Reflexiones de la Caimana: Un pensador a la medida para el futuro de Cuba

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El doctor Alfred Adler (1870-1937), sicoterapeuta y fundador de la llamada sicología individual.


Por Ramón Alejandro*
De los tres geniales exploradores de la mente humana nacidos en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, quienes transformaron de manera definitiva los conceptos que teníamos sobre nuestra propia conciencia, Sigmund Freud, Karl Jung y Alfred Adler, ninguno como Adler describió con más precisión y verosimilitud el proceso de individuación por el que atraviesa cada ser humano para realizarse personalmente.
Según él, todos vivimos persiguiendo el objetivo final de dar sentido a nuestras vidas forjando con éxito esa ambición de plenitud existencial que desde el nacimiento anima nuestro fuero interno y motiva de manera inconsciente cada uno de nuestros actos. Vivimos en pos de una meta callada que nos habita interiormente. Un proyecto preciso impulsa nuestros actos.
Durante el primer lustro de la infancia, sufrimos el sentimiento de inferioridad causado por la natural condición de dependencia respecto a nuestros padres, pero somos también afectados por la eventual influencia que nuestros hermanos mayores, o menores, hayan podido ejercer sobre nosotros. Por eso cada hermano, a pesar de tener los mismos progenitores desarrolla un carácter diferente según la secuencia de su nacimiento en relación a los demás.
Las brumas del subconsciente
Al crecer, este incómodo sentimiento se oculta disimulándose en las brumas de nuestro subconsciente, haciéndonos buscar su compensación con tres posibles alternativas; unos procuran sobreponerse voluntariosamente a sus prójimos avasallándolos, invirtiendo en esa empresa la mayor parte de su energía. Mientras que otros se resignan a dejarse avasallar por aquellos, por resultarles más cómodo aceptar comportarse y considerarse, más o menos abierta o inconscientemente, realmente inferiores, ahorrándose el esfuerzo que exigiría tentar de dominar al prójimo.
Ambas actitudes provocan innecesarios sufrimientos, porque solamente cuando el individuo logra madurar volviéndose capaz de dirigir sus deseos hacia una manera razonable de cooperar en armonía con su entorno social, que ese solapado e infantil deseo de superioridad, relativizándose de forma adecuada y conveniente, puede llegar a producirle la esperada satisfacción. Permitiendo a cada uno ejercer a su manera sus dones naturales en aquellas profesiones en las cuales haya podido lograr suficiente excelencia. Porque mientras mayor sea la distancia existente entre nuestras reales posibilidades objetivas y nuestras aspiraciones, mayor será la neurosis y el dolor experimentado, y que cuando conocemos bien nuestros propios límites y cualidades realmente excepcionales, naturalmente accedemos con relativo poco esfuerzo al fin anhelado.
En el caso de producirse una neurosis, ambos sentimientos, el de inferioridad sufrida y el de superioridad ansiada, se convierten en complejos de inferioridad y de superioridad, siendo este último no más que la exagerada compensación de aquel temprano sentimiento de impotencia experimentado en la infancia. La dinámica generada por estas causas determina el hecho de que algunos vivan en perpetua lucha por dominar mientras que otros se sometan resignadamente a obedecer.
Solo algunos escapan a esta angustiosa disyuntiva logrando vivir en paz en sociedad y siendo más felices que aquellos que han escogido los dos antedichos caminos, y logran desarrollarse en armonía en la posición social, profesional y afectiva que corresponde a sus méritos reales, sin necesidad de explayarse en zafarranchos de combate ni tener que pasar por penosas sumisiones para ocupar su legítimo lugar.
A buen entendedor…
Recomiendo a mis compatriotas leer estos tres libros de Adler. con ediciones en español: Comprender la vida (Paidós Ibérica, Barcelona), El sentido de la vida (Madrid, Ahimsa)  y El carácter neurótico (Editorial Paidós Ibérica, Barcelona).
Como a buen entendedor no le hacen falta demasiadas palabras, y confío en la imaginación e inteligencia de mis lectores, no necesito decir más para que puedan interpretar según este proceso interior que Adler de tan sencilla manera nos esclareció, no solo nuestras propias experiencias personales, sino también lo que ha sucedido a Cuba, esa postrera hija de la Madre América y del Padre Imperial Español, en relación a sus sublimes ideales.
Tenemos, desde el Río Grande hasta la Patagonia, muchos hermanos que vinieron al mundo 100 años antes que nosotros, y que han resultado bastante desastrosos. Pero sobre todo tenemos tremendo hermano mayor, extremadamente exitoso, nacido antes que los demás y, aunque nacido de la misma Madre América, fue engendrado por diferente padre, el Pérfido Albión.
Tenemos que reconocer que aunque los ingleses no hayan sido perfectos, fueron mucho menos autoritarios que lo fueron nuestros abuelos españoles. También supieron enseñar a sus nietos nociones de gestión política y económica pragmáticas basadas en la oportuna y razonable negociación y el fructuoso diálogo para resolver disensiones, haciéndoles posible fundar una sociedad cuyo objetivo es la felicidad de cada uno de sus miembros.
Les dejo a su voluntad el tomar esas intuiciones del excelente explorador de nuestros mecanismos afectivos y mentales, si bien les parece, como espejo en el cual contemplar nuestra historia aplicando a las naciones en proceso de individuación lo que según Adler es válido para los individuos.
Colaborador de Freud
Adler nació en el 1870 en Viena, colaboró activamente con Freud hasta 1911, cuando fundó con éxito su escuela psicoanalítica independiente. Basándose el la filosofía de Nietszche y su voluntad de poder, tuvo más en cuenta el entorno social y político del individuo que los más exclusivamente introspectivos Freud o Jung.
A mi modesto parecer, sus teorías pueden servirnos para analizar el funcionamiento patológico de los dos últimos jefes de Estado cubanos, nacidos de una misma criada de su padre, y la curiosa relación que ha existido entre esos dos hermanos, y la de ambos con la sociedad dentro de la cual nacieron, y deliberadamente destruyeron.
Podemos también utilizarlas como llave para abrir los sótanos de nuestra idiosincrasia y comprender mejor, no solo nuestro pasado y presente, sino también tratar de imaginar un futuro menos penoso que el que por el momento me parece ineluctable para la isla.
Espero que en el futuro dejemos de hacer el papel del enano Supermán de empresas descabelladas, como lo ha hecho Cuba con su Revolución Socialista y sus peos de hegemonía política mundial, sus tan trágicas como inútiles guerras africanas y sus descomunales vacas lecheras y otros extravagantes prodigios, y pasemos a buscar el sitio honroso y decente que como pequeña nación dotada de muy buenas barajas para ser plenamente feliz, según su auténtica realidad y naturaleza, nos merecemos en el justo y debido lugar dentro del concierto de naciones.
*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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