La Habana en suspenso: La educación cubana en tiempos de CUC

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Estudiantes de preuniversitario en La Habana.

Por Carlos Cabrera Pérez

La Habana vive una de sus habituales e inútiles algarabías por un fraude masivo en los exámenes de ingreso a las universidades, debido a que alguien o algunos vendieron los temarios de Matemáticas en CUC a un grupo y las preguntas recorrieron la ciudad, provocando que la mayoría de los examinados sacaran buena nota y -de paso- dieran la nota.

Medios oficiales informaron de la detención de tres profesores que habrían participado en la trama fraudulenta. Algunos educadores han alertado de que es imposible que sean ellos quienes filtren los exámenes, pues estos llegan a los institutos preuniversitarios “custodiados” y se abren momentos antes de distribuirlos en las aulas.

Como el tema ha tomado fuerza y ha saltado a la prensa cubana, debemos esperar sanciones ejemplarizantes para los detenidos, sin descartar que se produzcan más detenciones para que -una vez más- el castrismo pretenda demostrar que es implacable con las ilegalidades. ¡Dignidad!, clama el Granma en medio del exabrupto e invoca a “ese sol del mundo moral”  que obnubilara a Cinto Vitier, como si se desconociera que nada es más corrupto que una dictadura de 55 años.

Repeticiones

El examen de Matemáticas se repetirá para los estudiantes habaneros el próximo 26 de mayo, mientras que preventivamente las autoridades educativas cambiaron los cuestionarios de Español e Historia ante alertas de filtración de sus contenidos.

Un ciclo que se repite cada vez con más frecuencia en el sistema educativo cubano, como un juego a la noria en “máxima revolución”. Una confirmación de que el filme Conducta, estrenado recientemente con amplia repercusión en el país, es solo la punta del iceberg de un mal de fondo que distorsiona la vida nacional.

El penúltimo escándalo habanero viene a refrendar que la crisis de valores que asola a Cuba es sistémica y que está extendida por todo el esqueleto del país, sin distinciones entre partidarios y detractores del régimen. Según el guión oficial, hay tres profesores corruptos, pero que a su vez han encontrado a padres y estudiantes corruptos que compran en CUC (el peso aún no cala en el imaginario colectivo) un examen, unos cobran y otros obtienen su premio efímero.

En el fondo, da igual que alguien compre un aprobado y otro se lo venda para comer o comprarse unos zapatos. La vida es quien aprueba o desaprueba a cada ciudadano por muchos títulos que atesore, reales o comprados. Un título universitario llena de orgullo a padres, abuelos y demás familiares, pero luego, en la práctica hay que demostrar la real valía de cada uno.

La ilusión colectiva

Esta farsa tampoco es ajena a las intensas campañas oficiales de Cuba como potencia educativa, que desataron una ilusión colectiva en la que todos querían ser universitarios. Una aspiración justa que el castrismo facilitó ampliamente con el dinero de Moscú, pero que privó al país de técnicos medios y obreros calificados, por no hablar de aquella Licenciatura en Economía made in URSS, que capacitaba para diseñar planes quinquenales, pero que no servía para saber cuál era el costo de producción de la fábrica de zapatos de Guanabacoa.

La crisis económica de los años 90, que aún sigue sin superarse- redujo drásticamente el PIB, pero también -como ocurre en cualquier latitud en circunstancias similares-  rebajó los peldaños morales republicanos que atesoraban los maestros cubanos. Fue el catastrófico momento en que los educadores más capacitados optaron por cambiarse al turismo, jubilarse y dar clases particulares, irse al exilio o aguantar como pudieron hasta la invasión de maestros emergentes -adolescentes reclutados con urgencia por Fidel Castro, pero que no sabían ni dónde estaban parados ni como comportarse con sus discípulos.

El fenómeno no era nuevo: ya había ocurrido con los contadores públicos en los días luminosos y tristes del Caribe, cuando el Che Guevara promovió y consiguió la abolición de la contabilidad, una herramienta económica imprescindible en cualquier país sensato y ordenado. Y si no, que le pregunten a Gladys Bejarano.

Maestros normalistas, contadores públicos y egresados de la entonces Escuela de Arte y Oficios eran las opciones para la mayoría de las familias cubanas en aquella república injusta, donde no todos podían permitirse esperar a que uno o más hijos estudiaran en la universidad. Con todos ellos, acabó el castrismo, de una manera u otra.

Aniquilación espiritual

Por tanto, la anécdota de la compra-venta de exámenes de Matemáticas para el ingreso a la universidad no es obra de un grupo de corruptos habaneros, que viven de espalda al pueblo trabajador -como dirá la letanía oficial- sino que forma parte de la aniquilación moral que el régimen castrista ha infligido a Cuba, gobernándola con un código moral unívoco: la lealtad a Fidel y Raúl Castro por encima de cualquier otra consideración ética y/o espiritual.

Pretender ciudadanos honrados en el reino del hombre nuevo simulador, hipócrita, obsesionado con el éxito a cualquier precio y donde la lealtad a los amigos, el respeto y la hidalguía son sinónimos de comemierda, resulta un esfuerzo baldío que conduce siempre a la melancolía.

Si realmente, el tardocastrismo estuviera preocupado por la inmoralidad que corroe a la sociedad cubana, dejaría de estar filtrando vídeos de corruptos, casi siempre en los ámbitos provinciales y municipales de la administración del Estado; técnicas de mafiosos no pueden arrojar resultados limpios ni confianza en la población. Aún no sabemos, por ejemplo, qué pasó con el General Rogelio Acevedo, hombre de confianza de Raúl Castro y destituido de su responsabilidad al frente de la Aviación Civil de Cuba en marzo del 2010.

Y facilitaría la construcción de una sociedad libre, próspera y democrática en la que los jueces no tengan que esperar por el dictamen de Machado Ventura para establecer la sanción a los enjuiciados; y en la que los ciudadanos puedan comer con sosiego y comprarse un par de zapatos con su trabajo diario.

Pero no todo está perdido. Ahí está Silvio Rodríguez rescatando el 20 de mayo de 1902  “con sus manchas”, según matiza el cantautor. Y un grupo de delincuentes que desde Estados Unidos desvían dinero del Medicare a bancos cubanos y montan un entramado de empresas para el envío de medicinas, ropa y comidas a Cuba, incluido el cínico módulo de “Merienda escolar”, con precios neoliberales en mercado cautivo.

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