Cuba: Los fusiles del tío Kim o se acabaron los guapos en Yateras
Raul Castro recibe al jefe del Estado Mayor General del Ejército Popular de Corea del Norte, Kim Kyok Sik, en La Habana, el pasado junio.
Una carta de Corea/ recibió la hija e’ Domínguez/
y el viejo le da mil pesos/ al chino que se la lea.
Faustino Oramas “El Guayabero”
Los juristas -y Fidel Castro es Doctor en Derecho por la Universidad de La Habana- suelen usar la expresión latina: excusatio non petita accusatio manifesta, que en español vendría a decir que quien se excusa, se acusa; o el también célebre latiguillo jurídico de “a confesión de parte, relevo de pruebas”.
En un texto largo e inconexo como quien no viene a cuento, publicado por el sacrosanto diario Granma el pasado de 14 de agosto, Fidel Castro aseguró que el entonces líder norcoreano, Kim Il Sung, regaló a su ejército 100,000 fusiles Kalashnikov, debido a que Yuri Andropov le habría dicho que si Cuba tenía un problema con los americanos, tendrían que pelar solos. El ex jefe de la KGB le aseguró, no obstante, que la URSS seguiría cumpliendo con su compromiso de entrega de armas gratuitas al castrismo.
¿Qué necesidad había de pedir fusiles a Corea del Norte, si Andropov había dicho armas sí, tropas no? Simplemente, Fidel Castro no se fiaba de Andropov. aunque lo califica de “hombre serio” en su artículo; donde además se atribuye la interlocución directa con el entonces dirigente soviético.
Armas viejas y azúcar prieta
Sin dudas, el ex presidente cubano intentaba justificar de alguna manera la torpeza del barco norcoreano cargado de armas viejas y azúcar prieta, que intentó atravesar el Canal de Panamá sin declarar su cargamento bélico y que, tras una ardua tarea de descarga, fue inspeccionado esta semana por especialistas de las Naciones Unidas. El panel de expertos de la ONU que deberán emitir su veredicto sobre el incumplimiento o no de las sanciones a Pyongyang en los próximos dos meses.
Más allá de lo que dictaminen los inspectores de ONU, Raúl Castro cometió una estupidez mayúscula vendiendo o regalando armas a los dementes norcoreanos, en un trapisondeo que lo deja a los pies de los caballos frente a Estados Unidos y Europa. No es de extrañar que tras un informe negativo para Cuba arreciarán las lógicas presiones de legisladores cubanoamericanos y de organizaciones del exilio para que Washington y la Comunidad Europea endurezcan su postura con La Habana.
Hasta el artículo de marras, la reacción de La Habana había sido como la de un niño avergonzado al que sus padres pillan haciendo una travesura, aunque sobra el párrafo de su declaración oficial, reafirmando su compromiso con la paz y el desarme, incluido el nuclear.
Habrá que esperar a los próximos días y meses, para ver qué pactaron el canciller Bruno Rodríguez y su homólogo panameño, Fernando Núñez Fábrega en una conversación telefónica del sábado 13 de julio, cuando aún la noticia no había saltado a los medios. Fue esa otra prueba de la discreción y tacto de un gobierno democrático frente a una tiranía que se resiste a pasar página a la Guerra Fría.
Como bomba en el despacho
El presidente cubano reaccionó enviando a un vicecanciller a Panamá y dio instrucciones de que la crisis se abordara con bajo perfil, así que el párrafo de la reflexión de su antecesor y jefe histórico referido a los fusiles norcoreanos debe haber caído como una bomba en el despacho de Raúl Castro, quien porbablemente todavía no puede explicarse las razones que empujan a su hermano a intentar crearle problemas, cuando él siempre lo ha tratado con exquisito respeto y cuidado.
Por suerte para Raúl Castro, las cancillerías extranjeras hace años que no reaccionan a las reflexiones de Fidel Castro, pero también ya es hora de que tome la decisión de editar los textos de su hermano antes de publicarlo, entre otras razones, porque ya el anciano cultivador de moringa no es el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Granma sigue siendo el órgano oficial de ese partido.
De hecho, si se revisa el propio texto castrista del 14 de agosto, hay otra torpeza mayúscula, cuando el octogenario mayor se refiere a la situación en la que encontraron a Cuba en 1959, cito: “ Huelga decir que imperaban en la isla la tragedia del desempleo, el subdesarrollo y un pobrísimo nivel de educación”. O sea, cualquier parecido con la situación actual, después de 54 años de castrismo, es mucho más que pura coincidencia.
Pero la memoria y quizá la premura por entregar el texto al Granma deben haberle jugado una mala pasada al ex jefe de Estado cubano, pues a quien realmente los soviéticos comunicaron que en caso de conflicto con Washington los cubanos tendrían que pelear solos fue a Raúl Castro, en una visita oficial a Moscú.
Petición a Viet Nam
De regreso a La Habana, el entonces Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) comunicó la mala nueva a su jefe y hermano, y entre ambos decidieron acometer la “Operación Pandora”, cuya cara más visible fue la creación de las Milicias de Tropas Territoriales (MTT), en mayo de 1980, bajo el pretexto de que se avecinaba la era Reagan. La cara menos visible de aquella era de movilización bélica y agitación propagandística fue la petición a Viet Nam de que entrenara a oficiales cubanos en sus técnicas de combate, camuflaje y sistema de túneles, al tiempo que se fortalecieron las industrias militares.
Tal fue el efecto que produjo en Fidel Castro el recado que trajo Raúl de Moscú, que impuso la ley del silencio y ni siquiera todos los miembros del Buró Político conocieron el contenido exacto, pero sobre todo, la causa de la “Operación Pandora”.
Leonid Brézhnev muere el 10 de noviembre de 1982, es decir, más de dos años después del lanzamiento de las MTT. Y aunque el castrismo insistía en que su creación obedecía a la amenaza del conservador Ronald Reagan, el propio Castro no dudó en pasar al FBI los datos que acopió su Dirección de Inteligencia de entonces sobre planes de atentado contra el presidente norteamericano.
Sin dudas, un gesto amistoso y de buena voluntad hacia el enemigo, y una lógica precaución ante las malas noticias que venían de Moscú. No por gusto, Castro autorizó conversaciones secretas en México con el entonces Secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, a quien un libro de ocasión publicado por la Editora Política en aquellos días, tildaba como el Americano Feo.
Si nos atuviésemos a la versión oficial del castrismo sobre el barco norcoreano, lo más sencillo hubiese sido declarar esa ¿inofensiva? carga de cacharrería bélica obsoleta y comunicar previamente el hecho a las autoridades panameñas por canales diplomáticos, como gesto de transparencia y buena voluntad hacia un país con quien se tienen relaciones amistosas y programas de colaboración, y que en octubre próximo acogerá la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica.
Un país que malvive
¿Qué necesidad tiene Raúl Castro de meterse en líos con medio mundo por una estupidez como la que acaba de cometer? Menos en momentos en que Bruno Rodríguez debería estar restableciendo lazos diplomáticos con Israel y Corea del Sur y llegar a acuerdos ventajosos para que los cubanos puedan vivir mejor.
Corea del Norte malvive porque los surcoreanos envían cada día caravanas de camiones cargados de alimentos para sus hermanos del norte, y estos datos los tiene la cancillería y el Consejo de Estado de Cuba. En cualquier caso, habría sido más rentable mandar a reparar los Migs 21 de reconocimiento y los Pechora a Samsung, que andar con tratos turbios con un manicomio hambriento y dinástico que, como en cualquier consanguinidad, empeora de generación en generación.
El exilio cubano, por su parte, debería evitar la algarabía que suele suceder a las acciones de La Habana. La metedura de pata ha sido tan colosal que no necesita adjetivación y para muestra un botón: los diseñadores de la operación olvidaron que el Canal de Panamá es una zona estratégica para Washington, condición reconocida porlos propios Tratados Torrijos-Carter.
Menos mal que Raúl Castro, al referirse al affaire Snowden, dijo que Cuba era un país muy espiado. Algo raro debe ocurrirle cuando -a sus 82 años- comete un error de adolescente. ¿O será acaso que los norcoreanos le han engañado como a un chino?