Reflexiones de la Caimana: De viejos locos y nacionalismos inútiles

Monte de banderas cubanas frente a la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana.

Monte de banderas cubanas frente a la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana.

Por Ramón Alejandro*

En tiempos de Schopenhauer solamente habían sido traducidos en lenguas europeas ciertos textos del budismo Hinayana, es decir de las primeras enseñanzas de Shakyamuni, con lo cual este filósofo, niño mimado de la exquisita alta burguesía alemana, se pudo tallar un elegante pesimismo que le valió cierta notoriedad mientras gozaba de los placeres de su privilegiada vida diciendo que más valía extinguirla.

Tenía costumbre de hacer venir a su casa a las call girls de aquellos tiempos para darse su banquetico sensual de vez en cuando, lo cual demuestra que esta perra vida nuestra tenia aún ciertos atractivos para su señoría.

Antes que él hubiera publicado sus desengañados pensamientos las únicas penetraciones de la filosofía oriental en Occidente se reducían a algunas páginas de Platón, quizás ciertas ideas de Pitágoras y a algunas parábolas y nociones de ciertas enseñanzas del mismo Jesús.

Años después Jung ya tuvo acceso a algunos textos del Mahayana, las últimas enseñanzas de Shakyamuni, que lo ayudaron a redondear sus ideas sobre el inconsciente colectivo y otras nociones de su penetrante psicología de las profundidades de nuestra mente.

Pero para que se fueran introduciendo más conceptos filosóficos orientales entre nosotros hubo que esperar a que por la vertiente sur de los Himalayas los Beatles popularizaran a un mediático gurú hindú, y que los hippies de los años setenta se disfrazaran con trapos arrugados, collares y flores en Katmandú, mientras que por la vertiente norte del Himalaya los chinos pusieran un fin violento a la teocracia tibetana forzando a emigrar a buena parte de su élite intelectual que vino a refugiarse en Norteamérica y Europa.

Cuerpo de sabiduría

A partir de 1960, la Soka Gakkai inició la extensa propagación de las enseñanzas de Nichirén fuera del Japón, que cuenta actualmente con más de dos millones de practicantes en casi 200 países, millón y medio en la sola Corea del Sur, además de ser actualmente la mayor congregación religiosa dentro del Japón, contando con 10 millones de fieles. Ese hecho hizo posible que muchos comunes mortales del ámbito cultural occidental tuvieran por fin acceso a lo esencial del Sutra del Loto, ese sofisticado cuerpo de sabiduría que son las enseñanzas de Shakyamuni en los últimos ocho años de su vida.

En otra ocasión pudiera extenderme con más detalle sobre este tema poco conocido entre los cubanos, aunque en Cuba ya existan unos 500 practicantes, siendo la única forma de budismo aceptada actualmente por el régimen. Por hoy solo quisiera tomar en cuenta un solo elemento de ese abundante acervo porque me parece que es particularmente útil para entender mejor nuestra propia historia y la situación en la cual se encuentra el pueblo cubano al cabo de tanto inútil bregar en vano por lograr expresar completamente su destino individual dentro del concierto de naciones.

Se trata del proceso de individuación propio a todo nuestro mundo fenomenal tal como corrientemente lo concibe nuestra mente. El estoico griego Epicteto ya había observado que no son los eventos los que nos afectan, sino que es la manera en la cual los interpretamos lo que nos hace felices o infelices con aquello que nos sucede.

La doctrina de las nueve conciencias expone que el conjunto de una mente y un cuerpo que constituye nuestras personas individuadas es una manifestación de una entidad que no tiene comienzo ni fin y que existe como parte integrante dentro del Todo que es nuestro Universo ilimitado tanto en el Tiempo como en el Espacio.

Otra conciencia que juzga

Las cinco primeras conciencias son aquellas que nos permiten percibir el mundo sensible que nos rodea, es decir el tacto, la vista, el oído, el gusto y el olfato. La sexta es la facultad de sintetizar los datos que cada una de estas cinco le envían a la mente para hacerse una idea coherente de nuestro entorno.

Un poco más adentro, funciona otra conciencia que es la que juzga, valora y toma decisiones respecto a ese entorno percibido, en sánscrito le llaman Mana. Freud la llama el ego, y Jung la llama el pequeño ego reservando el término de Ego para el Todo. Según Vasubandu, uno de los filósofos de esta escuela del Mahayana, es ahí donde se halla la raíz de todos nuestros sufrimientos.

Esa séptima conciencia primero procede por constatar que estamos inmersos en una realidad mayor que nosotros mismos y que somos distintos de ella. Hasta ahí no habría problema, pero inmediatamente que constata esta evidente verdad se apega a eso que identifica como nosotros mismos y se desinteresa de ese Todo dentro del cual funcionamos.

Acto seguido concibe que ese ser individuado es la única realidad digna de interés y desprecia al resto de la realidad que considera que no le concierne personalmente. En el tercer paso la cosa se complica porque constatando que está rodeada por otras conciencias individuadas semejantes, aunque no exactamente iguales a ella, se pone a compararse sucesivamente con cada una, valorándose como mejor, igual o peor que cada una de ellas. Cae de nuevo en el apego a ella misma y a las que ella considera sus semejantes o iguales, desprecia a las menos importantes y envidia a las mejores. Ahí es que espontáneamente nacen la discriminación, el abuso, la envidia, la codicia, el odio, el deseo de dominación y las demás miserias inherentes a todas sociedades humanas.

El cuarto paso es el conjunto de esas tres primeras etapas y su resultante que es el amor de sí mismo, que es justamente el nombre que le dan en japonés.

Por hoy más vale dejar de lado la octava conciencia llamada en sánscrito Alaya, que quiere decir el Almacén, donde se acumula el karma que es el resultado de cada uno de nuestros actos, y la novena, Amala, que es la pulsión de la Vida Universal indiferenciada que según esta enseñanza constituye la esencia verdadera de nuestras existencias. Porque no siendo accesibles a nuestros cinco sentidos, requieren fe para ser tomadas en consideración, y a estas alturas la fe no abunda entre nosotros.

¿Necesita el mundo a Cuba?

La primera vez que estuve en La Habana después de 40 años de exilio me dio la impresión de que Cuba no me necesitaba a mí, mientras que yo necesitaba a Cuba. Simultáneamente me di cuenta de que el Mundo no necesitaba a Cuba, mientras que Cuba necesitaba al Mundo.

El ser individuado, sea un ser humano o una nación, necesita del Todo dentro del cual evoluciona, ya sea la sociedad de origen de cada persona, o la humanidad entera de la cual ese pueblo hace parte integrante. Pero a ese ser individuado le cuesta mucho trabajo salir de su apego a esa parte que él está acostumbrado a considerar como su única realidad, para aceptar que esa parte voluntariamente ignorada y mucho más amplia de su propia realidad es la que sin embargo hace posible su frágil existencia. En su ignorancia la descarta de entrada sin reconocer que sin ella no podría existir él mismo. Cuba sueña con una soberanía absoluta imposible.

Cada uno de nosotros ilusamente quisiera ser rey del mundo. Vanas pretensiones que al perseguir lograrlas nos llevan tarde o temprano a la frustración. Por mucho que nos prefiramos a los demás nunca podremos existir sin ellos, o contra ellos, sino que es solamente entre ellos que nuestra vida puede florecer. Estamos relacionados entre nosotros por nuestro común origen. Sin ese entorno maternal y fraterno nuestra individualidad no tiene sentido, no podemos existir.

No sé hasta qué punto sea pertinente mi esfuerzo por entender mejor las razones de nuestros fracasos nacionales yendo a buscar tan lejos los instrumentos adecuados. Me remito a su interés por estas cuestiones y a su benévola atención para señalar este punto que me parece tan importante.

Estados obsoletos

Lo que quiero decir es que ahora que el mundo ha llegado a esta etapa de globalización irreversible es menos importante pertenecer a una etnia particular que a la humanidad como un todo dentro del que, o nos salvamos todos juntos o desapareceremos como especie.

Por eso me parecen obsoletos los Estados nacionales, y creo que sería oportuno irse ya integrando en comunidades mayores que engloben a muchas naciones, como tratan de hacer actualmente los europeos, hasta que quizás un lejano día podamos todos caber dentro de un mismo Estado con un gobierno único y democráticamente elegido que elimine para siempre las guerras, y se pueda ocupar de racionalizar un poco más las sociedades bajo las cuales vivimos.

No podemos dejar nuestro destino en manos de unos cuantos viejos locos como el decrépito Comandante Araña quien, según sus propias palabras al funcionario que a tiempo le advirtió que sus fantasiosos planes genéticos ganaderos no eran viables, respondió que no se dejara engañar por la realidad, y sigue al pie de la tumba persiguiendo, a costa del pueblo cubano, la libélula vaga de sus vagas ilusiones. El resultado está patente en la desaparición casi milagrosa de aquellos siete millones de cabezas de ganado que pastaban en Cuba cuando yo era niño, cuya carne nadie probó y que, sin embargo, hoy se han disuelto en la nada revolucionaria de su tropel de palabras huecas.

Los imperativos egoístas de los estados soberanos actualmente existentes nos van a llevar de nuevo a una infinidad guerras inútiles, mientras la riquezas del planeta merman o son destruidas para que cuatro imbéciles se llenen los bolsillos de un dinero cuya naturaleza se vuelve cada vez más irreal dentro de una virtualidad arbitraria, que no corresponde a nada en concreto desde el punto de vista de los valores estrictamente humanos. Como demuestra el reciente hallazgo de misiles ente sacos de azúcar en el Canal de Panamá, los sueños de exterminio colectivo no se han disipado de la perturbada mente del Comandante Araña que ya nos quiso llevar a la extinción como especie en otra anterior ocasión, hace la friolera de 51 años.

Ya sé que es un deseo que quizás no podrá ser realizado jamás, y en el mejor de los casos a muy largo plazo. Pero siendo artista me es dado el privilegio de poder soñar en voz alta y no veo porqué privarme de hacerlo.

Entretanto tendremos que seguir fingiendo tomar en serio a la retahíla de Estados supuestamente soberanos, la mayor parte de pura opereta y pacotilla como el gobierno de Cuba, que ocupan por gusto los bancos de las sesiones de trabajo de las Naciones Unidas para satisfacción del pequeño ego de unos cuantos mequetrefes, quiero decir generales negociantes y aprendices de patrones capitalistas, sin ningún beneficio para el pueblo cubano.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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