La historia como intrusa: Otra vez Fidel Castro en el asesinato de Kennedy

ExliadosOswald

La policía interviene ante exiliados cubanos que interpelan a Oswald, en una foto del 9 de agosto de 1963.


Por Miguel Fernández Díaz
En medio del complicado proceso de solución del diferendo Cuba-Estados Unidos, Philip Shenon acaba de meter la cuchareta con un tema que jamás discutirán Josefina Vidal y Roberta Jacobson (las dos máximas Jotas de la negociación bilateral), pero que anima a los revoltosos del problema cubano.
Shenon es autor del bestseller The Commission (2008) sobre la historia no contada de la investigación de Septiembre 11, así como de otra “historia secreta” del asesinato del presidente Joh F. Kennedy: A Cruel and Shocking Act (2013). Este libro se reeditó ya en rústica por la casa editorial Picador (Macmillan) y Shenon extrajo del epílogo un ensayo que la revista Politico publicó este 18 de marzo: What Was Lee Harvey Oswald Doing in Mexico?” [¿Qué estaba haciendo LHO en México?].
Shenon sube la parada de la hipótesis del ex analista de la CIA, Brian Latell, en torno a que “Castro sabía”, con que la estancia de Oswald en Ciudad México -del 27 de septiembre al 2 de octubre de 1963- fue la génesis conspirativa del asesinato de Kennedy, forjada por agentes de la  inteligencia castrista.
Conexión descartada
Semejante planteo estaría en la agenda de discusión cubanoamericana si no fuera porque la conexión entre Castro y Oswald está descartada -más allá de toda duda razonable- por las investigaciones más rigurosas sobre las peripecias de Oswald y la CIA en Ciudad México, desde el Lopez Report (1978) hasta State Secret (2013-14).
Además, las generaciones sucesivas de investigadores que arrancan con Mark Lane (Rush to Judgement, 1966), pasan por Gaeton Fonzi (The Last Investigation, 1993) y llegan a James DiEugenio (Destiny Betrayed, 2012), acreditan la falsedad de la hipótesis de Shenon incluso del lado de Oswald, a quien ningún jurado hubiera encontrado culpable del asesinato. Para justificar el dictamen de culpabilidad de la Comisión Warren (WC) y retorcer de paso el crimen contra Fidel Castro, Shenon no aporta pruebas, sino una ristra de opinantes:

  • Thomas C. Mann (1912-99), embajador (1961-63) de EEUU en México, quien “sospechaba” y “tenía la impresión
  • Winston M. Scott (1909-71), jefe de estación (1956-69) de la CIA en Ciudad México, quien también “sospechaba”
  • W. David Slawson (1931), investigador de WC, quien “creía” y tenía “la sospecha”
  • Clarence M. Kelley (1911-97), Director (1973-78) del FBI, quien “llegó a creer”
  • David W. Belin (1928-99), jurista de WC, quien también “llegó a creer”
  • William C. Sullivan (1912-77), Director asistente (1961-71) del FBI, quien admitió “no haber averiguado jamás qué pasó entre Oswald y los cubanos en Ciudad México”.
  • Charles W. Thomas (1926-71), diplomático estadounidense a quien “una amiga le dijo”

La lista cierra al bulto con “gente que sugería que Oswald había tenido en Ciudad México muchos más contactos con personas que hubieran deseado ver JFK muerto”.
La magia editorial
Nadie en la lista de Shenon ha dado jamás la mínima prueba para tornar siquiera plausible la hipótesis de que “Castro ayudó”. Todas las sospechas, impresiones, creencias, admisiones, relatos de segunda mano y sugestiones antemencionados son cuentos de camino. No trascenderían de las barberías, barbiquiús y demás espacios cotidianos a no ser por el ímpetu editorial que transfigura rumores entretenidos en periodismo de investigación.
Para consumar tal metamorfosis, Shenon no tiene más remedio que tergiversar los hechos, por ejemplo,  afirmando que Oswald visitó Ciudad México “aparentemente para conseguir una visa que habría permitido al autoproclamado marxista desertar a Cuba”.
A sabiendas de que las apariencias engañan, Shenon fabrica este artilugio para esquivar un hecho probado tanto por transcripciones de llamadas telefónicas interceptadas por la CIA como por testigos presenciales en el Consulado cubano en Ciudad México. Oswald pidió una vista de tránsito por Cuba para seguir rumbo a la Unión Soviética; para desertar hubiera bastado con decirlo.
Shenon urde la aparente deserción para esconder que el marxista Lee en Ciudad México combina perfectamente con el castrista Harvey en Nueva Orleans si Oswald actuaba como agente de la operación conjunta CIA-FBI contra el Comité por el Trato Justo a Cuba (FPCC).
“El viaje de seis días que Oswald hizo a México nunca fue adecuadamente investigado por la CIA, el FBI y el Departamento de Estado”, opina Shenon. Es cierto, pero no en el sentido del autor de que así estas agencias federales encubrieron una conspiración soviético-castrista para evitar la III Guerra Mundial. John Newman dejó bien sentado en Oswald and the CIA (1995, 2008) que la CIA encubrió la presencia de LHO en Ciudad México antes del asesinato.
Una minuciosa investigación
“De hecho se han acumulado muchas pruebas durante años que sugieren cuán acertado sería echar un vistazo a Ciudad México”.
Shenon escribe como si el “Lopez Report” (1978) no se hubiera desclasificado casi por completo en 2003. Este informe recoge la minuciosa investigación de Ed Lopez y Dan Hardway, por encargo de la Comisión Selecta de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos (HSCA), en torno a Oswald y la CIA en Ciudad México, que revela confabulaciones dentro de la CIA antes del asesinato de Kennedy, desde cables falseados hasta hechos encubiertos, a medida que iban ocurriendo, por altos oficiales como David A. Phillips (1922-88).
Más adelante asegura el autor: “Muchas pruebas sobre el viaje de Oswald a Mexico -incluso grabaciones de llamadas telefónicas de Oswald interceptadas por la CIA- nunca llegaron a la Comisión”. Aquí tenemos una verdad a medias. Ninguna grabación con la voz de Oswald llegó a la WC ni ha sido presentada jamás por la CIA, a pesar de que las transcripciones de las llamadas por teléfono interceptadas indican que alguien se hizo pasar por Oswald.
La CIA tampoco ha presentado ninguna foto de Oswald entrando a o saliendo de los recintos diplomáticos de Cuba y la URSS, pese a que estaban bajo estricta vigilancia fotográfica. Puesto que, además, la CIA guardó silencio tras detectar la presencia de Oswald en Ciudad México por las llamadas telefónicas y con casi dos meses de antelación al asesinato, la confabulación está en el terreno de la CIA y no de Castro.

  •  “Si Oswald se jactó abiertamente, ante ciertas personas en México, de sus planes para matar a Kennedy, esto socavaría la historia oficial de un lobo solitario, cuyos planes de asesinar al presidente nunca pudieron ser detectados por la CIA ni por el FBI”.

Al igual que el doctor Brian Latell, Shenon exacerba un exabrupto de Oswald como plan. El espía del FBI Jack Childs, infiltrado en el Partido Comunista de Estados Unidos (PCUSA), viajó a Cuba en marzo de 1964 para cumplir la misión SOLO-15, que incluyó hablar personalmente con Fidel Castro sobre el asesinato de Kennedy. Childs informó que Castro había dicho: “Al negársele la visa por la embajada de Cuba en Ciudad México, Oswald actuó como un loco y empezó a gritar y vociferar a la salida: ‘Voy a matar a ese hijoeputa. Voy a matar a Kennedy’” (FBI Records: The Vault – SOLO, Part 63, pages 58-59).
Episodio reciclado
Shenon recicla este episodio como si el HSCA no lo hubiera zanjado en su Final Report (1979): “Nada en el material probatorio indica que la amenaza debió tomarse en serio, si es que sobrevino, ya que Oswald se comportó de manera pendenciera y repugnante” (página 122).
La desgracia de la hipótesis “Oswald did it, Castro helped” estriba en que tiene que casar con el hecho notorio de que un ex Marine desertor a la URSS, quien regresó a Estados Unidos y emergió como activista pro Castro en las calles de Nueva Orleans, fue detectado por la CIA al visitar las sedes diplomáticas cubana y soviética en Ciudad México el 27 de septiembre de 1963.
Comoquiera que la CIA y el FBI dejaron de seguir a Oswald como riesgo para la seguridad, la conexión de Castro supone conspiración de silencio nada menos que con la CIA. Así como el doctor Latell, Shenon desemboca con su hipótesis en la reducción al absurdo.

  • “Los archivos del Departamento de Estado y de la CIA desclasificados en los últimos años muestran que ambas agencias rechazaron las solicitudes de Thomas para llevar a cabo una nueva investigación”.

Otra verdad a medias, porque las solicitudes del diplomático Charles W. Thomas fueron rechazadas al derivarse del relato fantasioso que le contó una amiga, la escritora mexicana Elena Garro (1916-98), quien aseguró que la empleada mexicana del consulado cubano Sylvia Durán era agente de la inteligencia castrista y había planeado el asesinato con Oswald en una twist party a la que ella, Elena Garro, fue invitada y a la cual asistió también un negro pelirrojo cubano, esto es: un personaje que el nicaragüense Gilberto Alvarado, agente de Anastasio Somoza e informante de la CIA, había introducido ya en su cuento del pago en efectivo a Oswald, dentro de la sede diplomática cubana, para que matara a Kennedy.
Para sustentar su hipótesis, Shenon hilvana el cuento de Elena Garro y otros parecidos como si ejerciera periodismo de investigación. Politico tercia más bien en contra del acomodo entre Cuba y Estados Unidos. Incluso el diplomático reservista James Bruno, ex enlace de la Base Naval de Guantánamo con las Fuerzas Armadas cubanas, por ejemplo, largó un artículo acerca de “Cómo el pacto de Obama con Cuba esta reforzando su capacidad militar”.
Análisis y especulaciones sobre el actual momento en las relaciones entre Washington y La Habana van a in inundar por largo rato publicaciones y espacios académicos por largo rato. Resulta comprensible de cara al futuro que se aproxima. Pero apearse a estas alturas con que “Oswald lo hizo y Castro ayudó” es a cruel and shocking act contra los lectores.

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