A debate: Cómo acabar de una vez y por todas con el Paquete

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Jóvenes cubanos preparan sus memorias USB para cargar el último “paquete” descargado de la internet. Foto: AFP

Por Gustavo Arcos Fernández-Britto

El pasado fin de semana asistí al Foro sobre el gusto y el consumo audiovisual en Cuba, organizado entre otros, por la UNEAC y la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en el Pabellón Cuba. Aunque para la prensa y televisión, el único que habló fue Abel Prieto, muchos y bien serios fueron los criterios emitidos por otros especialistas e investigadores sociales presentes en el evento.

Preocupados por el impacto cultural y la extraordinaria expansión que ha tenido en apenas dos años el llamado Paquete de la Semana, los expertos expusieron sus puntos de vista sobre la circulación alternativa y los contenidos de estos productos de la industria cultural que son consumidos de manera cada vez más amplia por toda la isla.

Se habló de video juegos, de cine cubano, de televisión, de la crítica en los medios, de internet, la censura, las nuevas tecnologías, de proyectos comunitarios, de la enseñanza artística, de políticas culturales, crisis de valores, del paquete semanal y de su contraparte oficial, llamada, Mi mochila.

Dos posiciones al ruedo

En esencia el debate expuso dos posiciones: una, aboga por no dejar en manos “invisibles” la propagación de estos contenidos audiovisuales y en tal sentido, si no puede destruirse “El Paquete”, lo mejor será contaminarlo con productos “acordes con los principios de nuestra política cultural” que no puede ser entregada a las veleidades del mercado y el pragmatismo comercial. Resumiendo, no se puede ser ingenuos, pues… de buenas intenciones está hecho el camino del infierno. Del otro lado se plantea que gracias a las nuevas tecnologías y la multiplicidad de discursos culturales y artísticos, vivimos en un mundo donde el control centralizado y unívoco de la cultura ha dejado de tener sentido.

Los primeros estiman que tiene que existir una fuerza mediadora en esos procesos, es decir, un crítico, un especialista, un moderador, una institución que emita su voz de alerta a las masas, para que no consuman ciertos productos de contenidos “perversos”. Para los otros el arte y toda su producción tiene que tener una libre circulación, cada cual disfruta y consume lo que desee y ese mediador solo tiene sentido si aparece después de la obra, interactuando con los receptores, en un diálogo de iguales, intentando desentrañar “los misterios, o las trampas” del producto. Unos, ven al demonio por todas partes y otros… también, pero se divierten con él.

Como quiera que abordar cada asunto desde todas las aristas  requeriría mil páginas y una emisión del Paquete, me limitaré a compartir un grupo de observaciones o sugerencias:

1. Desconozco quién o quiénes son los autores materiales del Paquete. Hay todo tipo de “leyendas urbanas” sobre su origen y ¿siniestros? objetivos. Sin embargo, de manera simbólica, el Paquete es la respuesta popular a décadas de férreo control institucional o estatal sobre nuestros medios. Un signo del hastío con el que los espectadores cubanos reciben ya, todo ese discurso oficial, saturado de palabras y promesas que le llega a través de la prensa o la televisión. Prensa y televisión que van por un lado, mientras la vida real anda por otro. El Paquete o similares, son ideales para “desconectar” de nuestros dramas cotidianos,  una ventana abierta a otras prácticas culturales, otras formas de entender y percibir la sociedad, la información, el ocio y el entretenimiento. Son en definitiva nuestra Internet, nuestra conexión con el mundo.

2. Desde que nacemos estamos rodeados de imágenes. Ellas conforman nuestro ser, nuestra conciencia, memorias y pensamientos. En un mundo que legitima las apariencias y no las esencias, donde importa más la superficie de las cosas, que las cosas mismas, lo virtual que lo material, es irresponsable no incluir en nuestras escuelas, materias relacionadas con la Apreciación Audiovisual, el disfrute del Arte y las nuevas tecnologías. Si se quiere generar una conciencia crítica, un ser capaz de ir más allá de lo que ve, de disfrutar y también juzgar, hay que acabar de reconfigurar todo nuestro sistema de educación para que haga crecer a individuos con valores espirituales y humanistas, pero no para encerrarse en un castillo sino para dialogar con el mundo. La escuela debe ser un espacio para el aprendizaje pero también para la diversión. No un edificio que propague retórica, sacrificio, dogmas y aburrimiento que termina por deformar a los alumnos y enajenarlos de su entorno.

El melodrama nuestro de cada día

3. El ocio, el entretenimiento o el placer no son prácticas espurias en la conducta humana. La felicidad y la diversión no pueden estar apartadas del proyecto social cubano. El melodrama forma parte de nuestras vidas y también la frivolidad, la fantasía y la imaginación. Nadie tiene el derecho en nombre de ninguna ideología o fuerza, de escindir, controlar o supervisar las “dosis” de placer que les corresponden a los cubanos. Toda cultura tiene sus grandes hombres y mujeres, sus obras trascendentes y sus mitos, su Historia y su poesía. En ello va su identidad como nación. Pero esa es una jerarquía que debemos saber reconocer con el tiempo, no, a través de una imposición, un prejuicio o un dogma. Los productos audiovisuales de circulación alternativa colocan delante de nuestros ojos infinidad de artistas, filmes, juegos, libros, series y programas de tv ¿Debemos juzgar negativamente a alguien porque conozca toda la discografía de Lady Gaga y ningún tema de Silvio Rodríguez? ¿Deben todos los cubanos considerar a Carpentier o Lezama como sus autores de cabecera? ¿Es menos legítima la risa que proporciona un show de Alexis Valdés que la que genera Antolín el Pichón? ¿Alguien que en un juego de video, mate a rusos o árabes por decenas, debe ser considerado digno de un manicomio? Y hablando de juegos, hace 30 años ¿acaso era más noble jugar a los pistoleros y “matar” a nuestros amiguitos del barrio?

4. Como una letanía escuchamos una y otra vez hablar del pasado. Recuentos, memorias, historias de lo que fuimos, visitas a una época, que cuando conviene se añora o idealiza, cuando no, se sataniza. A los jóvenes se les habla todo el tiempo en pasado, imponiéndoles un discurso que legitima una época o una gesta que no es la suya. Hombres y sucesos construidos desde una perspectiva épica y encartonada donde no existen contradicciones, dudas, ni sombras. Agotados por esa retórica insustancial que discurre (y se escurre) durante sus años de estudio, muchos de nuestros jóvenes crecen con vagas referencias, sin mitos y sin leyendas. Tienen muchos héroes verdaderos, pero muy pocos, o ninguno, que los haga amar, soñar o fantasear. No debe entonces extrañarnos que aunque les enseñen a “ser como el Che” tengan en sus computadoras o celulares las imágenes de sus ídolos que se llaman Lobezno o Naruto.

5. La tecnología ha llegado para quedarse. Hay que entender que los ciudadanos tienen hoy en día múltiples formas de acceder y disfrutar de la cultura y esas formas no pasan solamente por el diseño de un modelo centralizado o estructurado desde una instancia de poder único. Los espectadores tienen hoy una mayor plataforma donde elegir y determinar cómo emplean su ocio o tiempo. También escogen a sus amistades, seres muchas veces virtuales con los que comparten juegos, sueños y aficiones. Ya hay más móviles en Cuba que teléfonos fijos y en poco tiempo dispondremos de más computadoras domésticas que televisores. Cada dispositivo brinda un mundo de posibilidades para el entretenimiento, la vida, el desarrollo profesional y la comunicación. Por tanto, el concepto que debe atenderse es el concepto de la Coexistencia. No se trata de imponer, o estigmatizar, los nuevos medios, soportes y tecnologías, se trata de entender que las opciones se han multiplicado, que hay nuevas y diferentes formas de consumo, nuevos espectadores y nuevas voces que están emitiendo los discursos culturales.

Si nuestros ideólogos no lo entienden…

6. Donde quiera que exista un vacío, una necesidad o expectativa insatisfecha, será un espacio, llenado, ocupado por otros que pueden ser, y no, “nuestros enemigos”. Ocultar una información, censurar una obra, es hoy tarea de necios. Mientras más empeño pongas en ocultar algo a la luz pública, mayor interés despertarás en los espectadores por consumirla. El “paquete” se renueva cada semana con cientos de gigabytes de informaciones, textos y filmes que provienen, por cierto, de todo el planeta. Una película que no se exhiba en nuestras salas, una noticia no tratada por la prensa, un suceso de gran impacto social pero aun oculto en los medios oficiales, un espectáculo deportivo no trasmitido porque en él participan cubanos que decidieron marcharse, nutren los paquetes audiovisuales. La curiosidad, el interés, el morbo y la necesidad de mantenerse al ritmo del tiempo es algo natural en los seres humanos. Si nuestros ideólogos no lo entienden ¡allá ellos!, lo veremos en el Paquete!!!

7. Una y otra vez escuchamos decir que la vulgaridad y la chabacanería se han instalado en nuestra isla. Las conductas marginales, la indisciplina social y el sálvese quien pueda se han convertido en preocupaciones de todos.  Hacer referencias una y otra vez al mal gusto de la población, los jóvenes o ciertos grupos sociales, nos impide ver las verdaderas causas de los problemas. Para resolverlos debemos empezar aceptando que son producto de la propia Revolución, pues esos jóvenes, “descarriados”, esa población con “mal gusto”, está compuesta en un 70 % de personas nacidas bajo el sistema socialista. No llegaron de otro planeta, no fueron implantados en nuestra isla desde el exterior. Lo que somos, para bien o mal, será resultado de nuestros procesos y no hay que culpar, ni al bloqueo, ni a los rezagos del pasado y mucho menos a los productos audiovisuales.

Mi Mochila vs el Paquete

8. Meses atrás las autoridades culturales y los representantes de organizaciones juveniles se reunieron para idear un proyecto institucional que le hiciera competencia o al menos sirviera de alternativa oficial al Paquete. Surgió así Mi Mochila. La idea era situar en los Joven Club de Computación y otros espacios, unos 300 gigabytes de materiales audiovisuales mayormente de procedencia nacional, seleccionados por su calidad artística y estética. ¿Cuántas personas saben que este proyecto existe? Tan pocas, que para asombro de muchos de los presentes en el Foro del Pabellón Cuba, ni siquiera los altos funcionarios de la cultura allí presentes estaban claros de su existencia. Y, ¿no se supone que haya partido justamente de ellos esta iniciativa? Otro detalle: De los 300 Gb solo se habían podido llenar poco más de 100, y… con materiales extranjeros pues las instituciones cubanas  (TV, ICAIC) no habían aportado las obras audiovisuales comprometidas. Resumiendo, ¿qué competencia real puede hacerle Mi Mochila al Paquete y otras formas de distribución alternativas, cuando la burocracia y el inmovilismo entorpecen loables iniciativas? Y ¿si uno de los atractivos del Paquete es su renovación semanal, qué puede ofrecer de seductor Mi Mochila? Los distribuidores del Paquete se mueven por toda la isla a la velocidad del sonido. Desde luego, perciben una ganancia por ello. ¿Podrá Mi Mochila hacer lo mismo? Hasta el momento solo ofrece un servicio “de oficina” y por cierto muchos de los Jóvenes Clubes de Computación, están cerrados.

9. El Paquete surge como plataforma ideal para que los nuevos empresarios privados cubanos promocionen sus servicios. Aprovechando la penetración social que tiene el dispositivo semanal, se observa, cada vez con mayor sistematicidad,  anuncios y ofertas de sitios administrados por cuentapropistas. Existen incluso revistas y videos promocionales de factura nacional que solo circulan en esta plataforma. Curiosamente el Estado no les ha permitido a los particulares ni promoverse en los espacios públicos, ni en los medios oficiales, perdiendo con ello la posibilidad de generar ingresos, que bien le vendrían a nuestra prensa o televisión para mejorar sus instalaciones. Nuevamente, donde el Estado se muestra obtuso, la iniciativa popular se expande a sus anchas.

Rémoras del control

10. Hace casi tres años surgió otro proyecto institucional bajo el nombre de Plan de Fomento a la Cultura. Aun no existía El Paquete pero, ya los materiales audiovisuales circulaban por todo el país en memorias flash y discos duros. El Plan pretendía recuperar las salas de cine, los talleres y cursos de Apreciación audiovisual, el trabajo comunitario en la enseñanza artística, las salas de video, los espacios de debate, el cineclubismo y la crítica en los medios. Con ese fin se copiaron películas y documentales clásicos de la Historia del Cine que fueron situados en servidores de algunas universidades e instalaciones de la AHS. Paradójicamente la única escuela de cine que hay en el país (la FAMCA) nunca recibió esta valiosa selección. Muy poco ha avanzado este proyecto que como el de Mi Mochila se ve afectado por la falta de sinergia y de compromiso real de las instituciones.

Puede que mañana no exista el Paquete, sustituido o superado por otro sistema o modelo de circulación y consumo alternativo. La necesidad humana de conocer y de acceder a las múltiples imágenes de este mundo ya sea para su conocimiento o placer, resulta un proceso indetenible. La preocupación del Estado por la avalancha de estos productos es legítima desde una perspectiva cultural e identitaria. Pero para que esa resistencia cultural tenga algún sentido deberán extirparse todas las rémoras de control ideológico, intolerancia y prejuicios que rodean las acciones artísticas. Superar los miedos al verdadero debate sobre los asuntos que preocupan a todos, sanear la economía y con ello mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, abrirse a las nuevas realidades, discusiones, interpretaciones, redes sociales y dinámicas que mueven el mundo.

Ese  pudiera ser el camino, que tendría en el centro de todo, la educación ciudadana, clave de ese urgente proceso de transformación nacional y fortalecimiento cultural.

*Profesor y crítico cinematográfico, residente en La Habana.

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