La penetración cubana en México: Memorias de un secuestro

La periodista mexicana Carmen Lira Saade, condecorada por el presidente de la UPEC, Tubal Páez, en La Habana, en el 2011. Foto: Cubadebate.
Por Pedro Aníbal Riera Escalante*
La decisión de secuestrarme en plena corazón de la Ciudad de México y montarme en un avión de regreso a La Habana, el 4 de octubre del 2000, fue fraguada por la Inteligencia Cubana (Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior), después de ser autorizada por Fidel Castro.
Tras el visto bueno de Castro, se cursaron instrucciones para su ejecución a Lázaro Matías Caicedo, jefe del Centro Legal en México, utilizando como vía principal al ex secretario de gobernación Fernando Gutiérrez Barrios, y a José Luis Valles, director de Contrainteligencia del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), el aparato de inteligencia mexicano.
El vínculo de José Luis Valles López viene de la época que integró la “Brigada Blanca”, grupo policíaco militar dirigido a la represión política mediante asesinatos extrajudiciales en México de 1975 a 1983. Trabajó luego con Jorge Carpizo cuando éste fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, procurador General de la República y presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Valles resulta, sin dudas, un personaje tenebroso. En la pasada década, él y su esposa fungieron como agentes encubiertos en Chiapas y más tarde lograron infiltrar el ala democrática del EPR en Guerrero y Oaxaca. Asimismo, estuvo involucrado en un escándalo de narcotráfico en el estado de Hidalgo, lo que implicó la baja de funcionarios de la delegación del CISEN en ese territorio.

Fernando Gutiérrez Barrios, un amigo incondicional de Fidel Castro.
Gutiérrez Barrios era el Jefe de la Dirección Federal de Seguridad en 1968, cuando el gobierno mexicano ordenó la matanza de estudiantes en la Plaza Tlatelolco. Fue un patriarca del Partido Revolucionario Institucional (PRI) hasta su muerte, ocurrida apenas días después de mi secuestro.
Van a cumplirse 12 años de aquel violento incidente en el restaurante Sanborns de avenida Cuauhtémoc, en la colonia Roma, donde irrumpieron seis hombres armados, vestidos de civil, para arrestarme y enviarme a Cuba. Fue un hecho que le dio un vuelco dramático a mi vida y que aún sigue pesando en mi memoria. Quedan muchos cabos sueltos por dilucidar, pero a la luz de las pistas y los datos que he podido anudar en estos años, puedo asegurar con certeza que la operación fue realizada de manera mafiosa por un grupo de poder estrechamente vinculado al CISEN.
Detrás estaba la siniestra influencia de Gutiérrez Barrios.
De haberme dicho la verdad Pedro Tamayo, secretario particular de la canciller Rosario Green, le envió comunicación cifrada de mi solicitud de asilo en México. Ella se encontraba junto al presidente Ernesto Zedillo en la Asamblea General de Naciones Unidas. De cualquier manera, Carlos de Icaza, subsecretario de Relaciones Exteriores con quien me entrevisté, actuó a nombre de la canciller. De Icaza decidió ponerme en contacto con la Secretaría de Gobernación, lo que dio lugar a mi entrevista con Valles, quien se presentó como Director de Área Política de Gobernación.
En la actualidad De Icaza es embajador de México en Francia y persiste en sus posiciones violatorias de los derechos humanos. Ha tenido conflictos con el gobierno francés por su defensa a ultranza de la sanción a la joven Florence Cassez, prisionera en México. El pasado año se desató un conflicto diplomático cuando el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, manifestó que un evento cultural en París sería dedicado Cassez, condenada en México por el delito de secuestro, lo que provocó que México cancelara su participación.
Incondicional de Fidel Castro
Gutiérrez Barrios fue un incondicional colaborador de Fidel Castro desde la década de los cincuenta. La palabra empeñada, libro de Heberto Norman Acosta, investigador de la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado de Cuba, prueba cómo Gutiérrez Barrios le sirvió a Castro como agente de contrainteligencia para descubrir la traición de Rafael del Pino, expedicionario del yate Granma, en noviembre de 1956.
La semana antes de la partida en el yate Granma, el Movimiento 26 de Julio en México afrontó serias dificultades por la incautación de dos importantes lotes de armas y el arresto de varios combatientes por agentes de la Dirección Federal de Seguridad de México.
Castro logró comunicarse con el capitán Gutiérrez Barrios, jefe de control de la Dirección Federal de Seguridad, quien le confirmó la traición y le dio todos los detalles que originaron ambos operativos. Por entonces, Gutiérrez Barrios residía en la calle Teziutlán 30, esquina a Caxpa, en el barrio de San Lucas, Coyoacán, y Castro lo visitó en su casa. Toda la información se la proporcionó a Castro en una conversación, caminando por la calle. Le comentó que la Federal estaba golpeando demasiado al Movimiento 26 de Julio y que aquello no podía ser casual, pues la información era demasiado precisa.

Embajador Carlos de Icaza.
Fue Gutiérrez Barrios quien sugirió la idea de la delación de algún colaborador cercano de Castro que le estaba dando información a la embajada cubana y así llegaba a la policía de Gobernación.
De esta relación entre Castro y Gutiérrez Barrios habrá que explicarse después muchos de los acontecimientos políticos -y también muchos silencios mutuos- en los años siguientes.
Durante mi estancia como cónsul y oficial de inteligencia especializado en las operaciones contra la Agencia Central de Inteligencia en México, sostuve, entre otros, dos contactos con Gutiérrez Barrios, uno directo y otro a través de su ayudante principal, el argentino Abal Medina. El primero fue en 1988, cuando viajó a México Natacha Díaz Argüelles, el embajador José Fernández de Cossío me encomendó que la acompañara a Veracruz en unión de mi esposa, Marta Bosch.
Debido a la sobrecarga de trabajo por ser Jefe de la Sección Consular, miembro del consejo de dirección de la Embajada y oficial a cargo del trabajo contra la CIA, regularmente nunca me encomendaban tareas extras de atender a funcionarios cubanos, por lo que me sorprendió esta misión. Lo comuniqué al Jefe de Centro y partimos para Veracruz. Allí visitamos al cónsul cubano y almorzamos en un barco cubano. Al regresar del almuerzo y cuando nos disponíamos a regresar a Ciudad México, Natacha me consultó hacer una llamada telefónica a Méndez de la Luz, hombre de confianza de Gutiérrez Barrios, quien era gobernador en Veracruz.
Grande fue mi sorpresa cuando Natacha me dijo que el Gobernador quería recibirnos horas después. A la hora indicada acudimos a la sede del Gobernador del Estado. Recuerdo que había en la puerta dos soldados armados hasta los dientes y nos pasaron con la secretaria de Gutiérrez Barrios para tomarnos nuestros datos personales, que pasaron directamente a su computadora. Con tan amplia experiencia policial, Gutiérrez Barrios no descuidaba un instante para acumular información que algún día le pudiera servir.
Pasamos entonces a ver a Don Fernando. Nos recibió con mucha afabilidad e invitó a sentarnos. Lo primero que hizo fue reprocharle a Natacha no haberle avisado que iba a viajar a Veracruz, pues hubiera enviado un helicóptero a buscarnos, Natacha le trasmitió saludos de su esposo, el entonces Ministro del Interior, José Abrantes.
La conversación fue breve. Nos dedicó dos libros con información sobre el Estado de Veracruz; uno se lo dio a Natacha para Abrantes y otro a mí.
Nos preguntó seguidamente cuándo regresábamos a Ciudad México. Cuando le dije que esa misma noche, argumentó que era una carretera muy peligrosa para viajar de noche y sugirió que nos quedáramos hasta el día siguiente. La invitación corrió por el gobernador y nos llevaron a dos suites en el mejor hotel de Veracruz. Al día siguiente partimos hacia Ciudad México.
Una mansión segura
La segunda ocasión fue en 1999, durante la I Cumbre Iberoamericana en Guadalajara. El embajador cubano me puso en contacto con Abal Medina, el ayudante principal de Gutiérrez Barrios. Para esa fecha Gutiérrez Barrios era el Secretario de Gobernación de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. El contacto me permitió comunicarme con un importante empresario y político del PRI en Guadalajara, quien puso a nuestra disposición su mansión como hospedaje de reserva para Fidel Castro si por algún motivo quería irse del hotel donde estarían los presidentes invitados.

Alejandro Alegre Rabiela, jefe del CISEN en el 2000.
Los asuntos delicados sobre temas de inteligencia no se trataban por los canales oficiales establecidos, sino de modo oficioso con los contactos de máxima confianza en el gobierno mexicano como Gutiérrez Barrios. El Jefe del CISEN en octubre del 2000 era Alejandro Alegre Rabiela, quien ocupó el cargo hasta diciembre del 2000.
Eso explica que el CISEN decidiera llevar a cabo la operación sin tomar en cuenta al presidente Zedillo ni a la canciller Green. Sergio Aguayo, experto en relaciones internacionales y ex presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, reveló entonces que Green llegó a comentarle por teléfono que “el hecho la había enfermado de rabia y disgusto”. La cadena de complicidades involucró a Gutiérrez Barrios, De Icaza, subsecretario para América Latina y Asia-Pacífico de la Secretaría de Relaciones Exteriores; Diódoro Carrasco, Secretario de Gobernación; Alejandro Alegre, director del CISEN; y finalmente a José Luis Valles, jefe de Contrainteligencia del CISEN bajo las órdenes directas de Alegre.
El ya fallecido Adolfo Aguilar Zínser, coordinador de Asuntos Internacionales del equipo de transición de Vicente Fox, confesó a un diplomático que la Secretaría de Gobernación le comunicó que en mi caso ya existía un operativo para localizarme y deportarme.
Un encuentro peligroso
Mis contactos con el CISEN para tramitar la solicitud de asilo político vinieron por vía de Icaza, quien me facilitó el encuentro con Valles. La primera reunión sostenida con Valles fue a comienzos de septiembre del 2000. Mientras, el periodista Edelmiro Castellanos, miembro del Comité de Apoyo a Migrantes Cubanos en México, gestionaba el apoyo de organismos internacionales.
Fue entonces cuando surgió la iniciativa de reunirme en un par de ocasiones con los periodistas Julia Preston y Tim Weiner, para acordar la estructura de una entrevista que iría directa a las ocho columnas y a la primera plana de The New York Times y el diario mexicano Reforma.
La entrevista con el Times tendría ejes importantes, como la metodología de enfrentamiento y penetración de la CIA, y las acciones concretas en diferentes partes del mundo; anécdotas; algunos nombres, y acciones de la inteligencia cubana en Estados Unidos. Sin embargo, no tenía ninguna intención de revelar públicamente nombres de personas o hechos que pudieran lesionar los intereses del gobierno mexicano. Así se lo hice saber siempre a las autoridades del CISEN. En la primera entrevista con el señor Valles, le di a entender que tenía informaciones importantes para ellos de las operaciones de la inteligencia cubana en México, le mencioné incluso el control de la inteligencia cubana sobre el periódico La Jornada a través de su directora, Carmen Lira Saade.
Inexplicablemente e incumpliendo sus responsabilidades de defender a México de acciones de una inteligencia extranjera que manipule asuntos de su política interna, Valles, actuó como si fuera un agente de la inteligencia cubana. No mostró el más mínimo interés en estos temas. Contradictoriamente, su mayor preocupación era que le dijera cómo y con qué nombre había entrado a México, lo cual me negué a responderle. Y le recordé que conforme a la Ley de Población de México si alguien es perseguido político y solicita asilo, la forma en que entró puede eximirse de responsabilidad penal, si violó alguna ley mexicana. Su trato fue hostil hacia mí, y no como debía haber sido si era un profesional que debía buscar información de interés para su gobierno, sobre lo cual no hizo ninguna pregunta.
El 3 de octubre, me encontré por tercera vez con los reporteros de The New York Times en el Hotel Parque Ensenada, de la avenida Álvaro Obregón, para afinar los detalles de la entrevista. Al salir de la reunión, Castellanos y yo nos dirigimos a la última cita Valles, en el restaurante Sanborns de avenida Cuauhtémoc, en la colonia Roma.
Valles vino con un fuerte operativo de seguridad. Estaban tomados los accesos al restaurante y observé cuatro hombres en un coche en una esquina, uno adentro y los del van que eran siete. En la conversación participó una mujer a quien identificó como su “analista” y su ayudante-escolta, que se mantuvo aparte. El Director de Contrainteligencia, me manifestó que ya estaba autorizado mi asilo, lo cual me extrañó pues no me pidió foto ni había llenado ninguna planilla.
Secuestro en marcha
A las 6:15 p.m. salimos de Sanborns. Nos cruzamos con el ayudante de Valles que apenas alcanzó a decirnos un “¡Cuídense, cuídense!”.
Seis hombres aparecieron y me cortaron el paso. La operación del secuestro estaba en marcha.
Uno de los asaltantes interceptó y encañonó a Castellanos mientras me metían a la fuerza en una camioneta. Cuando regresó al Sanborns a decirle a Valles que me habían capturado, el funcionario aparentó sentirse sorprendido y sugirió que debían haber sido “ellos, los cubanos”. “Deben haber sido ellos, los cubanos”, dijo.
Una vez que me subieron a la fuerza al van sin ventanillas, me hicieron sentar en el suelo, de cada lado esta un agente de la seguridad mexicana agarrándome por los brazos, si mal no recuerdo eran cinco en la parte de atrás del van, y dos en la parte delantera sentados junto al chofer.
Frente a mí, de cuclillas, iba un agente al que identifiqué como jefe del operativo. Conocía como actuaba la policía mexicana, las torturas que suelen aplicar en sus interrogatorios, así como el trato inhumano y degradante que aplicaron a cubanos que detenían por otros motivos, hechos de los cuales había tenido conocimiento por mi trabajo de Cónsul. Alrededor del 1981 dos oficiales de inteligencia cubanos habían sido secuestrados cuando contactaban clandestinamente con un agente infiltrado en organizaciones anticastristas. Un maletín con un dispositivo de destrucción de documentos se había disparado accidentalmente y había comenzado a echar humo, cerca de un lugar donde hablaría el presidente mexicano Miguel de la Madrid. Fueron detenidos violentamente los metieron en unos sacos y le dieron unas cuantas patadas, teniéndolos detenidos unas 24 o 48 horas, hasta que el Jefe de Centro se reunió con el entonces Jefe de la Seguridad Mexicana para obtener su liberación.
Versiones contradictorias
Mi primer objetivo en el van era determinar quienes eran los secuestradores y hacia donde me llevaban y cerciorarme de que ellos supieran quien yo era para que no hubiera confusiones. Antes que eso tenía que buscar la manera de aflojar la tensión e impedir cualquier maltrato o golpe que les sirviera de pretexto para eliminarme o alegar que había querido huir y me dispararan. El primer problema que tenía era que los dos tipos que estaban sentados a mi lado me estaban apretando por los dos antebrazos.
Me dirigí al que estaba de cuclillas frente a mí, que imaginé era el jefe -después comprobé que sí- y le dije: Si usted es el Jefe dígale a sus subordinados que me suelten los brazos que yo no voy a escapar, ni hay ninguna manera de hacerlo desde este van cerrado. El jefe accedió y me soltaron. De ahí pase a explicarle que yo había sido durante 5 años y medio Cónsul en México, y que estaba en una entrevista con un funcionario de Gobernación y había pedido asilo político y que me habían dicho que me lo iban a dar, que no entendía que estaba pasando y les pregunté que adónde me llevaban. Me respondió que ya cuando llegara al lugar sabría para donde me llevaban. Finalmente llegamos a la Estación Migratoria “Las Agujas”. Al llegar me tomó una declaración el Jefe, un individuo conocido como “El Mayor”, según supe después.
La versión oficial sostenía que fui detenido por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), interrogado sobre la forma en que ingresó al país esa misma noche -según constó en el acta 4212 del INM-, y deportado tras no acreditar su legal estancia en territorio mexicano. Las contradicciones caerían después.
En el Juzgado 5to. de Distrito se hizo saber al Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez” (PRODH) que en la estación migratoria de la Secretaría de Gobernación constaba, por razón actuarial, que Pedro Riera Escalante había sido deportado a las seis de la mañana del 4 de octubre, en el vuelo 321 de Mexicana de Aviación, en tanto que Jesús Jiménez, vocero del INM, declararía que la salida se había dado cinco horas y media después, a las 11:30. Rafael Álvarez, del PRODH, señalaría que nunca hubo reportes de que el ex cónsul estuviera en Cuba.
Y más aún. Primero, según The New York Times, la oficina de prensa de la Secretaría de Gobernación dio a conocer que Valles no trabajaba en la dependencia desde febrero de 2000. Luego, sólo unos días después, Alejandro Alegre, reconocería que Valles, responsable del área de contrainteligencia del Centro, había sostenido varias entrevistas conmigo, aunque el objetivo fue verificar si en realidad formaba parte de los servicios de inteligencia del gobierno cubano.
La misión de la agente Lina
No obstante, una versión da cuenta del período en que permanecí desaparecido. Según dos fuentes de la Secretaría de Gobernación, fui retenido en México por autoridades del CISEN y llevado, en principio, al hotel Mayab, en el centro de la ciudad, donde se me aseguró por cinco días. Finalmente, fue trasladado a las instalaciones del Centro, donde habría permanecido hasta ser enviado a Cuba, no en un vuelo comercial de Mexicana, sino en un avión del CISEN.
Inmediatamente después de mi arresto, Cuba apeló a una pieza clave en México: la agente de influencia Carmen Lira Saade, directora del periódico La Jornada desde hace 15 años. Carmen Lira fue utilizada por la Inteligencia cubana para difundir la versión de que yo fui enviado a México para una operación de desinformación a la CIA. El pseudónimo con el que bauticé a Carmen Lira, como agente de la Inteligencia cubana fue el de “Lina”. Su reclutamiento fue propuesto y dirigido por mí. La habíamos estudiado a través de la Agente de Juego Operativo, o agente doble, “Amalia”, quien cumplía para la inteligencia cubana su misión de agente de la CIA, y como tareas extras obtenía información política sobre México y caracterizaba personas de interés. Estas últimas misiones, entre ellas el estudio de Lina, sin informarlas a la CIA, por supuesto.
Carmen Lira ha sido durante varios años un instrumento fundamental en la propaganda e influencia de Castro en México. Su actividad es fijada por el Departamento de Medidas Activas de la Inteligencia Cubana. No es gratuito que La Jornada sea donde se publican las reflexiones de Castro y la publicación, así como su corresponsal en Estados Unidos, sean citados continuamente en la Mesa Redonda de la televisión cubana.
En agosto del 2010, Carmen Lira fue escogida para la primera entrevista concedida por Castro a un medio internacional luego de su retiro por enfermedad, y calificada por ella como “un largo sueño hecho realidad”. El pasado año, recibió la Distinción “Félix Elmuza” que otorga la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) durante una ceremonia en el Palacio de los Capitales Generales, en La Habana.
Así fue como hicieron creer a Valles la versión de que yo había sido enviado por la Inteligencia cubana a México. Ambas líneas coincidían en el objetivo de desinformación que siguió Cuba para desacreditarme ante la CIA mediante operaciones de medidas activas.
Esa fue también la única noticia que el interrogador en Villa Marista me dio a leer durante mis 126 días de arresto en la sede de la Seguridad del Estado, aislado del mundo exterior. Recuerdo que al leerla me sonreí y le dije al interrogador que era una clara operación de medidas activas. El objetivo de mostrármela fue tratar de desmoralizarme y hacerme creer que no tenía ningún respaldo internacional y que mi secuestro no había tenido ninguna repercusión en la prensa.
* Ex cónsul cubano en México (1986-1991), con grados de mayor de la Inteligencia. Fue separado de la Dirección General de Inteligencia por motivos políticos en 1992, tras 25 años de servicio. Logró salir de Cuba con identidad falsa. Secuestrado y retornado a Cuba en el 2000, fue condenado a cinco años de cárcel. Reside en España desde diciembre del 2011 y tiene en preparación un libro testimonial sobre su experiencia como agente designado a penetrar la CIA desde México.
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