Cuba-UE: Cuando los derechos humanos dejaron de importar

Cuba-UE: Cuando los derechos humanos dejaron de importar

El canciller cubano Bruno Rodríguez Parilla y Federica Mogherini, representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidenta de la Comisión Europea, en La Habana.

Por Jorge González

La transformación democrática de Cuba no es en estos momentos la principal preocupación de la Unión Europea (UE). Quizás lo fue hace 20 años cuando cortó el diálogo político con el gobierno de Fidel Castro y supeditó​ ​su restablecimiento al respeto de los derechos humanos. Pero hoy el grupo de los 28 se replantea el asunto con la visión instrumentalista de quien quiere cerrar un buen negocio.

El régimen cubano y la UE saludaron este 1ro de noviembre la entrada en vigor de su primer Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación.  Conscientes de que tanto Fidel Castro como su hermano Raúl Castro hicieron caso omiso a sus recomendaciones en materia de derechos humanos, y de que no pudieron influir desde afuera en el cambio democrático deseado, los europeos apuestan hoy por inmiscuirse de lleno en Cuba. No quieren ceder espacios a otros, desean estar presentes en la isla cuando se comience a dar la transformación.

Por eso su lenguaje y tono hacia el régimen cubano pasó de la intransigencia a la complacencia y a pesar de que no se ha constatado ninguna mejoría en materia de derechos humanos, ni siquiera una garantía de que el régimen es receptivo y se compromete a dar pasos en ese sentido, Bruselas y La Habana comenzarán a implementar este 1ro de Noviembre el Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación, firmado en diciembre de 2016 y ratificado el pasado julio por el Parlamento Europeo.

El escollo resuelto

El tema de los derechos humanos fue precisamente el que trabó por casi dos años las negociaciones para llegar a este acuerdo. Desde abril de 2014 hasta marzo de 2016 se necesitaron unas siete rondas de negociaciones paralelas para abordar un asunto en el que parecía no haber convergencia entre ambas partes. La UE exigía Cuba que la salvaguarda de los derechos humanos debía estar recogida en el documento, pero el régimen de la isla interpreta esta demanda como una interferencia en los asuntos internos y señal de que la negociación no se da entre iguales.

Pero al final ambas partes llegaron a un punto que parece satisfacer en principio a ambas partes. La UE logró que Cuba aceptara una cláusula estableciendo que el acuerdo  se suspenderá si el régimen de Raúl Castro no alinea su política de derechos humanos a los acuerdos internacionales de los cuales es signatario.

Sin embargo, el gobierno cubano amordaza la libertad de pensamiento, de opinión y expresión, castigando a quienes ejercen este derecho recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, el principal acuerdo internacional en la materia que la isla ha suscrito.

Mientras las delegaciones negociadoras de ambas partes se sentaban a discutir este tema tan peliagudo, no cesaron las persecuciones y reclusiones políticas contra quienes promueven un cambio en la isla. Incluso, el primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel habló de los planes para desacreditar a la oposición que pretendió sin suerte nominar candidatos en las elecciones municipales recién concluidas, defendió la censura a toda costa, desestimando las críticas que internacionalmente esto pudiera generar, y atacó a medios de comunicación alternativos y periodistas independientes que muestran una realidad cubana diferente a la del oficialismo.

La UE no dijo nada al respecto, y la firma del acuerdo llegó a puerto seguro.

Pragmatismo cubano

Por eso Cuba adoptó una posición pragmática aceptando al final la cláusula sobre derechos humanos, sabiendo que se trataba más bien de una mera formalidad política.  Del mismo modo que aceptó negociar mientras estaba vigente la Posición Común vigente, consciente de que la mayoría de los países miembros de la UE no la estaban cumpliendo, e individualmente 21 de ellos establecieron acuerdos con la nación caribeña.

La​ ​denominada​ ​Posición​ ​Común,​ ​adoptada​ ​por​ ​la​ ​UE en​ ​diciembre​ ​de​ ​1996 con el ​impulso​ ​del​ ​entonces​ ​presidente​ ​español​ ​José​ ​María Aznar,​ ​establecía ​el​ ​interés​ ​europeo​ ​en​ ​favorecer​ ​e​ ​influir​ ​el​ ​proceso​ ​de​ ​transición​ ​hacia​ ​una democracia​ ​pluralista​ ​en​ ​Cuba. En teoría, la isla sería sometida a un aislamiento diplomático y económico en tanto el régimen no respetara los derechos humanos.

En segundo lugar, el régimen de Raúl Castro estaría preocupado por la mala imagen internacional que crea el hecho ser el único país de América Latina y el Caribe y uno de los pocos en el mundo en no tener un acuerdo con la UE debido a la deplorable situación de derechos humanos.

Además, la UE hizo suficientes gestos de buena voluntad hacia La Habana, como la renegociación  de la deuda cubana con el Club de París. De los $10,081 millones a los que ascendía ese monto, ahora la nación caribeña solo debe pagar $2,364 millones y tiene para ello un plazo de 18 años. De acuerdo con recientes reportes periodísticos, Cuba ya pagó una parte de ese dinero y la otra parte sería intercambiada por la participación europea en proyectos de desarrollo en la isla.

Bruselas gana con el no de Trump

El verdadero móvil de la UE es el aseguramiento de intereses económicos y una presencia estratégica en la isla cuando por primera vez el próximo presidente del país pudiera no llevar el apellido Castro, y otras naciones como China y Rusia ganan espacio en Cuba y la región latinoamericana.

De acuerdo con la Delegación de la UE en Cuba, el bloque es el principal socio exportador y segundo socio comercial de la isla, después de Venezuela. La UE es también el principal inversor extranjero en Cuba, principalmente en los sectores de turismo, construccion, energia y agroindustria y representa un tercio de los visitantes extranjeros.

Fue la aproximación de Estados Unidos a Cuba bajo la administración de Barack Obama lo que aceleró la necesidad por parte de la UE de llegar a un acuerdo con la isla con el objetivo de asegurar sus intereses y no ceder terreno a quien tiene la ventaja de ser un vecino más cercano.

Además, la apocada armonía cubano-estadounidense fue interpretada como una señal de que Washington podría estar valorando la posibilidad de levantar el embargo, un cuerpo de leyes cuya extraterritorialidad afecta a las compañías europeas a la hora de hacer negocios con Cuba.

Y ahora, cuando el presidente estadounidense Donald Trump pretende revertir el deshielo de las relaciones llevado a cabo por su predecesor, la UE se reafirma como el actor que definitivamente quiere jugar un papel clave en lo que ellos consideran una transición después de la salida de Raúl Castro como presidente del país.

Asimismo les motiva, más que todo, la tímida apertura económica, que aunque da dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, es vista a los ojos europeos como señal de un cambio que se concretará definitivamente a largo plazo. Y para entonces, ellos quieren tener el aval de haber estado allí, esperando pacientemente.

Por tanto, el Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación adquiere suma relevancia para Bruselas.

Un rey en La Habana

No obstante, la UE no peca de ingenua, observa con cautela todo lo que sucede en Cuba, y está consciente de que no podrían esperarse reformas democráticas sustanciales. Incluso sabe que al mismo tiempo que busca asegurar sus intereses en la isla está propiciando una válvula de escape político al régimen de Raúl Castro y a quien encabece el gobierno cubano a partir de febrero de 2018.

De momento, les queda seguir desembolsando su billetera en la isla y mantener​ ​su​ ​tono​ ​suave​ ​con​ ​el régimen como la receta para influir en la economía y la política cubanas. A​ ​fin​ ​de​ ​cuentas,​ ​si​ ​la situación​ ​de​ ​los​ ​derechos​ ​humanos​ ​fuera​ ​la​ ​principal​ ​preocupación​ ​no​ ​se​ ​hubiera​ ​firmado​ ​el acuerdo,​ ​ni​ ​la​ ​UE​ ​tuviera​ ​el​ ​mismo​ ​tipo​ ​de​ ​acuerdo​ ​con​ ​otras​ ​naciones​ ​donde​ ​se​ ​reportan violaciones​ ​de​ ​derechos​ ​humanos.

Vendrán seguramente nuevos proyectos y financiamiento de cooperación. El Banco Europeo de Inversiones ya tantea su entrada en Cuba, y para ellos ya se encuentra en conversaciones con el gobierno de Raúl Castro.

Dignatarios, ministros y hasta reyes europeos desfilarán por La Habana. Ya se encuentran en preparativos la visita del rey de España, Felipe VI.

A todos se les hace agua la boca de pensar en la desolada economía cubana, ávida de inversiones y en la que todo está por construirse. Por eso, no habría que asombrarse si de ahora en adelante ambas partes hablen más de negocios que de derechos humanos.

 

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