Yamilé Aldama y el sueño de llegar a su sexta olimpiada

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La triplista Yamilé Aldama durante la entrevista en Londres. Foto: Iris Cepero.


Por Iris Cepero
LONDRES.- Cuando en julio del 2014 Yamilé  Aldama salga al terreno  del estadio de Glasgow a competir por Escocia en triple salto en los XX Juegos del Commonwealth, estará rompiendo un nuevo récord: haber representado a cuatro diferentes naciones en eventos mundiales de atletismo. Y quizás también el récord de edad, pues en ese momento la actual campeona mundial de triple salto bajo techo estará a pocos días de cumplir 43 años.
Con unos 62 kilos de peso y 1.72 de estatura, “no soy ni muy alta, ni muy fuerte, ni muy rápida”, y capaz de saltar 15,29 metros -su mejor marca al aire libre, en Roma en el 2003-, Aldama compitió por Cuba durante los primeros 15 años de su carrera como saltadora, desde el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Atletismo Juvenil en 1988, en el que obtuvo oro y hasta el 2003, cuando alcanzó plata en el Mundial de Montecarlo, Mónaco.
Durante siete de los 10 últimos años, Aldama compitió en eventos internacionales por Sudán, país donde nunca ha vivido y finalmente, desde el 2011, por Gran Bretaña, donde ahora reside con su esposo y dos hijos.
El año 2000 marcó la diferencia entre lo que pudo haber sido una carrera profesional extremadamente exitosa pero común para un atleta de alto rendimiento -si descontamos la peculiaridad  de ser cubana- y la de una vida que daría un buen guión cinematográfico.
Perdidamente enamorada
Más allá de las acostumbradas lesiones que sacan a un atleta de una competencia a última hora o los inevitables días malos, Aldama, quien ha obtenido 21 medallas en eventos deportivos mundiales y regionales, ha competido en cinco olimpiadas sin obtener medalla alguna. La medalla olímpica más cercana fue en Sídney 2000, donde saltó 14,90 en las eliminatorias, pero quedó cuarta en la final.
Semana después de las Olimpiadas de Sídney, en La Habana, sin novio, corriendo Vía Blanca en una moto “casi todo el mundo en La Habana me conocía como la atleta que anda en moto por ahí”, conoció a Andrew Dodd, un escocés, productor televisivo que estaba en Cuba para aprender español.
“Me enamoré, no te digo que a primera vista, pero sí perdidamente. Nos habíamos conocido  hacía apenas unas semanas cuando me propuso matrimonio. Días después, apenas él se fue para Londres yo noté que estaba embarazada. Y me digo, ¡Ay mi madre!”, relata Aldama. “Yo tenía planes de ir al mundial bajo techo en Lisboa en el 2001 y me pregunto ¿qué pasa con esto si voy a parir? Durante esas semanas yo seguía entrenando, pero mi cabeza estaba en otra cosa, en mi rubio que andaba por Londres, en el bebé en mi barriga”.
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Con Amil, su hijo mayor. Foto: Iris Cepero.


La boda fue a inicios del 2001 en el Hotel Nacional: “Sotomayor me  consiguió el hotel y hasta Pablito Milanés cantó en mi boda. Es uno de los días más felices de mi vida”.
Los otros dos días más felices han sido el nacimiento de Amil, su primer hijo y la medalla de oro en el Campeonato Mundial bajo techo de Estambul, una década después, en marzo del 2012.
Ocho meses le tomó salir de Cuba: “Yo empecé a pedir el permiso de salida apenas me casé  para que mi niño naciera en Londres, pero no pudo ser. Me pasaba el día entero en el INDER tratando de hablar con Humbertico, [Humberto Rodríguez, ex presidente del INDER]. Y nada”.
El niño nació en el Hospital Naval de La Habana, el 17 de septiembre del 2001.
Llegó a Londres con 28 años, “sin saber exactamente lo que me esperaba fuera”.
“Era joven pero podía haber terminado la carrera ahí. Al llegar aquí  estaba cómoda, la casa, la familia, me habían regalado un carro, que era mi ilusión, estaba aprendiendo inglés, todo estaba bien”, recuerda la atleta.
Entrenador y familia
Uno de los primeros contactos profesionales en el Reino Unido fue con Frank Attoh, un famoso entrenador ghanés que ha preparado a varios campeones mundiales de triple salto, ex saltador él mismo. “Yamilé  Aldama, sí, yo la vi en Sevilla en el 99, esa muchacha salta super bien, pero corre lentísimo; si yo la puedo hacer correr más rápido, saltaría durísimo. Que venga mañana”, fue la respuesta de Attoh a la llamada telefónica donde le hablaron de ella. Diez años después, Attoh sigue siendo su entrenador y más aún, el amigo y la familia que tanta falta le harían en los meses y años siguientes.
El  grupo de atletas de Attoh entrena a las siete de la noche en un estadio en el norte de Londres. La primera vez que Aldama llegó a un entrenamiento era diciembre, traía un niño de tres meses en el coche “y hacía un frío que pelaba”.
“Yo me dije, ¿cómo esta gente puede entrenar así?”, rememora. “Yo no voy a entrenar ahí, se me puede partir un hueso. Frank replicó: Bueno, nosotros entrenamos ahí en el frío y en el verano; eso es lo que hay. Eso te hace más fuerte”.
Y así comenzó su adaptación al entrenamiento en Londres: “Es la época de  adaptación, para coger más resistencia, luego empieza la etapa más técnica. En Cuba yo entrenaba para saltar, en mi época se usaba el método ruso, los atletas son más lentos porque tienen mucha masa muscular y no se trabaja mucho la velocidad. Yo saltaba duro por la técnica, pero corriendo nunca fui buena. Aquí empecé  a correr y siempre llegaba de última, yo pensaba, hasta una vieja de 90 años me gana a mí, que he estado en tantos eventos mundiales, esta gente de barrio me gana”.
Un golpe inesperado
En julio del 2002, cuando su hijo no había cumplido un año, la policía llegó a su casa y detuvo a su esposo, acusado y posteriormente condenado a 15 años de cárcel por tráfico de drogas, de los cuales cumplió siete y medio.
De la noche a la mañana se convirtió en una madre soltera, una inmigrante con un inglés rudimentario, sin dinero ni familia. Aun así, durante cuatro o cinco días a la semana manejaba dos horas para ir al entrenamiento, muchas veces atrapada o simplemente perdida en el tráfico de una ciudad desconocida, con un bebito llorando en el asiento trasero.
“El cambio fue radical, todos los planes, la vida que había deseado, que no era perfecta pero es lo que hubiera deseado para mí, se acabó. En un minuto se viró la tortilla, yo me preguntaba, por qué a  mí, por qué. Fueron días y meses muy duros, pero tenía muy claro que para atrás no viraba. Llegas a Cuba con el rabo entre las piernas y la gente dice ‘mira a esta lo que le pasó’. Yo me dije, no tengo que darle explicaciones de nada a nadie. Yo voy  a lidiar con lo que me toca y por supuesto, mi familia en Cuba no se puede enterar. Yo llamaba a Cuba y mi madre me  decía, ¿Hija cómo estás? Bien, súper bien, trabajando, no te preocupes. Así un año entero, la gente pensando que yo estaba bien. Fue un tiempo fatal”.
La fuerza necesaria
Pero seguía saltando. Cuando su esposo fue finalmente sentenciado y ella compartió  la verdad con su familia, estaba saltando como nunca antes, por encima de los 15 metros: “El deporte es así, yo no sé en otras ramas, pero  yo me alegro haber nacido en Cuba y haber nacido pobre (padre camionero, madre obrera de una fábrica textil, la sexta de siete hermanos del Cerro), de  haber vivido lo que viví, porque te da la oportunidad  de tener esa fuerza, la convicción y la voluntad, que de no ser así no la tendría”.
La Olimpiada de Atenas se acercaba y Aldama, en excelente forma física, no tenía país por el cual competir. Ya no era parte del equipo cubano y no podía competir por Gran Bretaña, pues aún no llevaba el tiempo requerido para obtener la ciudadanía. Sudán se la ofreció y vistiendo uniforme sudanés  apareció en  Atenas 2004, donde quedó quinta.
“Yo tengo mucho que agradecer a los sudaneses. Necesitaba un pasaporte y aquí no me lo daban. Estaba en el  mejor momento de mi carrera y tuve la oportunidad de competir y no perder tantos años. Era un convenio, yo los puse en el mapa y los ayudé desarrollar otros eventos, a conseguir dinero para entrenar niños refugiados, llevé algunas figuras internacionales al país. Ellos no tenían mucho. Cuando yo empecé no tenían prácticamente ni equipo, iban a una Olimpiada con cinco o seis atletas en total”, relata.
En el 2004 rompió el récord sudanés con un santo de 15.28 metros. El convenio benefició a ambas partes, pero culturalmente era otro mundo para Aldama, y la convivencia con los deportistas sudaneses resultó a veces muy dura, por la diferencia de hábitos y costumbres.
Ciudadana británica
“Tengo sentimientos encontrados. Hubo cosas muy buenas. Además de la oportunidad de seguir compitiendo, conocí África, la vi casi completa, algo que  muchos atletas del resto del mundo no van a poder hacer. Estuve en Mauricio, un país precioso y muy turístico (medalla de oro en el Campeonato Africano, 14,71 m en el 2006), lugares terribles como el Congo (oro en el Campeonato Africano, 14,90m en el 2004), Sudáfrica, Senegal, Jordania, Egipto (Juegos Pan árabes del  2007 donde quedó segunda en salto alto). Estuve muchas veces en Etiopía (medalla de plata en 2008 con un salto de 14,36m). África me gusta mucho”.
En el 2010 obtuvo finalmente la ciudadanía británica, casi una década después de haber puesto un pie en tierras inglesas. Ese mismo año nació su segundo hijo, Diego. En el 2011 compitió por vez primera como parte del equipo británico en el Campeonato Mundial de Seúl, donde quedó quinta, con un salto de 14,50 metros.
Pronto llegaría la medalla de oro en el Campeonato Mundial de Atletismo bajo techo, en Estambul, en marzo del 2012″: “No solo fue la medalla de oro, ya yo tenía plata y bronce en copas del mundo bajo techo, pero coger oro con 39 años, en triple salto, es una cosa que demanda mucho del cuerpo, a esta edad es muy duro para un deportista.
El salto de 14,82 metros la convirtió en la mujer de su edad que más lejos ha llegado con un triple salto. Esa medalla de oro le garantizó su inclusión en el  equipo británico para las Olimpíadas de Londres cuatro meses después.
Soñar con Río de Janeiro
A pesar de estar en excelente forma y haber saltado 14,45 en las eliminatorias, la medalla olímpica se le escurrió, una vez más: “No cogí nada, tuve mala suerte, y no es que me quiera excusar, a mí no me gusta buscarme una  excusa, pero sé que estaba física y mentalmente lista para luchar por una medalla, sé que estaba bien preparada para luchar por una medalla, pero me lo impidieron muchos factores”.
Una contusión que venía arrastrando desde el 2005, el reposo necesario por una lesión en  el hombro en Estambul, la muerte del padre en Cuba unas semanas antes: “Cuando estás  mal y el cuerpo no da  más, no da más.”
El 5 de agosto del 2012 en la final del salto, luego del sexto intento, Aldama abandonó la pista del estadio de Strafford sin hablar con nadie, decepcionada con un salto  de 14,48 metros, por debajo de lo que esperaba de sí misma. Los espectadores la premiaron con un larguísimo aplauso. El reporte de The Guardian sobre la final del triple salto femenino se tituló “Cuban-born athlete does Britain proud at nearly 40”. En octubre, la Asociación Británica de Escritores de Atletismo le entregó el Premio Deportista Inspiración.
Londres fue la quinta olimpiada de Aldama, quien ahora, aunque parezca inverosímil, tiene los ojos fijos no solo en los Juegos del Commonwealth de Glasgow, el próximo año, sino en hacer equipo para Río de Janeiro 2016: “Déjame decirte, yo sé que la gente lo ve imposible, yo sé que la imagen en estos países es que cuando tienes 30 años ya eres desechable. Pero yo no creo en eso, yo creo en mí, yo voy a seguir. Aquí hay Yami para rato”.

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