Desde Cuba: Mi humano derecho al encabronamiento

denguePor Alejandro Rodríguez Rodríguez*
Ayer el día estuvo cabrón. Fue el Día Internacional de los Derechos Humanos y en Cuba hubo jolgorio mediático, autobombo y negación de la negación. Yo, en cambio, preferí no alegrarme de nada, y emplear con alevosía mi derecho maltrecho de tanto uso de encabronarme frente al televisor con un periódico rojo en la mano.
Todo comenzó días atrás cuando se acercaba la fecha. El diario Granma (al que no llamaré más Abuelita, por respeto a las abuelitas), empezó a publicar materiales sobre el estado de los derechos humanos en Cuba, con crítica cero, mostrando al país perfecto y al paraíso único en la Tierra. Hubo así un artículo copia y pega de cifras de algún informe internacional, copiaypegado por algún dirigente del Partido Comunista Español. Yo no quiero que un funcionario norteamericano venga a nuestros periódicos a escribir sobre nuestros derechos o la falta de ellos, pero tampoco me gusta que lo haga un representante de un partido político español si quieren escribir de nosotros que lo hagan en sus medios, allá en la casa del carajo; porque lo lógico es que aquí, en el exiguo espacio de nuestra prensa, seamos nosotros quienes consideremos qué es o deja de ser un derecho humano esencial.
Exitos de la participación ciudadana
Hubo también un artículo que identificaba los éxitos de la participación ciudadana con la discusión del proyecto de los Lineamientos. Según su autor el documento fue discutido por 8 millones 900 mil cubanos. Ahora mismo no tengo acceso a la web de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), pero creo que valdría la pena revisar si en realidad existen en Cuba 8 millones 900 mil cubanos en edad responsable, ¡porque a penas somos 11 millones y la cifra me suena a demasiado! El artículo sugiere, asimismo, que todos podríamos tener una participación más activa en los destinos del país si nos involucráramos más en el combate contra las ilegalidades y las indisciplinas sociales. De tranca… Y uno creyendo que la participación se corresponde más con la apertura de los medios al pensamiento diverso, o con el reconocimiento legal de medios representativos de pensamientos otros.
Luego en la TV, más de lo mismo. Una periodista reportó el nacimiento del primer cubano del día 10 de diciembre del 2013. Según dijo, una cesárea en otro país (léase cualquiera que no sea Cuba), le hubiese costado a la madre entre 3 mil y 8 mil dólares. Como si los servicios gratuitos de salud fuesen patrimonio exclusivo de los hospitales cubanos. ¿Será por ese costo tan elevado que en nuestros hospitales maternos suelen retrasarse y evitarse todo lo posible los partos por cesáreas? Quitando del debate profesional sobre la pertinencia de las mismas, muchas veces hay que acudir a palancas y a médicos amigos para obtener alguna.
Para mí no basta con que los servicios de salud sean gratuitos: tienen, además, que ser de calidad. Y calidad médica en este siglo no es que te diagnostiquen una insuficiencia cardiaca tras electrocardiograma instantáneo, sino que te digan qué tipo exacto de insuficiencia es, que pronóstico tiene, y cuáles son los tratamientos más adecuados, cuáles de ellos están a tu alcance y cuáles no y por qué. Esto, por los canales establecidos (sin socios médicos que se encarguen), es casi imposible de lograr en la Cuba de ahora mismo. Si no me cree lléguese a una policlínica cualquiera y diga que tiene un dolorcito en el pecho, luego verá como camina la cosa.
Temiendo con razón
Tampoco son excepciones las madres que solicitan Círculo Infantil para sus niños cuando estos tienen tres meses, y la respuesta solo llega ya casi cuando los niños deben ir a la escuela, y a esas alturas, claro, las madres han acudido a la opción de una cuidadora privada, pagando cada mes cerca de la mitad de sus salarios. Sin embargo, salud y la educación en Cuba son bastiones inexpugnables de lo logrado, y debe agradecerse cualquier cosa, sin recelos: exigirle incluso un mínimo de eficiencia, criticar sin paños tibios, suele ser visto como un acto ingrato de la más baja calaña, una traición o algo así.
Pero el plano espiritual es quizás el más afectado en materia de derechos. Internet, por ejemplo, tiene una tarifa de casi cinco dólares por hora de conexión, lo cual es una forma menos fea de negar absolutamente a los ciudadanos el acceso a los circuitos contemporáneos de comunicación.
Falta libertad de expresión: aunque muchos se expresa ahora como no lo hacía antes, quedan muchísimos más que siguen temiendo con razón y ejemplos sobran, a las posibles represalias que pueden causar en Cuba determinados criterios, sobre todo los de índole política. La censura en este país tiene un currículum vitae impresionante, y la gente no se fía así como así de que todo al respecto haya cambiado, o vaya a cambiar a corto plazo.
Falta también un sistema transparente de medios de comunicación que sirvan a la ciudadanía para enterarse de las noticias y no solo para recordarles la Historia o resumir las resoluciones que publica la Gaceta Oficial. Aparece el dengue y el cólera, por ejemplo, y los medios nos niegan el derecho a tener una adecuada percepción de riesgo. Tampoco nos dejan saber de algunos debates trascendentales que acontecen en diversos sectores de la sociedad civil, porque resulta que el aniversario 21 de una casa de cultura suele ser más importante. Pareciera que los debates culturales y sociales solo son dignos de la vista intelectual.
Lamentos al aire
Tampoco contamos, en general, con instituciones que respeten a los ciudadanos. No es un secreto que la mayoría de los funcionarios se limpian el culo con las quejas de la población que llegan a sus oficinas, obligando a todo un ejército de afectados, en cuestiones tan sensibles como el techo de una vivienda o los zapatos ortopédicos de una niña, a llevar sus problemas y lamentos hasta la vista pública en la prensa.
En la escena económica nacional también resta mucho camino para alcanzar igualdad de derechos. Las empresas estatales, por ejemplo, al parecer sí pueden poner carteles bien visibles (perpendiculares) en zonas del centro histérico de mi ciudad, Camagüey. Sin embargo los cuentapropistas solo tienen derecho a colocar carteles publicitarios adosados a las paredes, como si el gobierno supusiera ya suficiente favor el reconocerles en estado legal.
Yo pienso que si de verdad interesa educar a los ciudadanos sobre sus derechos (que no hacer propaganda política y alardear), deberían mejor imprimir tabloides con la Declaración Universal y venderlos bien baratos en los estanquillos, como mismo se vendió el folleto de los Lineamientos. A fin de cuentas aquí se socializó con éxito hasta aquel curso de Universidad para Todos sobre la importancia de los vegetales en la nutrición humana., por tanto, no hacerlo con los Derechos Humanos solo muestra una gran falta de voluntad al respecto.
Los medios pueden dibujar la Cuba que prefieran, pero la gente aquí no es comemierda y conoce bastante bien el país en que vivimos: de nada vale entonces repetir tanto los éxitos si no se arremete en serio contra lo que falta, porque el futuro de un país y de lo que sea, siempre se funda en base a lo que falta.
*Periodista cubano residente en Camagüey. Tomado de su blog Alejo3399

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