Carta inédita: De cuando Ernesto Lecuona soñaba con ser músico
Por Wilfredo Cancio Isla
Por entonces Ernesto Sixto de la Asunción Lecuona Casado tenía ocho años, había quedado huérfano de padre y el hermano mayor trataba de encauzar su precoz talento musical.
Corría el año 1904. A pesar de la muerte del padre, la familia buscaba ofrecer la mejor instrucción posible para el menor de los Lecuona, que comenzaba a perfilar su vocación musical bajo las lecciones de su hermana Ernestina.
En realidad, la familia no estaba en una situación económica desfavorable a pesar de la desaparición de la figura paterna, el periodista canario Ernesto Lecuona Ramos, director del diario habanero El Comercio. Pero su temprana condición de huérfano y el delicado estado de salud de la madre, impulsó a Luis E. Lecuona a buscar el respaldo de uno de los colegas de su padre para tratar de encaminar al benjamín del hogar, ubicado en el número 7 de la calle Cerería, en la ilustre villa de Guanabacoa.
Una academia insigne
La carta que presentamos aquí es una verdadera curiosidad en torno a los pasos de formación de Lecuona. Tiene fecha del 15 de junio de 1904 y fue escrita por Luis E. Lecuona a Modesto Morales Díaz, director del diario habanero El Triunfo y presidente de la Asociación de la Prensa cubana. En la misiva, el hermano pide a Morales que considere al pequeño Ernesto como un candidato para las becas que otorgaba en Conservatorio de Música y Declamación de La Habana, fundado en 1896 por los hermanos Carlos Alfredo y Eduardo Peyrellade, ambos compositores y pianistas.
El Conservatorio Peyrellade fue una de las instituciones insignes de la pedagogía musical cubana del siglo XX, forjado por reconocidos músicos y profesores bajo la tradición de una prestigiosa familia cubana de Camagüey. El patriarca familiar fue el literato francés Emilio Peyrellade Cuvert, cónsul de Francia en Camagüey. La institución era en esa época uno de los epicentros de formación y creación musical más reconocidos en Cuba, que para 1957 era el país latinoamericano con el mayor número de conservatorios y academias musicales por número de habitantes.
La Asociación de la Prensa tenía asignadas tres plazas en el sorteo para la entrada al Conservatorio Peyrelllade, y todo indica que la carta funcionó. Ernesto Lecuona logró matricular en la prestigiosa academia, su primera escuela de música. Allí estudió allí entre 1904 y 1907, etapa de formación fundamental para los empeños que emprendería poco después.
De los cines al Teatro Martí
Al año siguiente, con 12 años, Lecuona estrenó su primera obra, la marcha Cuba y América, estrenada por la Banda del Cuerpo de Artillería que dirigía José Marín Varona.
Ya para entonces comenzó a trabajar en el cine Fedora, donde dirigía el grupo musical del lugar, y luego pasó al Testar, musicalizando al piano las películas mudas de la época. Fue así como llegó la oportunidad de escenificar comedias musicales cortas en el Teatro Martí, con libretos de su hemano Fernando Lecuona.
El resto es historia harto conocida. El ascenso y esplendor de un genio de la música popular cubana de todos los tiempos, acaso nuestro compositor más universal.
Con la publicación de esta carta, hasta ahora inédita, CaféFuerte rinde tributo a Lecuona en vísperas de cumplirse el cincuentenario de su muerte, ocurrida en Santa Cruz de Tenerife, el 29 de noviembre de 1963. Agradezco al musicólogo e historiador Cristóbal Díaz Ayala su contribución con datos esenciales para esclarecer el contexto de este singular documento de nuestra historia musical.
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