Marrero, patriarca del béisbol mundial

La primera y única vez que hablé con Conrado Marrero fue en 1981. El puntal de nuestros lanzadores tenía ya 70 años y me apresuré a localizarle, porque temía “se nos fuera”, en una etapa donde poco antes expiraron otras estrellas como Martín Dihigo (1971), Miguel Angel González (1977) y Pedro “Natilla” Jiménez (1979).

El encuentro ocurrió en el estadio principal de Matanzas, en una conversación de cinco horas sin parar, a “pleno sol”, sentados sobre el cemento duro del graderío. Marrero era el ídolo de mi niñez y durante mucho tiempo anhelé escuchar su rico anecdotario y conocer más de sus hazañas.

Antes de que pudiera preguntarle algo, me dijo: “ Ven acá, ¿de dónde eres”? Al responderle que yo era periodista de Sancti Spiritus, rápidamente señaló: “¿A que nunca vistes la jutía que estaba en el parque Serafín Sánchez? El mismo se respondió: “ En 1941, yo le dí comida porque era una atracción y vivía en una mata situada frente al hotel…”

Con más de 400 victorias y más de 60 mil tabacos fumados, Conrado Marrero, el Matusalén cubano del béisbol, parece acumular un par de marcas muy propias, dignas de aparecer en el Guinness Book of Records, ya que debe ser el lanzador que más ha utilizado los habanos- o el fumador que más juegos ha ganado- en la historia del béisbol mundial.

Según relata su biógrafo, el desaparecido cronista Severo Nieto, en su libro El Premier, Marrero ganó 353 juegos con 173 reveses, entre 1938 Y 1957, pero hay que añadir los triunfos que obtuvo “de domingo a domingo” en los desafíos que actuaba fuera de campeonatos, que redondean los 400 éxitos antes citados.

A la conversación mañanera del aquel sábado inolvidable se unieron poco a poco numerosos fanáticos, aglomerados a nuestro alrededor. Le pregunté: ¿Es verdad que la velocidad de los lanzadores de Grandes Ligas es superior?  “Chico, la verdad que sí. Allí estaba un grupo que tiraba lanzallamas para el home. Ahora me acuerdo del día aquel en que tuve que batear frente a Mike García, un mexicano del Cleveland que tiraba rectas terribles. Estaba engarrotado por el frío, pero no había guantillas como ahora; intenté pasar el bate y salió una linea de foul por arriba del banco de primera base, que le llevó el sombrero que tenía puesto una americana que miraba el juego…”

Un tabaco para aliviar el cansancio

El “Guajiro de Laberinto” fue un destacado monticulista que llegó como debutante a las Ligas Mayores a una edad en que otros ya ven declinar sus facultades y sus carreras, pues entró como novato a los Senadores de Washington en 1950.

Sus destrezas para exhalar el aroma de puros, habanos o sencillamente tabacos, como decimos los cubanos, se desarrollaron como paliativo al cansancio que le producían el arado, las reses y la extracción de leche a las vacas, profesiones que conoció el serpentinero cuando ya soñaba ser como Adolfo Luque, primer tirador de nuestra isla en el Big Show.

“Le pedí permiso a mi padre para probarlos cuando yo tenía 17 años. A partir de ahí me he fumado un par de ellos todos los días”, me comentó.

Un famoso periodista, después de verlo en una de sus exitosas presentaciones, le preguntó: ¿Qué usted lanza para el plato? Marrero con una pizca de malicia reflejada en sus pequeños ojos y después de una chupada, le respondió: “Yo tiro de todo, menos mi tabaco…”

En un libro firmado por él en 1948, da consejos acerca de los lanzamientos básicos y entre ellos recomienda lanzar curvas. Al cabo de mucho tiempo le dijeron que él lo que tiraba eran sliders, a lo que respondió: “Bueno, yo creía que era curvas y así se queda porque la verdad es que mis lanzamientos curvean, lo que pasa es que después bajan un poco”.

Han pasado 30 años de aquella charla maravillosa y el también ídolo del pueblo cubano añade este 25 de abril otro mérito a su fructífera carrera. Tras la muerte de Tony Malinosky el pasado 8 de febrero, Marrero es ahora el primero entre los más longevos ex jugadores de Grandes Ligas, con 100 primaveras.

SIN PRISA PARA LLEGAR A VIEJO

Por RAUL ARCE

A Conrado Marrero nunca lo vi de prisa, será por ello que su vida ha sido tan prolongada. El tabaco entre los labios, como un candado para las palabras, seguramente abortó más de una frase molesta para los oídos de los exorcistas del deporte profesional en la Cuba reciente.

Marrero, ante mis ojos, es la estampa de la cultura campesina que admiré siempre y a la cual me asomé cuando de adolescente me montaron en una guagua de precarios movimientos, rumbo a una escuela al campo.

Una vez, en una rueda de prensa con motivo de un torneo internacional en La Habana posterior a 1959, cierto reportero extranjero le hizo la pregunta de Perogrullo: ¿Usted debutó viejo en las Grandes Ligas, verdad?

(También conocido como El Premier, o El Guajiro de Laberinto, Marrero se asomó a la Gran Carpa a la edad de 38 años, con los Senadores de Washington).

La respuesta de nuestro hombre, después de darle una chupada a su habano, no tuvo desperdicio:

-Yo le digo una cosa, yo llegué viejo a la pelota y llegué también viejo a las Grandes Ligas. Y lo que es peor, todavía estoy viejo.

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