Venezuela, réquiem por la ilusión democrática

Los diputados María Corina Machado y Julio Borges, víctimas de la embestida oficialista en la Asamblea Nacional de Venezuela.

Los diputados María Corina Machado y Julio Borges, víctimas de la embestida oficialista en la Asamblea Nacional de Venezuela.

Por Sergio Valdivieso

El grotesco espectáculo ocurrido el martes en la Asamblea Nacional de Venezuela le está dando la vuelta al mundo, con una evidente conclusión para aquellos que incluso tratan de mirar equilibradamente el curso del chavismo a lo Maduro: el oficialismo acaba de sepultar la ilusión democrática en el país y los golpes a la institucionalidad han dejado de ser menciones metafóricas para convertirse en trompadas de matones bajo el camuflaje de diputados.

Al menos nueve diputados de la oposición han resultado golpeados, pateados, ultrajados por las hordas chavistas, con la anuencia del principal instigador de este vergonzoso zafarrancho, el señor Diosdado Cabello, quien de presidente de un Parlamento ha terminado en adalid del fascismo cotidiano que trata de imponer el gobierno.

Entre los diputados que tuvieron que ser atendidos luego de la andanada en el hemiciclo están Julio Borges, María Corina Machado, Américo de Grazzia, Nora Bracho, Ismael García, Eduardo Gómez Sigala, Homero Ruiz, Luis Barragán y Abelardo Díaz. Borges, Machado y Bracho son visiblemente los más afectados, con patadas en el piso recibidas por las dos mujeres.

También se reportaron como lesionados en la trifulca los parlamentarios oficialistas Claudio Farías, Odalis Monzón y Nancy Ascencio.

Maniobras del totalitarismo

En el mejor estilo de las maniobras totalitarias, las cámaras de ANTV repasaban el techo y el Escudo Nacional del recinto mientras se desataba la golpiza. Se suspendió el audio y el acceso a internet desde los teléfonos celulares quedó afectado en la sala de prensa. Las puertas del hemiciclo fueron cerradas para evitar la salida de los agredidos y en las afueras del edificio apareció, en la mejor tradición de las dictaduras latinoamericanas, un cordón de la Guardia Nacional.

Sin embargo, la era de la internet es implacable con los mentirosos y algunas filmaciones desde teléfonos celulares comenzaron a difundirse por parte de los afectados.

Está claro que las imágenes no dejan bien parado al oficialismo y al señor Cabello, que salió del lugar escoltado por agentes policiales. Solo a un corresponsal cubano de Telesur llamado Rolando Segura se atrevería a tuitear, a espaldas de lo ocurrido, que “varios diputados oficialistas fueron agredidos durante la plenaria donde se discutían cinco créditos adicionales”. Así que, si teníamos alguna duda, ya tenemos claro el papel que jugará Telesur en los días que están por venir en Venezuela.

Los hechos están sobre la mesa, impresos en los periódicos y difundidos en la televisión y las redes sociales. Luego de varias jornadas de amenazas, insultos y bravuconerías de general trasvestido en legislador, Cabello hizo cumplir su prédica fascistoide. No hablarían los diputados que no reconozcan al presidente Nicolás Maduro, quien por esas horas estaba disfrutando de otro circo más sofisticado: una función especial del Cirque du Soleil junto a la primera dama Cilia Flores y otros 10 mil de sus seguidores. Una movida de “puro socialismo”, según declaró después.

Así las cosas, la sesión parlamentaria citada para las 2 p.m. se inició casi tres horas después. Al llegar a sus puestos, los diputados de la oposición comprobaron que la advertencia de Cabello se había consumado. Les habían cortado los micrófonos de sus curules, una manera muy gráfica y prepotente de silenciarlos. La bancada del chavismo entró cerca de las 5 de la tarde, con Cabello al frente, luego de acordar lo que sería el comportamiento en el hemiciclo.

Radicalización forzosa

Los opositores sacaron un cartel con el lema de “Golpe al Parlamento” e intentaron hacerse oír. Lo que vino después fue la espeluznante reyerta que pone fin, de hecho, a toda posibilidad de comunicación civilizada entre el oficialismo y la oposición.

No hay que darle más vueltas al asunto. La radicalización forzosa anunciada por Maduro horas después del anuncio de su controversial triunfo en las urnas y el reforzamiento de su alianza con Cuba se materializa, como ninguna otra ejecutoria gubernamental, en esta bofetada a la institucionalidad y al respecto de la voluntad ciudadana.

A partir de ahora será muy difícil continuar creyendo en una opción de diálogo con el gobierno cuando los personeros del régimen incitan a acallar por la fuerza y desde la impunidad que creen les da el poder. Eso no tiene otro nombre: dictadura, no importa si se vista de guayaberas rojas o baila al ritmo de la timba cubana (cualquier asociación con Los Van Van, que andaban por Venezuela en estos días, no es pura coincidencia).

Como en otras de sus salidas demagógicas y ambivalentes, Maduro llamó “provocadores” a los diputados opositores, y llamó a evitar la violencia y la “sampablera” que se armó ayer en la Asamblea Nacional.

“Eso no puede repetirse. Conversamos personalmente con el compañero Diosdado Cabello y él va a tomar las medidas de autoridad y disciplina para que no se repitan hechos como ese porque nosotros tenemos que buscar la paz, la convivencia, el respeto a la constitución, a las leyes, a las ideas, la tolerancia, tolerancia infinita”, afirmó Maduro.

¿No puede repetirse?

Pero el “no puede repetirse” de Maduro no significa espacio para sus contrincantes, a los que sigue llamando fascistas, incluso en su reciente viaje a La Habana para firmar 51 convenios de colaboración con Raúl Castro. Fue allí, en un discurso que debe quedar como otra prueba del sometimiento y el entreguismo, que el nuevo presidente evocó a Pinochet para recordarle a los opositores que los seguidores del dictador chileno implantaron los cacerolazos contra el gobierno de Salvador Allende, pero “no atacaban a los colaboradores cubanos” que estaban en el país.

Lo que atormenta a estos señores y a las viudas del chavismo que cotorrean en los medios oficialistas -incluyendo la adocenada prensa cubana- es cómo de la noche a la mañana el oficialismo perdió, según las estadísticas del Consejo Nacional Electoral, casi un millón de votos en escasos seis meses. Para la retórica madurista el país tiene 7.2 millones de fascistas y habrá que trabajar fuertemente para reconvertirlos a las huestes del presidente eterno Hugo Chávez, ese Morador de la Colina del que cada vez se habla menos entre los venezolanos de a pie.

El 30 de abril debe quedar fijado desde ya como la fecha en que la barbarie oficialista se quitó la careta. A los venezolanos les queda aún la batalla cívica y la defensa de los resquicios de institucionalidad creíble que perviven en la nación. Pero estos golpes en el Parlamento son una señal terrible e inequívoca de que la ilusión democrática terminó.

Ojalá y los acordes del réquiem anunciado ayer puedan ser ahogados por los retumbes de un cacerolazo infinito.

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