Time: La extraña danza de Washington y La Habana por el petróleo cubano

La plataforma Scarabeo 9 a su llegada a La Habana el 19 de enero

La plataforma Scarabeo 9 a su llegada a La Habana el 19 de enero

Por Tim Padgett*

En la víspera de Navidad, un enorme plataforma petrolera de fabricación china, la  Scarabeo 9, llegó a Trinidad y Tobago para ser inspeccionada.

La petrolera española Repsol YPF, que mantiene oficinas regionales en Trinidad, la transportó hasta el Caribe para llevar a cabo las perforaciones en aguas profundas frente a Cuba -cuyo gobierno comunista cree que hasta 20 millones de barriles de crudo pueden encontrarse cerca de la costa noroeste de la isla. Pero no fueron las autoridades cubanas  las que subieron a bordo de la Scarabeo 9 para darle el visto bueno: lo hicieron funcionarios de la Guardia Costera y el Departamento del Interior de Estados Unidos, a pesar de que el equipo no va a estar operando en aguas erstadounidenses.

En cualquier otra ocasión, esto podría haber provocado la ira de los cubanos, que consideran a Washington su enemigo imperialista. Pero el examen estadounidense de la Scarabeo 9, al que Repsol accedió y Cuba respetó, fue parte de una coreografía inusual de la cooperación entre los dos países. Su amarga guerra fría (ambos países no tienen relaciones diplomáticas desde 1961) es más conocida por un embargo comercial que se prolonga ya por 50 años y la más aterradora crisis nuclear de la historia. Ahora, el compromiso de Cuba con la exploración petrolera en aguas profundas -la perforación puede empezar este fin de semana- revive un espectro que persigue a las dos naciones: un derrame de petróleo en el Estrecho de la Florida como el desastre de BP que contaminó el cercano Golfo de México hace dos años y dejó $40 mil millones de dólares en daños y perjuicios a Estados Unidos.

Aflojando el embargo

El Estrecho, una masa igualmente vital de agua que es el hogar de algunos de los más preciados arrecifes de coral del mundo, separa La Habana y Cayo Hueso, Florida, por tan sólo 90 millas. Como resultado, Estados Unidos ha aflojado tácitamente su embargo contra Cuba para dar más fácil acceso a equipamiento estadounidense a empresas como Repsol, que lo necesitan para ayudar a evitar o contener posibles derrames. “Prevenir la perforación en Cuba es mejor protección para nuestros intereses que la preparación para lo que [un desastre] pueda provocar”, le dijo a TIME el senador Bill Nelson de Florida, haciendo notar que Estados Unidos preferiría detener la perforación de Cuba -pero no puede. “Pero las dos cosas no son mutuamente excluyentes, y por eso debemos tratar de hacer ambas”.

Mientras tanto, Cuba ha acordado tácitamente asegurarse de que sus medidas de seguridad cumplan las normas de Estados Unidos (aunque los estándares estadounidenses no demostraron todos su efectividad durante el desastre de BP en el 2010) y ha dejado entrar delegaciones no oficiales de Estados Unidos para discutir las precauciones adoptadas por La Habana y por las compañías petroleras internacionales que han sido contratadas. Ningún funcionario cubano hablaría del asunto, pero Dan Whittle, abogado principal de la Environmental Defense Fund en Nueva York, quien integró una reciente delegación a la isla, dice que los cubanos “parecen muy motivados a hacer lo correcto”.

Es también lo correcto para los negocios. La destartalada economía de Cuba -el presidente Raúl Castro tiene que despedir a más de 500,000 trabajadores estatales- es sumamente dependiente de la energía de aliados como Venezuela, que envía diariamente 120,000 barriles de petróleo a la isla. Así que La Habana está dispuesta a perforar en busca de las importantes reservas submarinas que los geólogos descubrieron hace ocho años (las estimaciones del Servicio Geológico de EEUU cifran las reservas en 10 mil millones de barriles). Cuba ha firmado o está negociando contratos con Repsol y empresas de otras ocho naciones -Noruega, India, Malasia, Vietnam, Brasil, Venezuela, Angola y China- para 59 bloques de perforación dentro de una zona de 43,000 millas cuadradas (112,000 kilómetros cuadrados). El gobierno espera extraer medio millón de barriles diarios o más.

Ansiedad económica

Un grave derrame de petróleo podría socavar las operaciones de perforación -sobre todo porque Cuba no tiene la tecnología, la infraestructura ni los medios, ni una reserva monetaria de limpieza similar a los mil millones que EEUU mantiene para hacer frente a una posible emergencia. Y hay otra gran ansiedad económica:  los $2 mil millones de dólares que aporta la industria del turismo a Cuba. “El dilema para Cuba es quieren el petróleo tanto como les importa cuidar los recursos de su océano”, dice Billy Causey, director regional en el suroeste del programa para santuarios marinos de la Administración Nacional para el Cuidado Oceánico y Atmosférico de Estados Unidos. Las prístinas playas de Cuba y sus arrecifes constituyen una atracción para los bañistas y submarinistas de todo el mundo, y una cuarta parte de su medio ambiente costero forma parte de la reserva protegida.

Es una situación similar a las costas de Florida, donde el turismo genera $60 mil millones anuales -razón por la que el estado mantiene las plataformas petroleras fuera de sus aguas. Los Cayos de la Florida se encuentran a sólo 50 millas de donde Repsol está perforando, y corren paralelos a lo largo de los 350 millas (560 km) del Florida Reef Tract (FRT), la tercera mayor barrera coralina del mundo y uno de sus más valiosos ecosistemas oceánicos. El FRT ya está bajo el asedio del calentamiento global,  la acidificación de los océanos y la sobrepesca de especies simbióticas como el parrotfish, que mantienen los corales a salvo de las algas corrosivas. Si un derrame fuera a dañar la FRT, que representa $2 mil millones anuales del turismo y unos 33,000 puestos de trabajo, “sería una catástrofe”, dice David Vaughan, director del Laboratorio Marino Mote, una entidad privada de Florida.

Lo que significa que Estados Unidos tiene su propio dilema. Tanto como a Estados Unidos le gustaría frustrar los petro-ingresos cubanos -los líderes cubanoamericanos de Miami como la representante Ileana Ros-Lehtinen, presidenta del Comité de Relaciones Exteriores, dicen que el petroleo tirará un salvavidas a la dictadura de Castro- necesita preocuparse tanto o más sobre su propio medio ambiente. Debido a que menos de una décima parte de los componentes de la Scarabeo 9 se fabricaron en Estados Unidos, Washington no puede ejercer el embargo como garrote y multar a Repsol, que tiene intereses en EEUU, por hacer negocios con Cuba. (La mayoría de las otras empresas no tienen los intereses en EEUU). Tampoco se puede, en buena conciencia, usar el embargo en este caso para mantener a compañías estadounidenses al margen de ofrecer hardware para prevenir/contener derrames y servicios a Repsol y otros contratistas de perforación.

Más hondo que Deepwater Horizon

Una de esas empresas estadounidenses es Helix Energy Solutions en Houston. En medio del desastre del Golfo, Helix diseñó un tapón para tapar los preventores dañados como el que falló en la plataforma Deepwater Horizon de BP (después pudo contener el derrame). Tener a mano esta tecnología -sobre todo porque las plataformas de Cuba operarán a menudo en aguas más profundas de lo que lo hacía la plataforma Deepwater- será fundamental si se produce un derrame de Cuba.

Helix ha solicitado al Departamento del Tesoro una licencia especial para poder rentar sus equipos y entregarlos rápidamente a los contratistas de Cuba cuando sea necesario. La licencia está aún pendiente, pero el portavoz de Helix, Cameron Wallace, dice que la compañía confía en que se les concederá en tanto Cuba no se beneficie económicamente de la disposición. “Este es un enfoque razonable”, dice Wallace. “No podemos decir que vamos a ver qué hacer si ocurre un derrame. Necesitamos este tipo de preparación”. Defensores del ecosistema como Whittle están de acuerdo: “Es una obviedad para Estados Unidos”.

La preparación incluye algo que la urdimbre de la guerra fría entre EEUU y Cuba raramente permite: el diálogo. Nelson ha presentado una legislación que obligaría a las agencias federales a consultar al Congreso sobre cómo trabajar con países como Cuba en materia de seguridad de perforación marítima y de respuesta ante derrames, pero la Administración ya ha mostrado cierta flexibilidad. El mes pasado, funcionarios y científicos estadounidenses habían tenido contacto con sus homólogos cubanos en un foro regional sobre riesgos de perforación. Eso es importante porque ellos tienen que estar en sintonía, por ejemplo, sobre cómo enfrentar un derrame sin agravar el daño a los arrecifes de coral. Científicos como Vaughan están preocupados por el hecho de que los dispersantes químicos utilizados para combatir el derrame en el Golfo, donde no había tanto coral, pueden ser letales para los arrecifes en el Estrecho de Florida. Esto podría agravar una catástrofe marina, ya que los arrecifes de coral, a pesar de que constituyen sólo el 1 % de los fondos marinos del mundo, representan hasta el 40 % de las reservas pesqueras. “Son nuestros oasis bajo el agua”, dice Vaughan, cuyas pruebas hasta el momento con los dispersantes y especies del FRT como el coral Elkhorn no auguran nada bueno.

La rigidez de una politica

Una rígida resistencia de Estados Unidos a establecer compromisos con la Cuba comunista es, por supuesto, sólo la mitad del problema. Otro es el notorio secretismo de la Habana, al estilo soviético -que algunos temen “podría anular la necesidad de tomar inmediatamente el teléfono”, como un ambientalista confiesa, si un derrame ocurre. Como resultado, algunos también están pidiendo a Washington que financie AUV (vehículos submarinos autónomos), que los biólogos marinos utilizan para detectar la marea roja y que también podrían ser utilizados para detectar derrames de petróleo en el Estrecho.

Lo que los expertos de ambos lados del Estrecho esperan es que las corrientes marinas se llevarán cualquier mancha de petróleo directamente al Océano Atlántico. Pero eso es una ilusión, así como lo es la noción de que la cooperación entre Estados Unidos y Cuba en materia de perforación en aguas profundas puede duplicarse en otros frentes. Se interpone el embargo, incluyendo la discutible prohibición inconstitucional a los estadounidenses de viajar a Cuba, que ha fracasado totalmente en su propósito de desalojar al régimen de Castro, pero que Washington mantiene en pie por temor a ofender a los votantes cubanoamericanos en el estado de la Florida; y casos como el de Alan Gross, un subcontratista estadounidense preso en Cuba desde 2009 bajo lo que muchos consideran cuestionables cargos de espionaje.

Inspectores estadounidenses dieron este mes el visto bueno a la Scarabeo 9. Mientras tanto, políticos de Estados Unidos confían en que ellos todavía pueden disuadir a las compañías petroleras extranjeras de operar en aguas de Cuba. El pasado mes, Nelson y el senador cubanoamericano Bob Menéndez de Nueva Jersey presentaron una ley para  hacer responsables  financieramente a compañías por los derrames que afecten a Estados Unidos, incluso si se originan fuera de las aguas territoriales de Estados Unidos. (Esto también levantaría el límite de responsabilidad, establecido en $75 millones). Otros en el Congreso dicen que las grandes petroleras deberían estar exentas de cumplir con el embargo para que Estados Unidos pueda beneficiarse del petróleo de Cuba también. De cualquier manera, lo único que probablemente detenga la perforación ahora sería el descubrimiento de que no hay tanto crudo como se esperaba. Eso, o un gran derrame.

*Publicado en Time bajo el título de “The Oil Off Cuba: Washington and Havana Dance at Arms Length Over Spill Prevention”

Traducción: CaféFuerte

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