Alina Bárbara López: Testimonio de un atropello

Relato testimonial de la profesora Alina Bárbara López tras su arresto y tratamiento abusivo por parte de fuerzas policiales bajo órdenes de la Seguridad del Estado, el pasado jueves. Un acto de violencia de Estado e irrespeto constitucional.

Alina Bárbara López: Testimonio de un atropello
Alina Bárbara López luego de recibir tratamiento para la lesión en su mano izquierda. Foto: Facebook/ABLH.

Por Alina Bárbara López Hernández*

En el día de ayer viajaba hacia La Habana con dos propósitos: coordinar un turno médico para un familiar y hacer la protesta pacífica del 18 de cada mes en el Parque Central, donde otras veces han estado ese día Jorge Fernández Era, Jenny Pantoja y otras personas. Mi intención era regresar en cuanto terminara para estar en el Parque de la Libertad a las 4 pm.

El primer carro que abordé (hubo dos) fue detenido en el punto de control de Bacunayagua. No le pidieron a los pasajeros los documentos de identidad, sino que le dijeron al chofer que su vehículo estaba circulado por un hecho delictivo y que hasta el siguiente día no podría salir del territorio de Matanzas.

El carro regresó a la terminal y los mismos pasajeros montamos en otro. Ese segundo carro fue el que pararon, según conté ayer. Ahí sí nos pidieron el carnet de identidad a todos, e incluso revisaron el maletero donde había mucho equipaje.

Estuve convencida desde el primer incidente de que trataban de impedir que saliera de Matanzas, algo que no se justifica legalmente pues yo no tengo restricción de movimiento en estos momentos. Mientras la tuve, como parte del proceso penal que se siguió contra mí, respeté esa medida, pero actualmente soy libre de viajar a cualquier lugar de Cuba.

La oficial que pidió el carnet me dijo que la acompañara y lo hice, crucé la carretera hacia el punto de control y pregunté porqué se me detenía. Dijo que yo “no estaba detenida” pero que tenía que acompañarlos de regreso a Matanzas porque “querían hablar conmigo”.

Pedí que mostraran una orden de detención, o que me comunicaran oralmente la razón por la que me impedían continuar el viaje. Su respuesta fue que no sabían nada, que me enteraría al llegar a Matanzas y que ellos cumplían órdenes. Respondí que yo no soy militar, que no cumplo órdenes y que sin un motivo razonable no montaría en el carro patrulla.

Video tomado por los agentes policiales y difundido por el perfil oficialista Atenea Matancera con el propósito de desacreditar a la profesora cubana.

Lo siguiente fue un acto brutal para obligarme por la fuerza a montar en el carro. Y sobre esto voy a ser muy clara, sin importar las consecuencias: soy una persona educada, pacífica y dada al diálogo, también respetuosa de la ley, pero JAMÁS, NUNCA, EN NINGUNA CIRCUNSTANCIA en que sea agredida físicamente voy a dejar de defenderme.

Yo pedía una explicación sobre las razones de la detención y las oficiales me empujaron, me golpearon en la cabeza y los brazos para lograr meterme en el carro, incluso, una de ellas (que era la más grosera y me dijo varias veces: ¡cállate ya mija¡) aprovechó cuando habían logrado meterme en el carro y estaba inmovilizada para darme una bofetada. Estaba muy molesta, y lo dijo varias veces, porque en el forcejeo se había caído al suelo su celular y se le apagó.

Respondí a cada golpe en la medida en que pude, que creo fue una gran medida, no obstante ellas eran tres. Tengo moretones evidentes y el hombro derecho en muy malas condiciones porque dos de las agentes me torcieron el brazo hacia atrás con toda su fuerza cuando me tenían acostada e inmovilizada en el asiento trasero. Su propósito: arrebatarme la cartera para sustraer el teléfono que llevaba, que no era el mío. Teléfono y línea que por supuesto jamás volveré a usar.

Una vez en la estación de Playa demoraron cinco horas para llamarme a conversar con Yordanis, instructor penal de Operaciones de Seguridad del Estado. Se presentó como un profesional del Derecho pues dice ser graduado de esa carrera. Sonriente, y en apariencia cordial, su primera pregunta fue lo más cínico que he escuchado: Alina ¿cómo se siente? Imaginen mi respuesta.

La conversación fue larga. Se quejó de que lo interrumpía constantemente, pero es que su ambiguedad y contradicciones eran evidentes. Desde el principio le hice dos preguntas cruciales: ¿tengo restricción de movimientos? ¿Es prohibido manifestarse pacíficamente en Cuba? A ambas respondió rápidamente que no. Faltaría más, usted puede moverse adonde desee y puede manifestarse. Y había que verle la cara, los gestos, cuando afirmaba aquello.

¿¿Entonces?? Según explica Yordanys, “se preocupó” al ver mi publicación del día 17 y decidió hacerme una “profilaxis preventiva”, pero en esta ocasión no enviaron citación alguna como las veces anteriores sino que dio la orden al punto de control para que, sin explicación alguna, me llevaran por la fuerza a su inefable presencia para que me hiciera “una advertencia”.

Afirmó que yo incito a las personas a seguirme. Le dije que buscara en mis publicaciones y no vería incitación alguna. En su criterio, yo soy una líder y eso puede motivar a las personas a seguirme. Respondí que si eso fuera cierto, se debe en gran medida precisamente a la persecución que comenzaron desde hace un año y medio, pues yo no busqué nunca “posicionarme” (como dicen ellos) de esta manera, aunque siempre había sido muy clara y honesta en mis críticas al sistema político y a la violación de los derechos ciudadanos en Cuba.

Foto de la lesión en la mano de Alina López, provocada tratando de abrir la puerta del auto donde permanecía encerrada.

Su mayor preocupación, según afirmó, es que en una manifestación puedan “darse actos violentos o vandálicos” y pidió un compromiso firmado por mi parte de que eso no va a ocurrir. Le aclaré muy bien que mi acción política es no violenta y que eso es sabido por todos, que yo puedo responder por mí y por determinadas personas que conozco, pero no es mi responsabilidad cuidar un área donde esté ocurriendo una manifestación, que para eso están las autoridades.

Además, ellos pueden infiltrar a sus propios agentes de civil para provocar disturbios y culpar a los manifestantes. Levantó los ojos al cielo al afirmar que ellos “serían incapaces” de hacer algo así. Y explicó que las autoridades están para cuidar la “tranquilidad ciudadana” y que no podían dedicarse a estar en función mía los días 18.

Le recordé cuántos agentes están constantemente en función mía y de muchísimas personas en Cuba y le dije que en lo que más invierte el Estado, además de en el turismo e inmobiliarias, es en la represión y vigilancia a la ciudadanía. Así que pueden y deben hacerlo, de hecho lo hacen cada 18 en Matanzas.

Fui muy enfática al decir que considero anticonstitucionales las acciones de profilaxis preventiva sustentadas en el acuerdo 9151 del Consejo de Ministros, que son ecos del higienismo en el derecho, una corriente retrógrada y conservadora superada desde el pasado siglo en casi todo el mundo. También le comuniqué que en mi opinión tal acuerdo constituye una falta de respeto y una indignidad que no estoy dispuesta a admitir. De modo que si van a continuar citándome con tal motivo me resistiré siempre.

Su respuesta fue que el referido acuerdo del Consejo de Ministros ¡puede supeditar a la Constitución cuando sea necesario! (Esto sobrepasa a José Luis Toledo Santander y su famosa y honesta afirmación de que la Constitución no puede establecerle directrices al Partido). A confesión de partes relevo de pruebas. Pero cuando les digan sicarios, como hice con todos los que tuvieron que ver conmigo ayer, no se quejen. Y cuando digamos que en Cuba el Estado desconoce a la Constitución, ni chisten.

Por otra parte, el Consejo de Ministros, con su ineptitud y sonados casos de corrupción hechos públicos últimamente, debería someterse a sí mismo a profilaxis preventiva en lugar de impedir que la ciudadanía les haga “excesivos reproches” (al decir de la fiscal matancera Guadalupe Borrego). Quizá si pudiéramos quejarnos de ellos sin ser reprimidos, los ineptos y corruptos que hay en esos ministerios no ocuparían sus cargos.

A Contrainteligencia no le dije sicarios, ellos son verdaderas RATAS, como grité ayer en plena estación y digo hoy de manera pública. Mandan a hacer el trabajo sucio a la Policía Nacional (no digo Revolucionaria porque dejaron de serlo hace muchísimo), pero no se atreven a aparecer porque no tienen nada que demuestre que yo debo ser detenida.

Tampoco fui instruida de cargos, a pesar de que resistí al arresto porque no se me dio explicación alguna y lo consideré un acto ilegítimo por completo. Imagino que quieran evitarse otro proceso desgastante. Eso indica el nivel de discrecionalidad con que es aplicada la ley en este país.

Le comuniqué al instructor con total transparencia que el mes próximo iré a La Habana el 18, si intentan impedirlo del mismo modo que ayer, actuaré del mismo modo. Si algo me ocurriera, culpo desde ahora a Contrainteligencia, a la Policía Nacional y al Estado cubano. Yo soy libre y no me iré de Cuba como constantemente sugieren, pero ejerceré mis derechos pese a todas las arbitrariedades y violencia.

Somos ciudadanos, pero aun antes de eso, somos seres humanos con dignidad, no siervos ni fichas de dominó de nadie. Demasiado tiempo hemos permitido estos atropellos y la exclusión a que nos someten.

Pd. Sobre la foto que acompaña esta publicación:

De los golpes que tengo, estos son los únicos que me hice yo misma golpeando las ventanillas del carro patrulla herméticamente cerrado para poder respirar. Esa fue una evidente manifestación de tortura filmada con total frialdad ante mis ojos por una de las oficiales para subir luego el video en los sitios de Seguridad del Estado en las redes.

Soy consciente de que tomaron videos de todo, incluso del médico atendiéndome. Todos fueron tomados sin pedir mi autorización, y a pesar de mis protestas, lo que viola mis derechos, pues “no estuve nunca detenida” según el instructor penal.

*Profesora e historiadora cubana, residente en Matanzas. Fue acusada y condenada por desobediencia en un juicio amañado el pasado noviembre y es víctima frecuente de hostigamiento por parte de la policía política.

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