Merendando en Punto Cero: El niño Marlon, Fidel Castro y la abuelita educadora

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El niño Marlon Méndez Cabrera muestra una foto de su encuentro con Fidel Castro. Foto: Enrique de la Osa.

Por Clive Rudd Fernández

Este lunes la televisión cubana reportó algo inusual: un niño fanático de Fidel Castro y que colecciona fotos del anciano líder desde los tres años, fue recibido en Punto Cero por su ídolo viviente.

Marlon Méndez Cabrera, de ocho años, tiene la pared de su dormitorio llena con más de 200 fotos de Fidel, de la misma manera que la mayoría de sus amiguitos de escuela tienen fotos de Cristiano Ronaldo, Lionel Messi o Brad Pitt. El niño fue llevado al encuentro con el ex gobernante el pasado 12 de agosto, en vísperas de su cumpleaños 88,

Es algo insólito porque Marlon, que vive con sus padres en en San Antonio de los Baños, hace todo lo posible por sentirse más cerca de Fidel Castro, al punto de vestirse con el legendario traje verde olivo, que le confecciona la abuela. El niño le llevó un ejemplar de La victoria estratégica para que Fidel se lo dedicara y le prometió seguir coleccionando fotos suyas mientras merendaban juntos.

El ejemplo supremo de la famila revolucionaria entregada a la veneración del patriarca en retiro.

Común y obligatorio

Por la década de los 80 e incluso parte de los 90, tener fotos de Fidel Castro e incluso un mural llenito de esos fetiches era algo común y casi obligatorio. Después ocurrió lo que nadie creía posible: “Se cayó el Caballo”, como le decían al Hombre, el Uno, en el argot popular desde 1959.

El 20 de octubre del 2004, literalmente Fidel Castro se derrumbó frente a la prensa nacional y extranjera en la Plaza Che Guevara de Santa Clara, tres años después de un desmayo en un  soleado acto en el Cotorro que marcó el comienzo de su fragilidad manifiesta. Inmediatamente después de la caída, el comandante se apresuró a reportar daños menores: “Para que nadie especule, tengo alguna fractura en la rodilla y tal vez una en el brazo; tal vez, no es muy seguro, pero estoy entero”. Pero el daño a la imagen estaba definitivamente hecho.

Los diligentes funcionarios del Departamento de Orientación Revolucionaria y otros cubículos de propaganda del Comité Central del Partido Comunista se dedicaron durante décadas a difundir la idea del ídolo inmortal, el que no se caía “ni de la cama”, el infalible.

Todo se derrumbó en unos minutos cuando lo inevitable sucedió; Fidel era un mortal igual que el resto de los cubanos y como todos, también tropezaba y caía. Peor aún, la idea antes intangible de que pudiera morir se implantó en la mente de muchos de sus fanáticos y seguidores dentro y fuera de la isla.

Pero el golpe mortal al comandante se lo dio uno de sus colaboradores (hay quien especula que fue una maniobra del “enemigo”). En el 2006 después de varias operaciones intestinales, a alguien de su círculo más cercano se le ocurrió la iniciativa de difundir la imagen del comandante en un mono deportivo Adidas moviéndose con gestos que parecían propios de un robot, con un rostro visiblemente envejecido y balbuceando frases incoherentes dentro de un elevador. El tiro de gracia al comandante estaba dado.

Recuerdos que se esfuman

La imagen del guerrillero incansable e inmortal murió ese día. Para su desgracia y la de la revolución, Fidel Castro siguió vivo, deteriorando cada minuto el recuerdo del hombre “inmortal”.

Con la muerte política del comandante desaparecieron de muchas casas de sus seguidores las imágenes del guerrillero triunfal. No luce bien poner la imagen de un viejito en un mono deportivo Adidas en la sala de tu casa, aunque sea para que la jefa de vigilancia del CDR no te marque como desafecto a la revolución. Como decía mi abuela, “no da el plante”.

Ahora, con el caso del inefable Marlon, la prensa nacional descubrió una familia que sobrevivió la muerte del comandante y se dedicó a inculcar o estimular en el muchachito la adoración por un falso héroe que ya está en extinción del panorama cubano. Es curiosa la distinción, porque se trata de algo que dejó de ser común en Cuba y la prensa oficial lo exalta y convierte en noticia.

Parece que la crónica inicial de la Televisión Cubana le trajo nostalgias y recuerdos de un traje y de un personaje que ahora se le cae del cuerpo, y por ello en uno de sus libros que le dedicó a Marlon le dio muchas gracias a su abuelita María Elvira Hernández, por ser su “gran educadora”.

El resto de los niños del barrio tienen que haber visto el reportaje televisivo como una broma de la historia, un viaje a un pasado ignoto.

¿Y este quién es?

Cuando sus héroes personales ganan copas del mundo de fútbol, conquistan las Grandes Ligas a batazo limpio. alcanzan galardones internacionales de actuación y crean fortunas con las que combaten enfermedades, el héroe de Marlon vive el ocaso de sus días entre los recuerdos, rodeado de sembradíos de moringa que según él salvarán a la humanidad de la hambrina, y de paso aniquila cualquier remanente que aún quede de la imagen del comandante y de la revolución.

Una anécdota ocurrida en una escuela primaria de La Habana explica tal vez mejor que nada el desplazamiento real que ha tenido la figura de Fidel Castro en el imaginario de la más joven generación y los afanes de la prensa oficial en catapultar a primeros planos el caso de Marlon, una suerte de retoño del balserito Elián González.

La maestra mandó a sus estudiantes -con la edad de Marlon- a buscar imágenes de los héroes de la revolución para una tarea gráfica, a manera de collage. Uno de ellos encontró y pegó en el papel fotos de Raúl Castro y Fidel Castro. Uno de sus compañeritos de clase vio la foto de Fidel y le preguntó apuntando sobre la imagen del Comandante: “¿Y este quién es?” La respuesta fue muy sencilla e ilustrativa: “El hermano de Raúl”.

Vea el reportaje de la Televisión Cubana aquí

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