La guayaba de cartón: redención de las fresas cubanas

“Al parecer, mis hijas tendrán la oportunidad algún día de saber lo que es un marañón, un canistel, un caimito o una de esas frutas casi extinguidas en este país tropical”,  relataba un cronista oficial, esperanzado en que las nuevas generaciones de cubanos vuelvan a paladear sabores criollos que degustaban sus abuelos.


La búsqueda de las frutas perdidas -cuyos árboles fueron arrasados a lo largo de la isla por un nefasto plan revolucionario- se ha convertido en proyecto del Instituto de Fruticultura Tropical de La Habana.

Hay que recordar que la magnitud del desastre obligó a Cuba a importar masa de coco desde Sri Lanka y guayaba desde Brasil para mantener funcionando a La Conchita. Sólo en el 2006 se compraron 395 toneladas de pulpa de guayaba a Brasil para posibilitar la producción de emblemática fábrica de frutas en conserva.

Pero los dirigentes cubanos no pierden la capacidad de soñar. Aún no se ha reestablecido la producción nacional de frutas autóctonas y ya se anuncian planes altisonantes para impulsar el cultivo de la fresa.

Ya se sabe lo que ha sido la producción de fresas, cerezas, uvas y otras variedades exóticas en el campo cubano desde los años 60. Puro voluntarismo con ruido añadido de diminutas guaguas Skoda usadas en los campos de Banao, en el centro de la isla.

No obstante, habrá una segunda oportunidad para la fresa en el país donde también se prometió cosechar mejores melocotones que en Georgia y fabricar quesos tan buenos como los de Suiza.

Las fresas ganan su espacio en Cuba

LUIS UBEDA, Opciones

Se cultivan sobre todo por su uso en gastronomía. Están indicadas en regímenes dietéticos, dada su escasa concentración de glúcidos. Se consumen solas o mezcladas con azúcar, vino y nata; en helados, mermeladas y también son muy apreciadas en repostería para elaborar dulces, pasteles y tartas; su color rojo vivo da un toque decorativo especial.

Tal vez muchos coterráneos desconocen que, desde el pasado siglo, las fresas ganaron su espacio en esta Isla larga y estrecha, en especial en Ceballos, Ciego de Ávila, o en el habanero Artemisa, aunque parezca un hecho casi improbable debido a las condiciones de nuestro clima.

En el primero, por ejemplo, hay sembradas cinco hectáreas destinadas a la comercialización en los polos turísticos en calidad de fruta fresca o materia prima para diferentes elaboraciones, a partir de variedades adaptables al clima cubano como la Misionaria o fresa criolla, la Chandler Oso Grande y la Rabunda, que deben garantizar la obtención de los brotes necesarios para desarrollar los cultivos del fruto, cotizado en el mercado europeo a 2,40 euros el kilogramo.

“La fresa se introdujo por primera vez en el archipiélago en 1965 por iniciativa del líder de la Revolución cubana Fidel Castro. En aquella época comenzamos a cosecharla en Banao, en la provincia de Sancti Spíritus -que posee un microclima ideal para este cultivo- y luego se extendió a La Habana. Las producciones se destinaban a la industria láctea. Ahora hemos retomado ese empeño por sembrar la fresa, cuyos resultados ya se han probado”.

La guayaba completa aquí.

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