Leve defensa del cubano

parejamaleconPor Alex Fleites

Somos un pueblo poeta. Pero nuestra profunda raíz machista no nos deja admitirlo. “Vivir” en cubano tiene también la acepción de “disfrutar”. “Vive eso”, decimos para participar la belleza, ya sea de un cuerpo de mujer, de unos niños jugando o de la caída de la tarde.

Fíjense solamente en cómo llamamos al acto de hacer el amor: singar, templar. “Singar” es remar, batir acompasadamente un madero en el agua (¡vaya metáfora!). Por su parte “templar” es oficio de herrero, que a fuego vivo moldea el metal; también los músicos tiemplan las cuerdas o el cuero de sus instrumentos: el cuerpo como violín o tambor, que se pulsa, se frota o se percute, y a través del cual se ejecuta una difícil melodía. En Cuba los amantes se tiemplan: se hacen, se moldean, se afinan ¿en la fragua de la pasión? También, como ven, somos un poco cursis.

En ciertos países de América se usa “coger” para idéntico evento. Pero pocos saben que la acepción amatoria de ese verbo tiene un origen maldito. Los colonizadores “cogían” a las indias en contra de la voluntad de éstas; de modo que no se trataba de un acto consensuado, sino, por el contrario, cargado de humillación y de violencia.

Avivar el fuego

“¿Por dónde cojo?”, dice un cubano para preguntar hacia dónde debe dirigirse. En Venezuela, en México esa frase traería no pocos y maliciosos equívocos.

Los españoles tienen “follar” para hablar de lo mismo. Y aunque suena como un acto mecánico, también es avivar el fuego. Ahora, puestos a comparar cordialmente, “echar un polvo” (España) nunca va a ser mejor que “echar un palo”, que habla de tribalismo selvático y viril.

Somos un pueblo poeta y también niño. Toda esa guapería, todo ese exacerbado nacionalismo, no es otra cosa que fragilidad, temor a que no nos reconozcan, manipulaciones de políticos: “Somos lo máximo”, dice una canción. Otra: “por eso yo soy cubano/ y me muero siendo cubano”. ¿Acaso no sabemos que los franceses se mueren siendo franceses; los bolivianos, bolivianos; los etíopes, etíopes…? Sí, lo sabemos, pero repetimos como un mantra, la tonada.

Los cubanos -nos cuesta asumirlo- necesitamos grandes dosis de ternura: que nos arrullen, que nos apapachen (México), que nos aúpen, que nos comprendan, que nos acepten sin paternalismos. Y también que nos critiquen, que nos pongan en solfa, que nos satiricen, que expongan nuestros defectos, que nos juzguen, que nos ayuden sin imposiciones de ningún color, a ser.

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