partido en ejercicio dictatorial del poder es evidente cuatro décadas y piquito después de aprobarse la Constitución socialista (1976). Los resultados preliminares, al cierre del lunes 25 a las 3 de la tarde, indican que la esperanza estadística anda por 48 años más para que la fuerza del número en contra sobrepuje al poder constituido.

Electorado Votos No Nulos/Blanco Abstención
1976 5.717.266 5.602.973 5.473.534 54.070 75.369 114.293
2019 9.298.277 7.848.343 6.816.169 706.400 325.774 1.449.934

CubaData encuestó al trozo a 1,000 e infirió que en este referendo la contra sería mayoritaria (57.6%) con 41.6% de Yo No Voto y 16% de Yo Voto No. Sumemos las abstenciones cual si fueran votos propios, como hacía Fidel Castro, junto con los votos NO y nulos o en blanco.  Así, los contrarios subieron del 4.3 % (244.002) del electorado en 1976 al 26.7% (2.482.108) del electorado en 2019.

A ese ritmo de 22.4 puntos porcentuales en 43 años, la contra será mayoritaria en algún proceso electoral de 2067 más o menos.

Yo Voto No versus Yo No Voto

Precisemos cómo las campañas opositoras, encontradas en vez de unidas, influyeron sobre el referendo en comparación con el proceso electoral anterior. Aquí los votos en contra fueron las boletas dejadas en blanco o declaradas nulas por las mesas electorales, al tener en cuenta que estas últimas vienen actuando en contra de la Ley Electoral, que prescribe como “nulas las boletas en las que no pueda determinarse la voluntad del elector” (Artículo 114). Las mesas electorales, por el contrario, anulan incluso las boletas en que la voluntad del elector contra el gobierno es tan manifiesta como garabatear la boleta o escribir “Abajo la Dictadura”.

Votos en contra Abstenciones
Elecciones generales 2018 412.850 (5.6%) 1.240.098 (14.4%)
Referendo: Yo Voto No 1.032.174 (13.2%)
Referendo: Yo No Voto 1.449.934 (15.6%)

Así tenemos que Yo No Voto subió 1.2 puntos porcentuales entre los electores registrados, mientras que Yo Voto No subió 7.6 puntos porcentuales entre los votantes. Por lo demás, el embullo con la abstención millonaria en Cuba vale tanto como el consolador del voto popular en Estados Unidos: son números irrelevantes para el juego político. Peor aún: el abstencionismo ya sólo consolida el statu quo como explica toda sociología política seria, como ha  explicado Albert Otto Hirschman.

Quienes ni siquiera salen a votar en contra no saldrán en masa a la calle ni mucho menos se alzarán en la Sierra o pasarán a la clandestinidad en el Llano. Al margen de estas opciones y sin votar, la contra queda condenada a seguir mareada en ese círculo vicioso de oposición pacífica-represión política que, por décadas y más décadas, da vueltas y más vueltas sin encontrar otra salida que el consuelo galileano de Eppur si muove.

Votar era la mejor opción opositora

Aunque las maldades de la Re-Constitución superaban en número a sus artículos y no había que estar inventando, por ejemplo, que “el habeas corpus desapareció” en el paso del anteproyecto al proyecto, ya que sólo fue trasladado del artículo 50 de aquel al 96 de éste, la gente optó por seguir tirando con el último grito de la moda tardocastrista antes que correr el riesgo de perder güiro laboral, calabaza social y miel individual por darse constitución como Dios Demos manda.

Ahora todo clamor de fraude a través de medios y foros es falacia de concreción fuera de lugar si no hubo tángana oportuna durante el escrutinio. Hasta la Comisión Electoral Nacional (CEN) había puntualizado que “cuando llega el momento de cerrar el colegio electoral a las 6:00 pm, se hace el escrutinio en presencia de todos los vecinos que se encuentran en el lugar y son esos electores los que dan fe”.

El deber cívico de todo opositor era entonces ir a votar NO y estar presente en el escrutinio para dar tángana decente cada vez que detectara una boleta NO contada como SÍ. Esta pauta racional se cae de la mata nada más que leyendo la Ley Electoral, que concede a los electores el derecho a “presenciar los escrutinios” en el colegio electoral correspondiente (Artículo 4.d), los cuales se realizan “tan pronto termine la votación” (Artículo 44) y son “públicos”, esto es: “pueden estar presentes [los] ciudadanos que lo deseen” (Artículo 112).

Esa era la única posibilidad de control popular. Y si había que estar presente en el escrutinio, ¿por qué no votar primero en contra del gobierno, en vez de no ir a votar, montar huelgas de hambre a sabiendas de que no llegan a nada, pedir auxilio a Trump e incluso propagar fake news en la blogósfera kubizhe?

Fake news ejemplar

Una de ellas mostró la supina ignorancia con que se abordó “el referendo constitucional en el exterior sólo para funcionarios” para tacharlo de violar “la Ley Electoral vigente, [que] afirma que todos los ciudadanos cubanos tienen derecho a votar.” Por el contrario, esa ley prescribe bien clarito que, para tener derecho a votar, el ciudadano tiene que ser residente permanente en Cuba al menos dos años antes de las elecciones y estar inscripto tanto en el Registro de Electores del Municipio como en la lista de una de las circunscripciones electorales ordinarias (lugar del domicilio) o especiales (Art. 6.b). Estas últimas se crean en unidades militares, internados escolares y los lugares donde por razón de su trabajo, como los funcionarios y demás misioneros cubanos en el exterior, los electores permanecen fuera de sus domicilios durante tiempo prolongado (Artículo 12).

Tan sólo los opositores presentes en el escrutinio podían y debían haber reaccionado ipso facto contra el conteo fraudulento de boletas. CubaDemanda recomendó con insistencia esta guía para la acción, pero muchos no escucharon y algunos lucubraron hasta excusas del calibre irracional de que “la ausencia física de votantes es más difícil de camuflar”, como si la CEN no pudiera dar las cifras que le venga en ganas.

Exponerse a la represión por tángana decente contra el fraude electoral tiene más salsita opositora que hacerlo por sacar un cartel o gritar contra la dictadura en alguna esquina, máxime si puede subirse la parada llevando todo incidente de represión a los tribunales, ya sea como ilícito electoral por infracción de las disposiciones de la propia CEN o incluso como delito de coacción, por haberse reprimido algo que la ley autoriza.

¿Que los tribunales se habrían defecado y defecarán siempre en tales denuncias? Sí, pero de este modo los fraudes quedan registrados por escrito como cuestiones judiciales, en vez de como dimes y diretes ex post facto en foros y circuitos mediáticos. Así hubieran servido platos con mucho mejor sabor en el festín de la opinión pública internacional. Ahora tendremos que comernos con papas rancias la Re-Constitución y la Revolución hasta que se seque la ilusión.

Tiranía de los números

La Re-Constitución declara que el pueblo de Cuba se identifica “con los postulados expuestos en el concepto de Revolución, expresado por nuestro Comandante en Jefe”. Fidel Castro se apeó con este farragoso concepto el 1ro de mayo del 2000. Todavía en la consulta popular dizque salieron “más de mil 200 propuestas” para incluirlo íntegro en la Re-Constitución. Por suerte quedó apenas mencionado en el preámbulo.

La Re-Constitución empalma este concepto con el comunismo y el socialismo en calidad de convicción del pueblo cubano de que sólo en ellos “el ser humano alcanza su dignidad plena”. Y “la fuerza política dirigente superior”, aceptada de nuevo en referendo por eso que llaman pueblo de Cuba, seguirá encargándose de organizar y orientar “la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista” (Artículo 5).

Al morir en su lecho de enfermo, Fidel Castro no sólo dejó a Cuba hecha leña, sino también políticamente pervertida, con oposición cívica o pacífica infiltrada hasta los tuétanos y siempre dividida, incluso rocambolescamente, como eso de Yo Voto No/Yo No Voto. Además, quienes viajan a la Isla de Cuba pintoresca con ínfulas de ayudar suelen correr la suerte de aquellos que incursionaron en Santa Clara, por cuenta de la USAID, para empezar escuchando chistes de la contra en El Mejunje y acabar echando maldiciones contra los Castros en Villa Marista.

Y entretanto no acaba de suceder masivamente nada de aquello que Heberto Padilla estimó razonable “para escribir en el álbum de un tirano” (Fuera del juego, 1968). Ni los vacilantes saben qué no quieren, ni los gagos y mudos descubren su voz fuerte, ni los apabullados dejan de ponerse de pie al paso de la Re-Constitución ni dejan de marchar al compás de la Revolución.

El tardocastrismo acabará feneciendo, pero no como consecuencia del presente opositor, sino del futuro aburrimiento. A Cuba le tocó perder. Otra vez y sin remedio a la vista.

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