A la luz de la historia: El misterio de la excomunión de Fidel Castro
Todavía anda en coplas que Fidel Castro fue excomulgado por Juan XXIII tras la expulsión de 136 sacerdores de Cuba, en 1961, pero la verdad es que el llamado Papa Bueno jamás tomó semejante decisión.

Por Arnaldo Miguel Fernández
La ascensión por primera vez al papado de un cardenal estadounidense, Robert Francis Prevost, como Leo XIV, ha reciclado entre los mentideros del exilio cubano y algunos vocingleros de la radio de Miami la noticia histórica de que el Papa Juan XXIII, canonizado por orden de Francisco el 27 de abril de 2014, excomulgó a Fidel Castro el 3 de enero de 1962.
No debe asombrarnos. Miami nos tiene acostumbrados a la escasa memoria y con cierta frecuencia las historias más alucinantes sobre pasajes y personajes de nuestro acontecer contemporáneo se encaraman una y otra vez en la palestra -ahora con la contribución de las redes sociales- para desvelo de incautos y desinformados.
Pocos recuerdan que este pasaje de la biografía de Castro quedó tachado de fake news incluso por el erudito italiano Andrea Tornielli, director editorial del Discasterio para la Comunicación, algo así como Departamento de Comunicación de la curia romana.
Aquel día quien se refirió a la excomunión de Castro fue el arzobispo Dino Staffa, secretario de la Congregación para los Seminarios, sin traer a colación la ralea comunista del dictador cubano, que suele afirmarse como motivo de la excomunión, sino episodios de la represión castrista contra la Iglesia, en particular la expulsión de Cuba del obispo Eduardo Boza Masvidal y unos 135 sacerdores el 17 de septiembre de 1961.
Staffa alegó que el Código de Derecho Canónico prescribía una pena justa a quienes ejercen violencia contra un clérigo o religioso, o contra otro fiel, en desprecio de la fe, de la Iglesia, de la potestad eclesiástica o del ministerio (Canon 1370 § 3). La cosa en sí fue entonces el dictamen de experto en Derecho Canónico en vez dela excomunión por orden papal.
El secretario particular de Juan XXIII, arzobispo Loris Capovilla, se sorprendió por el dictamen, pues en esos días el Papa Bueno había respondido al mensaje de felicitación de Osvaldo Dorticós, presidente de Cuba a la sombra de Castro, con “sinceros votos de cristiana prosperidad para el amado pueblo cubano”.
Se desataron pasiones y presiones a fin de que Juan XXIII excomulgara a Castro, pero el Papa Bueno no cedió y se manifestó en contra de empeorar la difícil situación de la Iglesia cubana frente a la dictadura castrista. No hubo ninguna excomunión ad personam contra Castro.
Dialéctica de la paciencia
En el Decreto contra el Comunismo, de 1ro de julio de 1949, el Papa Pio XII había aprobado ya la respuesta de la Congregación del Santo Oficio a la pregunta de si los cristianos que profesan, defienden o promueven la doctrina comunista incurrían en la pena de excomunión como apóstatas.
El Papa Bueno precisaría esta línea doctrinal, el 4 de abril de 1959, con la prohibición de que los católicos votaran a favor de partidos o candidatos de filiación comunista. Por esa fecha circulaba en Cuba una estampa católica alegórica a Castro.
La estampa dedicada a San Fidel, se refería a un servidor nacido en 1577 que se dedicó a la abogacía y era conocido como “el abogado de los pobres”, luego integrado a la orden de los capuchinos. Los ingredientes eran suficientes para asociarla al momento político de idolatría al líder revolucionario.

No obstante, la pena de excomunión podía aplicarse al menos desde el 2 de diciembre de 1961, tras vocear Castro: “Soy marxista leninista y lo seré siempre”, ya que se había bautizado como Fidel Hipólito el 19 de enero de 1935, formado en los colegios católicos de La Salle y Dolores, cursado la Escuela Preparatoria de Belén e incluso casado por la Iglesia con Mirta Francisca de la Caridad Díaz-Balart y Gutiérrez, el 10 de octubre de 1948.

Ni el Papa Bueno ni ni ningún otro se encargó de excomulgarlo. Juan XXII adoptó la estrategia pragmática que la Secretaría de Estado del Vaticano, bajo el liderazgo del cardenal Domenico Tardini hasta enero de 1962 y luego del cardenal Amleto Cicognani, llevó adelante para arrostrar el conflicto con el régimen de Castro y procurar que sacerdotes y misioneros permanecieran en la isla.
Sin embargo, el Papa Bueno estababien afligido por su Iglesia en Cuba. Tras recibir a monseñor Cesare Zacchi —a quien Pablo VI nombraría Nuncio Apostólico para Cuba el 24 de mayo de 1974— apuntó el 13 de abril de 1962: “Notable mons. Zacchi, oidor de la Nunciatura de Cuba en donde multae lacrimae rerum”, esto es: Hay muchas lágrimas en las cosas. El 14 de noviembre de 1962 anotó que “vino el grupo de los obispos representantes de Cuba, quienes me informaron de la condición dolorosísima que hay allá…¡Oh! ¡Cuánto hay que rezar!”
Por ironía histórica, la tacha de comunista se retorcería contra el propio Juan XXIII al filo del Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962, que cambió el rostro del catolicismo y se consideró por muchos corrimiento hacia el rojo, tal y como sucedió con algunas cosas del Papa Francisco.