Una década sin Fidel: ¿Podrá renacer la empresa privada nacional?

Una década sin Fidel: ¿Podrá renacer la empresa privada nacional?

FidelRaul-display

¿La hora de la despedida? Fidel Castro junto a Raúl Castro durante las sesiones del VII Congreso del Partido Comunista, el pasado abril.


Por Emilio Morales
Han pasado 10 años desde que una repentina enfermedad cortara de un tajo el mandato de Fidel Castro. Muchas cosas han sucedido desde entonces en el ámbito político económico y social de la isla, llevados de la mano de la gestión de Raúl Castro.
El país entró en un proceso de reformas que el nuevo gobernante, con un estilo distinto, ha tratado de implementar en la economía para producir algunos cambios estructurales y levantar varias prohibiciones instauradas desde la era de Fidel, lo cual llenó de optimismo a cientos de miles de cubanos.
Sin embargo, los resultados de los cambios implementados por Raúl Castro no se perciben. No cabe duda de que el cráter de dificultades y el deterioro acumulado por varias décadas en la estructura económica cubana bajo el mandato de Fidel Castro, no han sido resueltos por la gestión del sucesor y su plan de reformas, favorecido incluso por el deshielo de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Algo que su predecesor nunca hizo durante su larga permanencia en el mando, aun en circunstancias más difíciles.
El sistema de economía planificada lleva 57 de fracaso. Una realidad reconocida por los dirigentes cubanos, hasta por el propio Fidel Castro cuando aún estaba en funciones.  ¿Por qué entonces, si la realidad es tan obvia, no se hace un cambio radical del modelo? ¿Por qué insistir en reformar un modelo que no es reformable?
En pleno siglo XXI, donde la tecnología digital es el soporte principal del desarrollo de cualquier economía, como lo fue el desarrollo de la industria en la llamada era de la revolución industrial, la posibilidad de dar el salto al desarrollo desde una plataforma de subdesarrollo es más viable y fácil que nunca.
La modernidad y el desarrollo tecnológico permite saltar etapas en el desarrollo de un país. La única condición para poder hacer este ejercicio está en la capacidad intelectual de los recursos humanos en asimilar los cambios y de adaptarse a un nuevo modelo. En la actualidad, este salto solo es posible en sociedades con un alto nivel de instrucción, como es el caso de la cubana.
En cualquier país el motor del desarrollo de su economía recae sobre sus propios ciudadanos. Sobre todo, si el sistema no le pone límites a sus gestiones y acciones productivas, y se permita a generación de riquezas y de capital de manera cíclica en favor de garantizar el desarrollo de la base productiva del país y, por consiguiente, de la sociedad toda.
¿Empresa privada nacional en Cuba?
En Cuba no existe actualmente un marco legal que defina una empresa privada para los cubanos (sí lo define para las inversiones extranjeras). En la práctica, lo que más se acerca a un sector privado son los cuentapropistas y legalmente no lo son. Es muy sencillo: no se les reconoce su personalidad jurídica.
Han pasado un poco más de cinco años desde que se pusieron en marcha los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) y el cuentapropismo permitido se consolidó como una tremenda fuerza de emprendimiento. Son súper novedosos y muy creativos. Miles de ellos se han convertido en verdaderos empresarios. Han aprendido a generar riquezas trabajando. Han aprendido a ser sus propios jefes. Han aprendido a ser eficientes, a dar buen servicio. Han aprendido a crear y posicionar miles de marcas. Lo más importante: lo han logrado en condiciones terriblemente desventajosas. Por solo citar una de las más fáciles de resolver, los mercados mayoristas, prometidos en el VI Congreso del PCC, en 2011, y todavía hoy ausentes del ámbito comericial.
Esta realidad tan evidente, junto a otros factores externos que en los próximos meses van a impactar aún más en la economía cubana, han llevado al gobierno a poner en estudio un proyecto de ley para reconocer jurídicamente a estos pequeños empresarios y definir los límites de la futura pequeña y mediana empresa privada (“pymes”). Una medida un poco tardía, pero muy necesaria. En teoría, con un potencial tremendo para abrir una ventana que permita ejercer el trabajo privado en nuevas modalidades y a algunos gremios profesionales no permitidos hasta el momento. Sin embargo, queda por ver los límites que va a definir la nueva ley si finalmente es aprobada, y hasta donde está dispuesto el gobierno a abrir la economía a los propios cubanos.
Desde el exterior
¿Existe un marco legal para que los cubanos que viven en el exterior puedan contribuir al renacimiento de la empresa privada nacional?
En este momento no hay ningún marco legal que lo permita o facilite. Aunque durante los últimos cinco años se ha percibido un fuerte movimiento inversionista solapado y directo de muchos emigrados, estas inversiones han sido dirigidas a montar o financiar negocios en la isla junto a sus familiares o amigos en muchas de las 201 modalidades aprobadas para ejercer el trabajo privado. Además, en otras actividades que no están autorizadas y que se desarrollan en el llamado mercado informal (mercado negro).
Hoy llegan al país alrededor de $3.3 billones de dólares en remesas en efectivo y otros $3.5 billones de dólares en mercancías. Una parte de estos recursos ha servido para financiar miles de negocios privados que son exitosos en la isla. Estudios de The Havana Consulting Group indican que alrededor del 90 % de estos envíos de remesas y mercancías parten de Estados Unidos. Las autoridades cubanas recientemente reconocieron que el 92% de las remesas tienen la misma procedencia.
Es fácil comprender que los cubanos que viven en el exterior, principalmente en Estados Unidos, tienen una fuerte influencia financiera en la economía cubana y en la forma de vivir de los cubanos. Sin embargo, toda la ayuda enviada por emigrados cubanos es humanitaria;  no se considera legalmente una ayuda comercial.
Obviamente, definir un marco legal que facilite o permita que los exiliados cubanos puedan invertir en su propio país de forma independiente, de forma conjunta con familiares o amigos, o incluso de conjunto con empresas estatales, sería una medida trasformadora de la economía cubana.
¿Cuál sería el monto de esta inversión en el caso hipotético que se defina un marco legal apropiado para tales efectos? Es difícil de predecir, pero seguramente superaría la cifra combinada de remesas en efectivo y en mercancías que hoy llegan a Cuba.
Por decenas de años, miles de exiliados cubanos que viven en el exterior, han adquirido experiencia y han desarrollado cuantiosas habilidades en diferentes sectores del comercio, los negocios, los servicios y en la economía en general. Sobre todo, han aprendido a vivir y trabajar en una economía globalizada y moderna. Muchos de ellos están acostumbrados a lidiar con mecanismos financieros novedosos, apoyados por la tecnología y modernas técnicas de gerencia empresarial. Miles de ellos son hoy empresarios y profesionales muy exitosos. Permitirles invertir en su propio país sería una forma de aprovechar su know how y experiencia como un valor agregado, aparte del capital financiero que puedan aportar.
No estamos hablando de inversiones de millones de dólares para proyectos individuales. Una buena parte de las pymes no requieren tan cuantiosos presupuestos.
A fin de cuentas, la realidad actual muestra que viajan más cubanos desde Miami a la Habana que de La Habana a Pinar del Rio, Villa Clara o Santiago de Cuba. ¿Cómo convertir esta realidad en un vehículo empresarial que haga renacer la economía por los propios cubanos de ambos lados de la orilla? Sin duda, un gran reto para el gobierno cubano, con un enorme beneficio para todos.
Un cambio profundo que no llega

La economía cubana necesita un cambio estructural profundo en el aparato legislativo y financiero para poder insertarse en la economía mundial. También en la mentalidad de los que dirigen la economía del país.
Este proceso de transformación estructural en la parte legal y financiera deben contemplar la inclusión de diversas modalidades de financiamiento y de figuras contractuales que no se han visto por mucho tiempo, o no se han arraigado en la práctica empresarial en la economía cubana, como por ejemplo, el caso de las franquicias, los leasing, entre otras.
Los cambios legislativos sobre el sistema de propiedad debe contemplar que los ciudadanos puedan disponer de sus bienes, además de otros derechos económicos que se adquieren con la práctica empresarial y que involucran los marcos legales para las relaciones mercantiles y civiles.
Esos bienes podrían ser utilizados como garantías contractuales en la obtención de financiamiento u otro tipo de transacción comercial. Podrían insertarse formas contractuales que hoy se utilizan en el comercio mundial y que no se utilizan en la isla o no se contemplan en los aspectos legislativos de las normas jurídicas sobre sociedades y contratos mercantiles actuales, y están fuera del alcance de la fuerza de trabajo que hoy se define como sector no estatal.
Estos cambios podrían facilitar además que los emprendedores cubanos puedan tener acceso a financiamiento por parte de entidades e instituciones financieras privadas, además del que disfrutan de instituciones financieras estatales.
A toda máquina
En un momento tan crucial para la economía cubana, todos los cubanos -tanto los de adentro como los de afuera-deberían ser uno de los motores fundamentales de esa transformación; prescindir de esta fuerza inversionista autóctona, sería uno de los mayores errores estratégicos de las transformaciones económicas que emprende el país.
En la economía cubana se percibe que hay una proyección empresarial pujante en los pequeños espacios que han sido permitidos al sector privado, muchos usando modernas técnicas de mercadeo para administrar sus negocios. Imaginémonos como sería entonces ese desempeño en los espacios que no han sido permitidos. En Cuba está naciendo un tremendo tejido empresarial con base en el emprendimiento. Al margen del eslogan de las reformas “sin prisa, pero sin pausa”, los emprendedores van a toda máquina.
El gobierno está tomando nota de esta realidad y explica el anuncio del estudio de la nueva ley para definir los límites del sector privado. Las autoridades cubanas han dado pasos acertados otorgando financiamiento a un poco más de 18,000 trabajadores por cuenta propia por un valor total de unos 600 millones de pesos cubanos (CUP), unos 30,000 pesos como promedio por crédito. La banca cubana está trabajando el microcrédito y ha invertido recursos importantes creando grupos de gestores de microcréditos, los cuales visitan a los cuentapropistas y les dan asesoramiento financiero para sus negocios. Esto es una señal de que las pymes serán un componente importante en la economía cubana en el futuro y la banca cubana trata de posicionarse como la entidad líder en el soporte financiero de las pequeñas y medianas empresas.
Pretender desarrollar el país solo a base de inversión extranjera es un ejercicio económico estéril y poco atractivo para los propios inversionistas extranjeros. Además de ser una estrategia que castra el desarrollo empresarial interno y pone en bandeja de plata -una vez más- la dependencia de Cuba de agentes externos.
El desarrollo de un tejido empresarial autóctono y privado es una de las claves para poder atraer el capital exterior y mantener un equilibrio de fuerzas que no haga vulnerable la economía del país a una dependencia externa, lo cual ha sido uno de los talones de Aquiles de la economía cubana por más de cinco décadas.
Los cuentapropistas cubanos han demostrado estar listos para jugar ese rol. A fin de cuentas, los cubanos están demostrando que lo que quieren es trabajar y generar riquezas, mejorar sus condiciones de vida y de sus familias a partir de su propio esfuerzo, y ganar un buen salario que les permita satisfacer sus necesidades materiales de todo tipo.
El gobierno debería ser un ente liberador y promotor de esa voluntad y ese esfuerzo ciudadano, no un muro de contención poniendo límites al desarrollo de su propia gente.
La liberación de las fuerzas productivas cubanas es la clave del éxito de las reformas y, de no llevarse adelante, la transformación del modelo económico cubano no pasará de ser un intento más de tratar de reformar lo que no puede ser reformado bajo el esquema actual.
Cuba no necesita 325 lineamientos burocráticos para transformar su economía. Necesita un solo lineamiento: Liberar las fuerzas productivas.

CATEGORÍAS

COMENTARIOS