Victoria pírrica de Maduro abre era de incertidumbre en Venezuela

Nicolás Maduro y su esposa, la Procuradora General Cilia Flores, comparecen el domingo al Cuartel General  de Caracas para orar junto a los restos de Hugo Chávez.

Nicolás Maduro y su esposa, la Procuradora General Cilia Flores, comparecen el domingo al Cuartel General de Caracas para orar junto a los restos de Hugo Chávez.

Por Sergio Valdivieso

Tras una prolongada espera de la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la palabra de su presidenta Tibisay Lucena, Nicolás Maduro fue proclamado a la medianoche del domingo como ganador en los comicios presidenciales en Venezuela.

La proclamación de la victoria de Maduro fue con una mínima mayoría del 50.66 por ciento de los votos escrutados contra el 49.06 por ciento de los alcanzados por el candidato opositor Henrique Capriles Radonski. Esto quiere decir, siguiendo con los números de Tibisay, que el presidente en funciones recibió el respaldo de 7,505,338 votantes y su rival, 7,270,403. La diferencia es de apenas 234,935 votos, cuando se había recopilado el 99 por ciento de las actas de los colegios electores.

Los resultados de esta elección dejan un panorama de total incertidumbre entre los venezolanos y una Venezuela más dividida que nunca. Y deja también un país en ascuas entre la proclamación de victoria de Maduro y la lógica negativa de Capriles a reconocer los resultados de una votación demasiado cerrada para ser creíble.

Pero más allá de partidismos y posicionamientos de bando, ¿ganó realmente Maduro? ¿Qué se desprende de una votación tan cerrada en un país simétricamente dividido en sus preferencias políticas? ¿Quién puede proclamarse victorioso en esta jornada electoral?

Malas noticias para el chavismo

Nunca con mejor precisión cabe el calificativo de pírrica para la victoria enarbolada por Maduro. Si con toda la maquinaria oficial engrasada a sus pies, un aparato de propaganda sin límites y los beneficios del cadáver aún calenturiento de Hugo Chávez en su regazo -poniendo el pajarito aparte-, el candidato del gobierno no fue capaz de remontar a su rival por el margen de la paliza que prometía en su campaña, algo anda mal, definitivamente muy mal en los predios del chavismo.

El anunciado triunfo de Maduro es ínfimo para el esfuerzo realizado y se revierte en más daño para el vencedor que para el vencido. Sólo bastaba mirar el rostro de sus seguidores en el discurso de proclamación y poner oído a las palabras justificativas del actual presidente para percibir que las preocupaciones son profundas, y que aun aceptando que la votación fue como registra el CNE, resulta vergonzoso cantar rotunda victoria cuando la diferencia de votos podrían inclinar la balanza hacia uno u otro bando en un recuento.

No es de extrañar que en su intervención, Maduro se mostrara extremadamente conciliatorio, repitiendo el llamado a la paz y la tolerancia entre los venezolanos. Aceptar y pedir la auditoría no es en este caso un acto de valentía y seguridad, sino de necesidad para legitimar momentáneamente los resultados ante el propio pueblo venezolano y una comunidad internacional para la que será difícil tragarse esta guayaba madura.

En tales circunstancias, no quedaba otra para Capriles que desconocer los resultados y reclamar un conteo de todas las actas y todos los votos. La oposición, según dijo Capriles en su discurso luego de conocer el veredicto del CNE, detectó y documentó 3,200 irregularidades en la jornada electoral y no reconocerá triunfo alguno hasta que no se abra cada caja y cada voto sea recontado.

Resultados contrapuestos

De hecho, los conteos de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) reflejan un resultado completamente distinto al del CNE.

Habrá que seguir de cerca el concepto de revisión total que tratará de buscar la oposición y la definición de auditoría que concibe el oficialismo. No habían pasado minutos de la solicitud de Capriles, cuando el jefe del Comando de Campaña  Hugo Chávez, Jorge Rodríguez, se apresuró a aclarar “auditoría no significa contar las papeletas una por una”.

Maduro no pretende perder tiempo en la espera. Ya anticipó en su discurso lo que tratará de avanzar, incluso con la auditoría en curso: “Ahora el plan de la patria -dijo- entra en una fase de aceleración y de contribución”.

“El gran derrotado de esta noche es usted y su gobierno”, le dijo Capriles anoche a Maduro. “Aquí la foto del país es otra, y respeto al pueblo que votó por la otra opción, pero exiijo respeto al pueblo que votó por nosotros. El país está en dos mitades.

Y los propios números del CNE parecen darle la razón. Seis meses atrás, en la victoria del 7 de octubre, Chávez retuvo la presidencia con 8,135,192 votos, es decir, con el 55.25 por ciento de apoyo. Capriles perdió entonces por un margen de 11 puntos, con 6,498,776 votos (44.14 %).

Para cualquier bloque político, la pérdida de 629 mil votos en menos de un año es una debacle de proporciones catastróficas, por muchas vueltas que los ideólogos del chavistas o sus acólitos de la Mesa Redonda de la televisión cubana se esfuercen en demostrarnos ahora que están calmados y seguros con los resultados.

El chavismo ha sido el gran derrotado de la jornada, por mucho que grite victoria. La mística de Hugo Chávez que pudo impulsar y aglutinar votos para esta contienda no será para siempre. Y Maduro y sus colaboradores más cercanos lo saben.

El escenario venezolano promete capítulos interesantes para los próximos días. La elección de este domingo fue solo el detonador de una verdad que se veía venir cerros abajo y que hoy no puede tapar siquiera la galopante retórica del populismo: Maduro está desnudo. No habrá chavismo sin Chávez.

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