Sainete y mortaja: Chávez al Panteón junto a Simón

El presidente encargado Nicolás Maduro deposita la espada de Bolívar sobre el féretro de Hugo Chávez el pasado viernes en la ceremonia fúnebre en la Academia Militar de Caracas.

El presidente encargado Nicolás Maduro deposita la espada de Bolívar sobre el féretro de Hugo Chávez el pasado viernes en la ceremonia fúnebre en la Academia Militar de Caracas.

Por Sergio Valdivieso

CARACAS.- Jugada cantada desde la víspera: los chavistas forzarán a un cambio en la Constitución para trasladar el cuerpo de Hugo Chávez al Panteón Nacional donde yacen los restos del libertador Simón Bolívar.

La propuesta de enmienda constitucional se anunció el domingo en un país convulsionado por la muerte del caudillo bolivariano, los atareos de la prolongación del velatorio, el plan de momificación del cadáver y las maniobras políticas el gobierno que encabeza ahora Nicolás Maduro.

Fue una jornada de sucesos vertiginosos y de dislocación de las noticias. Pero la petición que se hará este martes a la Asamblea Nacional no tomó a nadie por sorpresa.

De acuerdo con las norma constitucional vigente (Artículo 187 de la Carta Magna), la adición de un mortal al Panteón donde reposan los héroes y los nombres ilustres de la patria debe esperar por 25 años después del fallecimiento. Pero en el caso de Chávez ya sabemos que todo es a marcha forzada, como si el mundo se fuera a acabar para sus seguidores y no hubiese tiempo para la reafirmación del legado del líder.

Así lo anunció el presidente inducido, Nicolás Maduro. Lo discutirá la Asamblea Nacional, que es decir lo mismo que lo aprobará sin chistar la Asamblea Nacional, mayoreada por el oficialismo y en camino a convertirse en un plácido mecanismo de tramitaciones gubernamentales.

Argumento excepcional

La iniciativa corresponde a las “fuerzas progresistas, democráticas, patrióticas y revolucionarias del bloque chavista” ante el Parlamento y corresponderá convocar a la enmienda constitucional en 30 días.

Maduro tiene un argumento excepcional, es decir, excepcionalmente populista y socorrido, pero la historia no admite consultas científicas en momentos de euforia nacional: “El pueblo venezolano lo ha planteado abrumadoramente”.

Tiene también la consigna para azuzar la propuesta: “Chávez al panteón junto a Simón”. Según el flamante presidente, es “la consigna de un pueblo”.

Y abrumadoramente se hará. Si las cifras del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE), Maduro gobierna con el respaldo de un 54 por ciento de sus compatriotas, un mar de gente que están hoy arrastrada por los furores de la resurrección de un líder que auguró derrotar al cáncer y vivir muchos años. Los chavistas debieran recordarlo, pero en la avalancha de decisiones, la evidente división del país parece no contar para estos señores que prometen la gloria mientras el país se encamina al desastre económico y financiero en medio de una galopante improductividad.

Pero las urgencias económicas y productivas, parece decirnos Maduro, pueden aguardar por ahora, cuando lo más perentorio resulta el traslado del cuerpo del patriarca muerto hacia el Cuartel de la Montaña, desde donde se fraguó la intentona golpista del 4 de febrero de 1992. Será este viernes, sin falta.

El reto de Capriles

Mientras el sainete y la mortaja siguen de la mano, el país se alista para las elecciones del 14 de abril. Maduro es el candidato ratificado por el Partido Comunista de Venezuela, que este domingo celebró su XII Conferencia Nacional.

Las cartas están sobre la mesa, porque la jornada sirvió también para que Henrique Capriles aceptara el reto de inscribirse como candidato de la oposición en un discurso que sacó ronchas al oficialismo, pero que fue a la vez un atisbo prometedor para las batallas que se avecinas en las semanas venideras.

En su discurso de aceptación de la candidatura, el gobernador de Miranda puso el dedo sobre la llaga sobre la muerte cantada de Chávez y las acciones de ocultamiento, tergiversaciones y medias verdades con las que las principales cabezas del oficialismo trataron de adormecer y esperanzar a los partidarios chavistas.

Porque a estas alturas de la mojiganga chavista las preguntas empiezan a emerger entre la población menos fanatizada, incluyendo a chavistas de cierta racionalidad. ¿Quién podrá sostener en una análisis sereno de lo ocurrido tras la evidencia demoledora de la muerte, que Chávez firmaba documentos y sostenía reuniones por cinco horas con su gabinete? ¿Tenían o no razón los médicos que, como el doctor Víctor Flores García, pronosticaron entre 12 y 18 meses de vida para el mandatario, en octubre del 2011? ¿Y ciertamente es creíble la rápida mortaja de un cadáver que va a ser sometido al embalsamamiento?

Escozor de los chavistas

“Todo esto que está pasando, todo esto estaba fríamente calculado, cuándo iban a hacer las elecciones, cronograma de todo lo que era el proceso electoral… Nicolás le mintió a este país durante los últimos meses”, enfatizó Capriles, que inteligentemente apuntó a la actual cúpula gobernante como la responsable por la devaluación de la moneda, eximiendo al difunto por una medida que presuntamente no tomó.

Las referencias de Capriles crearon inevitablemente el escozor de los chavistas y Madudo salió amenazante minutos después por la televisión estatal. Acusó a Capriles de alentar la violencia, y de intentar manchar de sangre y muerte el proceso electoral.

Hubo una amenaza que no debe perderse de vista: la consideración de la familia Chávez de presentar acciones judiciales contra el candidato opositor por supuesta difamación.

Pero este no es más que el comienzo de una porfía cuesta arriba que con tintes de culebrón político promete adueñarse del escenario venezolano y de sus medios de comunicación.

Y junto con esta batalla por el poder con Chávez de cuerpo presente, habrá que desmenuzar y asimilar poco a poco cuanto ha sucedido. Los pueblos pueden cegarse en circunstancias de orfandad y temor ante la partida de un hombre que concebían como un llanero invencible, pero a la larga los venezolanos querrán la verdad, toda la verdad.

Para Venezuela parece haber llegado otra hora de los hornos.

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