Venezuela desde el cristal cubano: torpeza y brutalidad

EstatuaChavez

Estatua de Hugo Chávez, decapitada este miércoles en el Táchira.

Por Carlos Cabrera Pérez

La muerte de un ciudadano español, otro herido y la valiente petición de Panamá de que la OEA se reúna para analizar la crisis de Venezuela confirman que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello son más torpes que un cerrojo y que la asesoría castrista no funciona porque sabe cómo prevenir, pero nunca ha manejado bien estallidos como el Mariel y el Maleconazo.

Maduro y su equipo han hecho una lectura errónea de los resultados electorales, que indicaban claramente que la sociedad venezolana estaba polarizada y que los votantes no se identifican con él como con el fallecido Hugo Chávez. Aunque en la escalada de la crisis, el difunto Comandante-Presidente también está recibiendo los embates del deterioro chavista. Los hechos están a la vista, con crudo simbolismo: este miércoles hemos presenciado la decapitación y derrumbe de una estatua suya en una plaza de San Antonio, en el estado de Táchira,

Tender puentes, evitar el barullo

Cuando uno gobierna -incluso con amplio respaldo- su éxito consiste en tender puentes, generar consensos y evitar el barullo y las crisis. Paradójicamente, Maduro actúa como un bombero pirómano y Cabello ha tenido que pasar de la expectación gozosa de ver cómo su rival se mataba el mismito, como Chacumbeles, a tener que bajar al ruedo y enfangarse.

El apoyo del que disfruta Cabello es el soporte que le dan militares mediocres como él, que jamás habrían llegado a altos puestos por su escasa valía profesional, aunque comparten con su referente el mismo afán boliburgués de enriquecerse con variadas actividades, incluida la protección a determinados narcotraficantes.

Quizá los asesores cubanos y el propio Raúl Castro hayan intentado, sin éxito, persuadir a Maduro de que el nuevo mapa electoral aconsejaba prudencia y generosidad. No era momento de tensar cuerdas, sino de trabajar por recuperar el voto fiel a Chávez.

La Habana sabe desde hace dos años o más que el maná venezolano se agotaba debido a la errónea política chavista de comprar votos con tratamientos médicos gratis y becas educativas. Por eso Raúl Castro ha intentado no tensar la cuerda con Washington, y apoyarse en Brasil y Colombia.

Pero ni con esa prudencia, el raulato ha conseguido impedir el brote de una fuerte corriente anticubana en la oposición y amplios sectores venezolanos, incluidos estudiantes y gente de la calle, que culpa a Cuba de sus desgracias.

Embajador en Washington

La prisa de Maduro en designar a un nuevo embajador en Estados Unidos, responsabilidad que ha recaído en Maximilien Sánchez, ex embajador en Brasil y asesor del propio presidente en temas Internacionales parece obedecer a la sugerencia cubana de bajar tensiones, en vez de abrir frentes.

Aunque ya el propio mandatario venezolano se encargó de criticar al “imperio”, como hizo Raúl Castro en su desacertado discurso de clausura del recién concluido XX Congreso de la CTC congreso sindical, en el que responsabilizó a la Casa Blanca y a la Unión Europea de la crisis venezolana, como si los problemas de desabastecimiento, restricciones de la libertad de expresión y reunión y el descontento popular, pudieran exportarse desde Washington o Bruselas.

De hecho, ahora mismo Lula está en La Habana y seguramente que hablarán de la tragedia venezolana y del acierto raulista de no recibir a Edward Snowden, de buscar zonas de entendimiento con Washington, de negociar con la Unión Europea y de intentar matizar con algunos toques de sensatez el manicomio económico castrista.

Excepción hecha con los precios de los automóviles, las tarifas de Internet para teléfonos móviles y los alquileres de inmuebles vacíos por años y al que los cubanos han tenido vedado al acceso debido al sinsentido castrista del apartheid contra su propio pueblo.

Lecciones de Angola y el Mariel

Una política de precios debe estar respaldada por la economía real. Por tanto, los cálculos basados en que un extranjero o cubano residente en el exterior alquile a su novia, novio, y familiares un apartamento en Miramar -mal construido y a precio de Miami- es como el que tiene un tío en Alcalá, que no tiene tío ni tiene nada.

Y la estrategia de La Habana de no tensionar era la correcta para sus intereses y su experiencia, mucho más efectiva en evitar fuegos que en apagarlos, una vez que han estallado, como ocurre ahora mismo en Venezuela.

Los muertos de la guerra de Angola y la estampida de El Mariel fueron los primeros cismas en el apoyo popular masivo de los cubanos al castrismo. Fidel Castro calculó mal y quitando los custodios de la Embajada de Perú abrió una sangría que aún duele a Cuba.

En 1980 no emigraban batistianos y burgueses, sino trabajadores e intelectuales hartos de las prácticas de una dictadura comunista que les negaba su condición de ser adultos libres y tomar sus propias decisiones.

El discurso oficial de que eran “antisociales”, provocó que la sociedad cubana viviera la tragedia de mítines de repudio al estilo maoísta, en los que familiares, amigos y vecinos agredían al prójimo. El castrismo aprovechó y vació cárceles, pero la mayoría de los 125 mil cubanos emigrados era gente decente.

Alharaca antifascista

En 1994 el Maleconazo provocó la llamada Crisis de los Balseros. El mundo contempló asombrado cómo el paraíso igualitario seguía escupiendo a personas hartas del lavado de cerebro y de una vida sin futuro, con los agravantes de hambre y de deterioro general de la vida cubana.

De ambas experiencias -su crisis económica estructural y su escaso tiempo político- La Habana optó por un modelo de bajo perfil en sus consejos al chavismo, pero sus discípulos han mostrado que son muy buenos en la alharaca antifascista, aunque muy malos gobernantes.

En política real el arte de gobernar consiste en no generar problemas, sobre todo, cuando una política previa ha polarizado a la sociedad hasta extremos insostenibles de 16 muertos y cientos de heridos, hasta hora.

La mayoría de muertos y heridos, los asesinos, los agresores y sus victimas, son venezolanos. Por tanto, estamos ante un gobierno populista que ha dilapidado en pocos meses el supuesto o real éxito electoral que cosechó en las pasadas elecciones.

Salvo que Maduro, Cabello y su gente están persuadidos de que todo el que discrepa es fascista o sospechoso; entonces poco margen queda al entendimiento y mucho para una indeseable guerra civil.

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