De las nuevas élites revolucionarias y otras anunciaciones cubanas

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Militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas en el IX Congreso de la organización, en abril del 2010.

Por Martín Guevara*

Ahora que Cuba ha decidido cambiar definitiva aunque solapadamente su modelo de sociedad, la estructura y las bases de su economía, y que comenzarán a florecer de un momento a otro el novedoso empresariado nacional, previsiblemente proveniente de las actuales jerarquías dada la cercanía al poder y los parámetros corporativos que irán derogando ellos mismos, sería conveniente reflexionar acerca del perfil de este tipo de nuevo rico que se avecina, pero que ya tiene sus antecedentes en las metamorfosis soviéticas hacia la Federación Rusa, en el Este de Europa, en Vietnam y últimamente de modo paradigmático la gigante y milenaria China.

La modalidad del nuevo empresario de la sociedad post comunista reúne una serie de particularidades comunes, a saber:

Está más predispuesto a la competencia voraz que el empresariado gestado en las sociedades de mercado aunque esté menos preparado para acometerla.

Es un elemento descreído, apóstata de toda ideología, religión, filosofía que promulgue una finalidad basada en principios morales.

Es ateo, agnóstico, y además descreído de su propio adoctrinamiento.

El placer de reventar

Siente que pagó antes de comer, de modo que comerá a placer hasta reventar. Mientras el empresariado formado en la sociedad de mercado en algún momento de su vida puede experimentar la necesidad de un aporte espiritual a su vida, puede llegar a replantearse el sentido de lo hecho, allí en los diferentes recodos que las edades y sus invitaciones a la reflexión deparan a lo largo de la vida al hombre, en cambio el nuevo empresario formado en los obligados lemas de la igualdad social, en su momento de inflexión, suele reflexionar y revisar su trayectoria precisamente en el sentido opuesto, autocriticándose el dispendio fútil de energía y considerando que es momento de concentrarlas en beneficio propio, que es hora de no perder un minuto más en las viejas consignas engañosas ni en utopías estériles.

Considera una pérdida de tiempo la hipocresía habitual en el rico tradicional para equilibrar la culpa.

No pide permiso, no pide perdón ni da las gracias. Paga.

Para esta nueva clase la ostentación de la riqueza es un saludable signo de buen gusto.

No se explican la filantropía ni el mecenazgo en el arte. Aborrecen la cultura pero invierten grandes cantidades de dinero en pinturas y esculturas sensibles de revalorizarse.

El gusto del nuevo rico

Son directos, sinceros, primarios, sin barnices, sin profundidad. Enriquecen vertiginosamente a los fabricantes de cuanto elemento distintivo de mal gusto característico del nuevo rico pulule en los alrededores.

Visten visiblemente mal y se saltan semáforos a bordo de sus lanchas urbanas fabricadas en exclusiva para ellos, están incapacitados para entender que un Rolls Royce gris pueda constituir para nadie en su sano juicio, un símbolo de distinción.

Mientras con el mayor descaro, dejan ver que sus poderosos padres los criaron lo más lejos posible de aquellos lemas con los que adormecieron y atenazaron durante medio siglo a todo un país, y cambian la retórica en sus palabras aunque jamás en sus costumbres, empiezan a habituarse a destapar botellas caras de champán, aunque lo beban a pico de botella y unos pocos en copa, pero mezclado con cubitos de hielo.

*Vivió como refugiado en Cuba por 12 años y permaneció en La Habana hasta 1988. Actualmente reside en España. Su libro testimonial A la sombra de un mito (2014), que recoge la experiencia cubana y los influjos de la imagen de su célebre tío guerrillero, Ernesto Che Guevara, se presentó en Miami y otras ciudades de Estados Unidos.

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