Inventario de asombros cubanos: Diabluras en espacio laical

EspacioL-displayPor Miguel Fernández Díaz
Al igual que otros tantos performances de falsa ilustración con inflación mediática, el pas de deux de Roberto Veiga y Lenier González en la escena de Espacio Laical terminó y continúa, en buen cubano, en una danza de diablitos.
Terminó con el chanchullo pueril -que ellos mismos promovieron por correo electrónico- acerca de si fueron liberados, como ellos mismos dijeron a la usanza del socialismo burocrático, en vez de decir que sus renuncias habían sido aceptadas, o si fueron más bien destituidos como editor y vice-editor, respectivamente, de la publicación Espacio Laical, que aparece junto a Palabra Nueva y Bioética bajo el epígrafe “Otras Revistas” de la Arquidiócesis de La Habana. Bajo el epígrafe “Revistas” están Amor y Vida, Nosotras y Vivarium.
Al producirse su salida de Espacio Laical, ambos editores alegaron que el perfil socio-político de la publicación había causado tensiones con “determinados sectores de la comunidad eclesial”, las cuales se proyectaron “sobre la figura del Cardenal-Arzobispo y sobre nuestras personas”.
Ahora que ni Veiga ni González tienen siquiera acceso a las computadoras del Arzobispado de La Habana, el chanchullo continúa con repique más intenso de la misma campana: “Determinados elementos de la jerarquía y del clero [preferían] una revista más beligerante con el gobierno, pero no poseen ni la integridad ni el coraje para hacerlo”, asevera González, quien aprovecha para tocar también una campanita de la sacristía editorial con mucha más estridencia.
Pregón del debate
“El Arzobispado de La Habana -afirma González- ingresaba anualmente decenas de miles de dólares en calidad de apoyo a Espacio Laical. Se les hizo creer a varias entidades extranjeras que ellas pagaban en exclusiva la revista. Nosotros tenemos documentados detalladamente cuatro casos. Luego ese dinero era destinado a otros fines. La revista era muy prestigiosa dentro y fuera de Cuba, y les sirvió para gestionar mucho dinero a costa de nuestro trabajo. Y es bueno decir que de todo este dinero, Roberto y yo recibíamos 40 CUC cada uno al final de mes; y los recursos para gestionar la publicación eran pírricos”.
No está nada mal ganar unos mil pesos mensuales en Cuba por editar una revista trimestral con suplementos mensuales en línea, pero todo parece indicar que la carencia de integridad y coraje abunda, porque Espacio Laical nunca abordó aquellas tensiones y ni González ni Veiga aclaran hoy quiénes eran tales elementos, tal y como dejaron de hacerlo antes al espetar en el periódico mexicano La Jornada que había “sectores del Partido Comunista que siguen manifestándose a la vieja usanza [y] torpedean el diálogo”.
Así como la revista, con tanto pregón de reflexión y debate, salía con el diablo en el cuerpo por no reflexionar ni debatir sobre sí misma, González proyecta hoy, sobre la figura del Cardenal-Arzobispo, algo más que tensiones derivadas del perfil editorial: el demonio de fondos manejados indebidamente. Solo que antes de bajarse con que “tenemos documentados detalladamente cuatro casos”, González debía presentar todas las cuentas, porque el tremendo fenómeno sociológico de una revista cubiche tan rentable merece la mejor y más detallada explicación posible.
González y Veiga recurvaron a la escena mediática de Miami gracias al reciclaje hecho por la reportera Nora Gámez en El Nuevo Herald de sendas entrevistas “con un estudiante graduado” (sic), las cuales fueron publicadas por González y Veiga en Cuba Posible, sitio digital que ellos mismos montaron a mediados de 2014 como “laboratorio de ideas [y] plataforma para facilitar el debate”, protegidos por el paraguas del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo Cuba, con sede en Cárdenas.
Delimitación espacial
Bajo la sotana de la Arquidiócesis habanera, Espacio Laical nació en 2005 como órgano oficial del Consejo de Laicos y bajo la dirección de José Ramón Pérez. A la salida de Veiga y González, Gustavo Andújar asumió la dirección, pero desde la primavera de 2012 la revista se presentaba ya como proyecto del Centro Cultural Félix Varela y, como director del centro, Andújar era también director del consejo editorial de la revista. Según la panoplia digital de Espacio Laical, González aparece en el número 6 (abril-junio 2006) como miembro del consejo editorial y Veiga irrumpe como editor en el número 9 (enero-marzo 2007); para el número 12 (octubre-diciembre 2007), J. R. Pérez tenía a Veiga como editor y a González como vice-editor, con Jorge Domingo en la jefatura de redacción..
Ni como revista ni como proyecto Espacio Laical se concibió como recinto del perro guardián del poder estatal ni de la lidia de gallos reformistas que propiciaran transitar a la democracia, unir a todos los cubanos o salvar la patria. Sin embargo, la inflación con bomba mediática exterior empinó esta publicación como si fuera el epicentro del movimiento laico en la arquidiócesis habanera, con Veiga y González pregonando que, en virtud de la revista, “la relación Iglesia-Estado en Cuba ha dado un salto cualitativo”. Un cable de Reuters llegó a exaltar la revista como “el único medio capaz de reunir a los cubanos de diferentes tendencias políticas dentro y fuera de la Isla para discutir sobre diversos temas”, mientras uno de sus colaboradores soltó que Washington debía tomar un editorial de Espacio Laical [“Senderos que se bifurcan”, mayo de 2013] “como indicador del sentir de la sociedad civil cubana y sus sectores aperturistas relevantes”.
Las disfunciones en la erección de minorías con arrastre suficiente para influir en las decisiones políticas suelen concitar alucinaciones, como que imprimir una revista o abrir un sitio en Internet vale tanto como poner una piedra fundacional de la república con todos y para el bien de todos.
Así como Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque se creyeron cancilleres en el Estado, Veiga y González se invistieron como voceros en la Iglesia. Atizados por el cardenal Ortega Alamino y, sobre todo, por el finado monseñor Céspedes y García-Menocal, quien urdió “edificar la Casa Cuba”, Veiga y González dieron rienda suelta a la misma imaginación sociológica que ya había llevado a otros del laicado, como Dagoberto Valdés con la revista Vitral y Oswaldo Payá con el Proyecto Varela, a sublimarse en contextos virtuales afuera y perder la conexión a tierra en el contexto vital desde dentro. Al tenor de los opositores empeñados en cambiar leyes sin cambiar el Parlamento, Veiga y González se creyeron, como editores de una revista más, que eran paladines de una “oposición leal” y jefes de cierto Ejército de Liberación Nacional, pero no dieron guerra con balas ni votos, sino vueltas y más vueltas teóricas en torno “al destino histórico de la nación”.
Esas vueltas no solo llegaron a marearlos, sino que revolvieron el embaraje laical de la oposición leal, como ilustra la propuesta de mejorar el orden democrático con elecciones directas del Presidente y demás miembros del Consejo de Estado, para no tener que coger por los cuernos al toro de Hans Kelsen: solo por ingenuidad o hipocresía puede pensarse en la democracia sin pluralidad de partidos.
En eso les pasó por arriba la ruedita práctica de que hasta publicar una revista entre otras de una arquidiócesis puede malograrse, incluso dentro de la propia Iglesia.  Y ahora pareciera que marcan el paso de otro diablito cubiche: no saben cómo desaparecer y suenan cascabeles.

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