Obama en Cuba: Tiempos de cambio

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Un residente de La Habana de hoy.


Por Leonardo Padura
Quizás el acontecimiento más memorable de la recién celebrada Feria del Libro de La Habana, considerada el “evento cultural más importante del año en Cuba”, fue la publicación y presentación, hecha por una editorial cubana (estatal, como es lógico) de la novela de George Orwell 1984, considerada uno de los alegatos más formidables que se haya escrito contra el totalitarismo y, si la memoria no me falla, estimada por años como un libelo anticomunista.
En mis años de estudios universitarios, cuando manos sabias y generosas me facilitaron las novelas de Orwell 1984 y Rebelión en la granja, mis compañeros de estudio y yo sabíamos que estábamos entrando en terreno peligroso. Con tales lecturas nos acercábamos a un fuego que nos podía lacerar si alguien comentaba, en algún mal lugar, que andábamos en tales contubernios con aquella literatura considerada punto menos que subversiva. Su presentación, ahora, en la isla, ha sido vista y considerada como un signo de apertura ideológica, una señal de nuevos tiempos en el diálogo y consumo cultural, y hasta en la política general del país.
Un anuncio increíble
Por los días en que se celebraba la etapa habanera de la Feria del Libro, se hizo efectivo el increíble y a la vez esperado anuncio de que el presidente norteamericano Barack Obama haría una histórica visita a Cuba los ya muy próximos días 21 y 22 de marzo. Según ha declarado el inquilino de la Casa Blanca, espera que su paso por la isla vecina contribuya a propiciar los cambios que su gobierno estima deben producirse en el país. ¡Un presidente de Estados Unidos en Cuba, llegando a La Habana en su Air Force One, y presumiblemente recibido con sonrisas, aplausos, bandas de música! Ni en sueños o pesadillas muchos cubanos nos imaginábamos que en nuestras vidas podríamos ver algo así. De cómo se desarrollará esa estancia, con quiénes hablará y qué resultados inmediatos o mediatos provocará, mucho se ha hablado y mucho más se hablará durante esos dos días cercanos y sin duda intensos para la sociedad y el gobierno cubanos.
Pero no por casualidad la estancia de Obama en Cuba coincidirá, se ha dicho, con la presencia en La Habana de un equipo de beisbol de las Grandes Ligas norteamericanas para celebrar un juego de exhibición con la selección nacional cubana. Y sucede que -tampoco por casualidad- estos embajadores del beisbol profesional norteamericano llegan a la isla justo cuando ese deporte, que también es pasión y orgullo de los cubanos, vive uno de sus momentos más bajos en la nación caribeña, entre otras razones, precisamente, por la salida casi masiva de talentos cubanos hacia ese y otros circuitos profesionales, donde los que los más afortunados y capaces llegan a firman contratos multimillonarios y otras decenas sueñan con hacerlo.
La reciente deserción en República Dominicana de los hermanos Yulieski y Lourdes J Gourriel, dos estrellas del plantel nacional cubano de béisbol, ha puesto el dilema de la fuga de talentos en un punto crítico para el deporte, la sociedad, el discurso político cubanos. Porque las Grandes Ligas siempre fue el espacio de los mercaderes de carne humana, aunque hoy las instituciones cubanas traten de llegar a algún acuerdo con esa organización que, cuando menos, regularice la salida hacia el norte de los atletas sin que estos deban pactar con traficantes de personas y contratos y, si es posible, que tal acuerdo reporte ganancias económicas a la isla. Entonces los traidores ya no serán traidores y el profesionalismo deportivo una práctica cada vez más asimilada por el sistema cubano.
De Obama a Mick Jagger
Pero –otro pero-, por la puerta por la que saldrán Obama, su secretario de Estado John Kerry y un equipo de beisbol profesional entrarán en La Habana Mick Jagger y sus míticos, incombustibles Rolling Stone. Si hace apenas unos cinco, diez años, a alguien en Cuba le decían que un presidente norteamericano vendría a Cuba, la respuesta sería una sonrisa irónica; pero si se le anunciaba la posibilidad de ver actuar a los Rollings en La Habana, la reacción habría sido una carcajada… o un alarido, si el que respondía andaba por los 60, 70 años de vida. Porque los que fuimos jóvenes en la Cuba de la década de 1960 difícilmente podremos olvidar esas críticas políticas a las que uno se podía arriesgar por confesar, en aquellos años, que escuchaba a The Beatles o The Rolling Stones: porque ellos, esos músicos iconoclastas e inquietos, eran considerados por los promotores de la nueva pureza ideológica la encarnación misma de la decadencia burguesa y su música estimada como una forma de brutal penetración ideológica, cultural, políticamente nociva. Por suerte, desde hace años esa percepción cambió, y ahora hasta los Rollings pueden actuar en la isla mientras en un parque habanero aparece sentada desde hace más de una década una reverenciada imagen en bronce de John Lennon, como si nunca hubiera pasado nada con él y su música.
En ese ambiente de tantos cambios y aperturas ya casi no resulta curioso que la compañía Chanel, uno de los nombres icónicos del mercado, escoja el más importante paseo de la capital cubana para realizar una pasarela de modas. O que la nueva producción de esa quintaesencia de lo hollywoodense que es la serie Fast and Furiuos decida rodar escenas de persecuciones en el Malecón habanero. ¿Quién lo iba a decir? ¡El mundo del glamour y la industria del entretenimiento exhibiéndose en La Habana por donde pasan Obama, Mick Jagger y se lee a Orwell!
Definitivamente los tiempos cambian y, con ellos, algunas columnas caen, otras se arquean adaptándose a las nuevas circunstancias… pero algunas otras se mantienen tozudamente erguidas.

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