La saga de Back Channel to Cuba: Lecciones para negociar el futuro

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Personalidades y presentantes políticos del exilio cubano respaldan la candidatura de George Bush a la presidencia en 1992.


Por Miguel Fernández Díaz
Ya se anunció que saldrá en octubre la edición revisada (Universidad de Carolina del Norte, 2015) del libro Back Channel To Cuba, que sus autores Peter Kornbluh y William LeoGrande pregonan con revelaciones del penúltimo capítulo de negociaciones secretas entre Washington y La Habana.
Estas revelaciones pudieran concatenarse con otros episodios del problema cubano para repasar una lección histórica que la oposición pacífica no acaba de aprender, a pesar de haberla tenido muy clara la oposición violenta, tal como resumió Orlando Bosch: “Sólo la fuerza convida al diálogo [y] el diálogo a las concesiones” (Los años que he vivido, New Press, 2010).
Desde el juicio a Los Cinco (espías) en 2001 se columbró un canje de prisioneros, pero Cuba no tenía equivalentes. A fines de 2008 Raúl Castro visitó Brasil y largó la propuesta de canje por los reos de la Causa de los 75, que Washington rechazó de plano. Para el verano siguiente, obispos estadounidenses abogaron en La Habana por “gestos que vayan alimentando la confianza [en] un acercamiento”. Sólo que el gesto seminal de liberar a Los Cinco se echaba de menos.
Los Castro se acordaron entonces de que un judío despistado montaba dispositivos de Internet satelital en un país donde está prohibido vender mimeógrafos. Alan Gross cayó en el jamo de la Seguridad del Estado el 3 de diciembre de 2009. Desde Washington llovieron las exigencias de liberarlo. Hasta el asesor de Seguridad Nacional, general Jim Jones, aprovechó una visita del cardenal Jaime Ortega a Estados Unidos para enviar, el 4 de agosto de 2010, el recado de que Gross debía ser liberado ya, pero el 12 de marzo de 2011 un tribunal cubano descargó 15 años de cárcel sobre el instalador de sueños de la USAID.
El diálogo
El 26 de julio de 2010, Fidel Castro dio una tertulia vespertina en el Memorial José Martí y respondió así a una pregunta del pastor por la paz Lucius Walker sobre Los Cinco: “Yo creo ahora más que nunca que están más cerca de que los suelten. El fin de año pueden preparar ya lo que haya, vamos a ver cómo se reparte lo que haya (…) Yo se lo puedo decir [y] me responsabilizo con decírselo a la familia”.
La saga de Kornbluh y LeoGrande aclara por qué Castro cometió semejante desliz. Al confluir Estados Unidos y Cuba en los esfuerzos por ayudar a Haití tras el terremoto del 12 de enero de 2010, la Secretaria de Estado Hillary Clinton mandó a su jefa de despacho, Cheryl Mills, junto con la subsecretaria asistente para asuntos del hemisferio occidental, Julissa Reynoso, a dialogar con funcionarios cubanos sobre Gross y Los Cinco.
El diálogo principió en restaurantes de Port-au-Prince y prosiguió en bares del este de Manhattan y hasta en la cafetería de un hotel en Santo Domingo. Los cubanos empezaron pidiendo mejorar el trato carcelario a Los Cinco y terminaron plantados en el canje por Gross. Washington se negó, pero los países latinoamericanos forzaron a repensar el caso con la presión que ejercieron en la VI Cumbre de las Américas (2012) para que Washington normalizara relaciones con La Habana.
En abril de 2013 Obama escogió a los asesores del Consejo de Seguridad Nacional Ricardo Zúñiga y Benjamín Rhodes para negociar en secreto. Cabe recordar que ese mismo mes empezaron a visitar Estados Unidos disidentes, favorecidos por la reforma migratoria que Raúl Castro puso en vigor en enero de ese año. Esos disidentes se permitieron incluso hasta respaldar el embargo y regresar a Cuba sin que las autoridades les aplicaran la Ley 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, vigente desde 1999.
Entretanto Rhodes y Zúñiga empezaron a reunirse con funcionarios de Castro y lo hicieron nueve veces en año y medio. El gobierno de Canadá contribuyó al secreto propiciando reuniones en Ottawa y Toronto. La pita se enredó hacia enero de 2014, al rechazar la parte cubana que Gross saliera por razones humanitarias y los tres espías aún penitentes de la Red Avispa se canjearan por Rolando Sarraff Trujillo. Kornbluh y LeoGrande se tragan la historia de Obama sobre “Roly” como “uno de los agentes de inteligencia más importantes de Estados Unidos en Cuba”, pero hay indicios racionales de que más bien sirvió como relleno para equilibrar el canje.
Cabildeo de bolsillo propio
El jet set de la disidencia debería aprender no sólo que sus giras por Latinoamérica son políticamente infructuosas, sino también que la labor de persuasión política en Estados Unidos no estriba en alardear por televisión y radio, salir en los periódicos, largar teques ante comité del Senado y conversar y tirarse fotos con Biden u Obama.
En octubre de 2012, el multimillonario Tim Gill y su parigual de origen cubano Patty Ebrahimi acordaron, en el bar-cafetería del hotel Saratoga de La Habana, tocar con limón las claves de solución del diferendo Cuba-USA. Ebrahimi invirtió un millón de su peculio por los canales que indicó la firma cabildera Trimpa Group tras auscultar al animal político en Washington y diagnosticar que propendía a cambiar la política hacia Cuba. Sólo había que dar un empujoncito.
El 19 de mayo de 2014, una coalición de gestores de fondos (Ford Foundation, Atlantic Philanthropies, Christopher Reynolds), políticas (Washington Office on Latin America, Center for Democracy in the Americas, Latin America Working Group) y reflexiones (Brookings, Council of the Americas) puso sobre el tapete la Carta de los 40 ó 46, que sobrepuja toda la correspondencia anticastrista de antes y después por la sencilla razón de tener detrás fuerza e intereses resueltos luego de más de medio siglo de fiascos, pamplinas y meras esperanzas. Ese mismo día, la Cámara de Comercio de EstadosUnidos anunció que su presidente, Tom Donohue, iría con una delegación a Cuba. En este caballo se montaría hasta The New York Times con la ristra de editoriales “Cuba: A New Start”.
Deus ex machina
Además de que no hay que armar circo mediático para hacer buena labor política, como demuestra Ebrahimi, otra lección que podría sacar la disidencia es que de nada vale ser recibido en audiencia y aun fotografiarse con el vicario de Jesucristo si los temas no tienen agarre terrenal.
Hacia septiembre de 2013, sin saber en qué andaba Obama, el senador Dick Durbin (D-IL) potenció su gestión de acomodo entre Washington y La Habana con esta sugerencia a la asesora Rice: What about getting the new pope involved? El jefe de despacho de Obama pidió a su amigo Theodore McCarrick, cardenal y arzobispo emérito de Washington, que embullara al Papa Francisco; el senador Patrick Leahy (D-VT) mandó recado similar al cardenal Ortega y el cardenal Seán O’Malley, arzobispo de Boston, completó el trío que propició a Obama discutir, el 27 de marzo de 2014 en la biblioteca privada del Papa, los casos y cosas de casa Cuba.
Para el 18 de agosto de 2014, el cardenal Ortega entraba a la Casa Blanca —sin asentarse siquiera en el registro de visitantes— y entregaba a Obama, en el patio adyacente a la rosadela (Rose Garden), la carta papal con instancia a resolver las “cuestiones humanitarias de mutuo interés, incluida la situación de ciertos presos, para principiar una nueva fase en las relaciones [Cuba-USA]”. Ya había entregado misiva similar a Raúl Castro.
Quinteto de cuerdas congresionales
Sin saber de la negociación secreta de la Casa Blanca, la oficina del senador Pat Leahy fechó el 7 de febrero de 2014 un memo de 10 páginas elaborado con Greg Craig, ex consejero legal de la Casa Blanca, sobre las opciones para excarcelar a Gross y salir del atolladero en la política hacia Cuba. A tales efectos, Leahy, Durbin, el senador Carl Levin (D-MI) y los representantes Chris Van Hollen (D-MD) y Jim McGovern (D-MA) se reunieron el 1 de mayo de 2014 con Obama, Biden y Rice.
McGovern le recordó al presidente: “You said you were going to do this. Let’s just do it!” Obama repuso que andaba en eso, pero se guardó de revelar las reuniones en curso con funcionarios cubanos.
Estos últimos sonaron alarma roja a principios de junio de 2014 con que Gross iba a suicidarse tras la muerte anunciada de su madre gravemente enferma. John Kerry propuso dejar que el preso visitara a su madre moribunda y ofreció hasta un grillete electrónico para que la Seguridad del Estado monitoreara sus movimientos. Cuba no mordió la propuesta y Evelyn Gross falleció el 18 de junio de 2014. Entonces Kerry espetó al canciller cubano Bruno Rodríguez que si algo malo pasaba con Gross, el chance de mejorar las relaciones se perdería sin remedio.
Al cumplirse el quinto año del arresto de Gross, su esposa Judy pidió enfáticamente a Obama que acabara de resolver el caso. Trece días más tarde, Obama llamó a Raúl Castro.
Mientras, hasta en fecha tan cercana al anuncio de la negociación como el 12 de noviembre de 2014, se podían leer en los medios digitales y periódicos dedicados al tema cubano, pronósticos sobre la relación bilateral y exámenes del paisaje postelectoral en Estados Unidos que dictaminaban cosas como estas:

  • La demanda de que [Obama] haga uso de su poder ejecutivo, tanto para flexibilizar su implementación[del embargo] como para sacar a la isla de la lista de países terroristas, es ahora mucho más costosa y por ello poco probable.
  • Para Obama es políticamente impagable acceder a canjearlo [a Gross] por los espías cubanos, porque (…) sería una bofetada al actual Congreso [y] también al Poder Judicial, con el que el presidente Obama tampoco desearía enemistarse por un tema tan irrelevante.
  • Una campaña internacional presionando el canje de sus espías presos en Estados Unidos por el señor Gross no tendría mayor posibilidad de éxito que la auspiciada por la URSS en favor del matrimonio Rosemberg (sic).
  • La detención y condena de Gross fue el recurso bien calibrado (…) para bloquear la ofensiva de paz de Obama [y] una clara señal de que no hay interés real en lograr una distensión significativa con Estados Unidos.

Esta espléndida amalgama de miopía política y predicciones desacertadas gravita sobre la capacitación de disidentes cubanos que sigue teniendo lugar en (desde) el exilio, a pesar de las lecciones del 17 de diciembre. Lo peor es que  la disidencia ni tiene capacitadores responsables en Miami y menos aún intelectuales orgánicos que enseñen, como premisa insoslayable, que para enfrentar el castrismo hay que comprender primero por qué no deja de vencer.

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