Cuba: ¿sistema electoral genuino?

Cuba: ¿sistema electoral genuino?

Aplausos y sellitos en la constitución de la Asamblea Ptrovincial de Holguín, este domingo. Foto: Juan Pablo Carreras/ACN

Por Miguel Fernández Díaz

Este domingo fueron constituidas las 15 asambleas provinciales del Poder Popular en Cuba, penúltimo escalón para la pantomina de conformación de la IX Legislatura parlamentaria, que desembocará en la instauración del nuevo Consejo de Estado, presumiblemente sin un Castro a la cabeza, el próximo 19 de abril.

En las reuniones dominicales -que coincidieron en el calendario cristiano con el Domingo de Ramos- tomaron posesión de sus cargos 1,265 delegados que fueron electos en los comicios del pasado 11 de marzo, junto a los 605 diputados de la Asamblea Nacional. El escenario está listo para la escenificación de la puesta en escena más esperada en el teatro político cubano de la última década, en espera del remplazo de Castro II por un delfín de 57 años llamado Miguel Díaz Canel.

De cualquier forma, la propuesta de Consejo de Estado está ya hecha, amasada y cocinada al gusto del poder, aunque es presuntamente secreta. Mientras llega el día de la revelación, todos simulan la sorpresa del anuncio. La pregunta esencial es si a los genuinos electores le interesa.

Un genuino sinsentido

El gobierno y la Comisión Electoral Nacional -que es la misma cosa- han tratado de legitimar con números de votación el repaldo al proceso electivo.  Una nota de Granma sobre los resultados finales de las elecciones generales lleva como título: “Respaldo de pueblo a un sistema electoral genuino”. Así tenemos dos líneas de interpretación: el respaldo de pueblo y el sistema electoral genuino.

No tiene sentido impugnar el respaldo electoral del pueblo al gobierno con que hay temor u otras excusas. En contexto de votación impera, como precisa Giovanni Sartori, la tiranía de los números: “Los perdedores son eliminados y basta” (¿Qué es la democracia?, Taurus, 2003). Veamos la tabla comparativa entre las tres elecciones generales tras la sirimba intestinal de Fidel Castro:

Elección Electorado Votos Válidos En blanco Anulados
2008 8,495,577 8,231,365 7,839,358 306,791 85,216
2013 8,668,457 7,877,906 7,418,522 364,576 94,808
2018 8,639,989 7,399,891 6,987,041 319,956 92,894

La tendencia más significativa es el abstencionismo. La concurrencia a las urnas ha bajado de 96.89% (2008) a 90.88% (2013) a 85.65% (2018). No hay que hacerse ilusiones con esta pérdida de más de 11 puntos. Aunque figuras destacas de la oposición pacífica abogaron por ello, no ir a votar equivale más bien a desertar (Albert Otto Hirschman: Exit, Voice, and Loyalty, 1970) y favorece al status quo como apatía constructiva (Thomas Dye y Harmon Zeigler: The Irony of Democracy, 1970).

La otra tendencia significativa es la estabilidad. No hay variación relevante en los votos inequívocos contra el gobierno. Y mientras unos siete millones de cubanos continúen votando a favor, el gobierno ejercerá la tiranía de los números y se arrogará sin contrario la representación de eso que llaman pueblo de Cuba. Incluso si a los votos inequívocos [320 mil boletas en blanco y 93 mil anuladas] en contra sumáramos, gratia arguendi, las abstenciones [1.24 millones] y toda la emigración [2.5 millones] como votantes con los pies, el tardocastrismo ganó las elecciones 6,987,000 contra 4,153,000.

Apartheid electoral

Parece tener mucho más sentido discutir si el sistema electoral cubano es realmente genuino. Y lo es porque, tanto por ley como por costumbre, los votos de los opositores no se cuentan como válidos y así termina siendo inconstitucional.

La Constitución socialista de 1976 -reformada en 2002- establece que las elecciones periódicas serán “de voto libre, igual y secreto” (Artículo 131). Sin embargo, la Ley Electoral (1992) obliga a que el elector vote por todos, algunos o al menos un candidato, pues de lo contrario solo puede dejar su boleta en blanco o manifestar su voluntad política con texto o gráfica que de costumbre se consideran causa de nulidad del voto.

El voto deja entonces de ser libre al excluirse la opción de votar en contra de todos (por ninguno de) los candidatos.

Veamos cómo se pierde esta libertad de opción por imperativo de la Ley Electoral (1992) al regular el escrutinio.

  • Al concluir la votación se abren las urnas y cuentan las boletas, pero se separan aquellas depositadas en blanco (Artículo 112).
  • El presidente de la mesa del colegio electoral procede entonces a leer en alta voz el nombre o número de orden del candidato por el que se ha votado en cada una de las boletas (Artículo 113). A medida que da lectura, el presidente va declarando nulas “las boletas en las que no pueda determinarse la voluntad del elector” según el criterio de la mayoría de los miembros de la mesa. Al dorso se anota “el fundamento de la nulidad” y el presidente firma (Artículo 114).

Así tenemos que, por ley, si el elector deja la boleta en blanco —porque su voluntad política es contraria a todos los candidatos— su voto no cuenta. Y si manifiesta de manera más explícita esa voluntad, con algún texto o gráfica antigubernamental, su voto se anula también. Aunque la ley dispone anular tan sólo “las boletas en las que no pueda determinarse la voluntad del elector”, hasta la academia reconoce que “en la práctica se asumen como tales las que tengan tachaduras, enmiendas, nombres añadidos…” (Martha Prieto y Lissette Pérez: “El sistema electoral cubano. Las reformas de 1992”, en Temas de Derecho Constitucional Cubano, 2000).

Como la regla constitucional para ser elegido estriba en obtener “más de la mitad del número de votos válidos emitidos en la demarcación electoral” (Artículo 136), la segregación de los electores en contra del gobierno aporta la reducción al absurdo como rasgo genuino del sistema electoral cubano. Un candidato gubernamental sería elegido incluso si votara por sí mismo y el resto de los electores, en contra. El voto del propio candidato sería el único válido, ya que para negar sus votos al candidato los demás electores tendrían que invalidarlos, esto es: dejar sus boletas en blanco o anularlas.

De eso justamente se trata el proceso cubano y la instauración del Consejo de Estado en apenas 23 días. De la legitimización genuina del absurdo electoral.

PRESIDENTES VICEPRESIDENTES DE LAS 15 ASAMBLEAS PROVINCIALES

Pinar del Río:
Presidente, Ernesto Barreto Castillo
Vicepresidenta, Lina Plasencia Hernández

Mayabeque:
Presidenta, Tamara Balido Benítez
Vicepresidenta, Laura María Gálvez Rodríguez

Artemisa:
Presidente, Juan Domínguez Miranda
Vicepresidente, Yoan Molina Blanco

La Habana:
Presidente, Reynaldo García Zapata
Vicepresidente, Tatiana Viera Hernández

Matanzas:
Presidenta, Tania León Silveira
Vicepresidente, Mario Sabines Lorenzo

Cienfuegos:
Presidenta, Francisca Mayrelis Pernía Cordero
Vicepresidente, Alexandre Corona Quintero

Villa Clara:
Presidente, Alberto López Díaz
Vicepresidenta, Esperanza González Barceló

Sancti Spíritus:
Presidenta, Teresita Romero
Vicepresidente, Frank O. Cañizares

Ciego de Ávila:
Presidente, Raúl Pérez Carmenate
Vicepresidenta, Debbie López Sánchez

Camagüey:
Presidenta, Isabel González Cárdenas
Vicepresidenta, Yoselis Góngora López

Las Tunas:
Presidenta, Lilian González Rodríguez
Vicepresidente, Jaime Ernesto Chiang Vega

Granma:
Presidente, Manuel Sobrino
Vicepresidenta, Yanetsy Terry

Santiago de Cuba:
Presidenta, Beatriz Johnson Urrutia
Vicepresidenta, Odexa Fuentes Medina

Holguín:
Presidente, Julio César Estupiñán
Vicepresidenta, Carmen Gertrudis Bejarano

Guantánamo:
Presidenta, Nancy Acosta Hernández
Vicepresidente, Emilio Matos Mosqueda

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