Nuevo ministro de Rousseff cree que médicos cubanos están bajo "régimen de esclavitud"

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Renato Janine Ribeiro, el filósofo ministro del gabinete de Dilma Rousseff.


Por José Alberto Gutiérrez
SÃO PAULO.- El nombre de Renato Janine Ribeiro como nuevo Ministro de Educación de Brasil provocó sorpresa y enorme euforia en varios sectores de la sociedad, transbordándose instantáneamente a las redes sociales. Pero quizás muchos de los entusiastas partidarios de Dilma Rousseff desconozcan las opiniones críticas del elegido acerca de temas cruciales para la jefa de Estado como el programa social de salud Más Médicos y el propio régimen de La Habana.
Para conducir la Educación, Rousseff se decantó por un filósofo y profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Sao Paulo (USP), curiosamente en tiempos en que la corrupción parece derretir al país. Janine, de 66 años, timará posesión del cargo el próximo 6 de abril.
En el 2013, cuando aún no soñaba con el ejecutivo y a raíz del lanzamiento del Más Médicos, Janine valoró positivamente el aspecto humano del programa, pero no pudo dejar de criticar el régimen de remuneración a que son sometidos los médicos cubanos. Los 11,429 cubanos de la misión médica en territorio brasileño representan el 80% de los participantes.
Al estilo imperial
En esa ocasión, Janine escribió en su página de Facebook que el hecho de que el dinero no sea pagado directamente a los médicos y en su lugar se le entregue al gobierno cubano, le recordada un régimen de esclavitud del Segundo Reinado del Brasil Imperial, donde los llamados esclavos a sueldo vendían sus servicios en el mercado y restituían una parte de las ganancias a sus dueños.
“El gobierno cubano los renta, recibe su parcela, los controla y les entrega apenas una parte. Eso no me gusta nada”, indicó el académico en un debate en las redes sociales.
El hoy flamante ministro defendió también que los médicos cubanos se sometiesen al examen de revalidación del título, un requisito para ejercer la profesión en Brasil del que los profesionales de la isla fueron exonerados por el actual convenio, lo que se mantiene como principal punto de discordia entre el gobierno y los gremios médicos de la nación suramericana.
Cambio de política
Janine sustituye a Cid Gomes, ex gobernador del estado de Ceará y aliado político de la presidenta, obligado a renunciar tras una acalorada discusión con el presidente del Congreso, cuando apenas cumplía 77 días en el cargo.
La convocatoria para el Ejecutivo a una figura como Janine representa una excepción y rompe con el clientelismo político contumaz y pragmático que definió la elección de los otros 38 ministros de Rousseff, escogidos entre las filas del propio Partido de los Trabajadores o entre aliados que componen su base mayoritaria del Congreso.
El descontento general con la política tradicional, ampliamente manifiesto por la población de todos los colores políticos, y el propio desgaste que sufre la presidenta – con apenas 12% de aprobación- se transformaron en simpatía hacia un hombre sin filiación partidaria.
Renato Janine Ribeiro parece ser hoy, aun sin juramentar el cargo, la cara simpática de este gobierno, la panacea para uno los sectores públicos más deficientes, la salvación de la “patria educadora” anunciada por Rousseff para su segundo mandato, la luz al final de páginas y páginas de diarios desbordados de noticias de corrupción, la “última esperanza” de hacer valer un voto que solo se podrá repetir en 2018 o la renovación de la fe en la capacidad de discernimiento de la jefa del Estado.
Las cosas por su nombre
El hombre de Sorbonne en el gobierno Rousseff llega con tareas ciclópeas, justo cuando su carpeta sufre el mayor corte presupuestario entre todos los ministerios, dentro de la política de reducción de inversiones y ajuste fiscal puesta en marcha por el gobierno.
Sin embargo, el gran desafío del ministro-filósofo podría ser conciliar la praxis de la política de Brasilia, inclinada a saborear ventajas a toda costa, con la ética que tanto aprecia por oficio.
Sobre las dictaduras, Janine no parece separarlas por colores políticos; ninguna es benigna. La definición del filósofo no deja dudas: “Ser tutelado por un idiota no es nada bueno. Y eso sucede en Cuba, por supuesto. Nos guste o no. El despotismo lúcido (suponiendo que fuese el caso cubano) se mantiene poco tiempo lúcido. Pronto los más idiotas o los más canallas toman el control y todo se va cuesta abajo”.
Divergencias así pueden resultar insalvables en un gobierno acostumbrado a cerrar filas y con tradición de simpatía hacia el régimen cubano. Del otro lado, por principio, lo ético no suele admitir relativizaciones.

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