¿Qué pedimos los cubanos a Santa Bárbara?

¿Qué pedimos los cubanos a Santa Bárbara?

Por Wilfredo Cancio Isla

Es una de nuestras veneraciones más poderosas en la difusa, pero inapagable religiosidad popular. Santa Bárbara para los católicos, Changó en la santería criolla, celebra su fiesta cada 4 de diciembre.

Santa Bárbara/Changó figuró siempre en las celebraciones sincréticas cubanas que no dejaron de efectuarse ni en los momentos de mayor persecución y vigilancia contra la religión. De niño recuerdo los festejos casas adentro que algunos ingenuamente, aguijoneados por prejuicios y puritanismo, mirábamos temerosos como manifestaciones de brujería en el barrio. Pero la vida se fue iluminando y entre los cantos de Celina González y los de Celia Cruz, pues la festividad está cada vez más enseñoreada en la idiosincrasia nacional, en Cuba y en la diáspora por igual.

Evocamos el día de Santa Bárbara como una suerte de anunciación, de súplica y amparo. La fiesta de Santa Bárbara es uno de los cuatro puntos cardinales de devoción sincrética de los cubanos, junto a las peregrinaciones por la Virgen de la Caridad, Cachita, Ochún, el 8 de septiembre, y de San Lázaro, Babalú Ayé, el 17 de diciembre, y el culto a la Virgen de las Mercedes, Obatalá, el 24 de septiembre.

Nuestra casa emocional

Son los puntales de nuestra casa emocional. De nuestro misterioso equilibrio y de nuestra esperanza que no cesa, a pesar de todos los extravíos de la nación.

Porque Santa Bárbara es la fe de la santa, hija de sátrapa, encerrada en un castillo para evitar su casamiento joven y su proselitismo cristiano.   Es su martirio, flagelada, desgarrada con rastrillos, quemada con hierros candentes y, finalmente, decapitada por su propio padre en la  cima de una montaña, antes de que un rayo pulverizara justicieramente al victimario.

Como Changó, dios de la virilidad y la fuerza, es también la Justicia. Orisha de la danza, de la música, de los tambores Batá.

De la alegría y  la pasión de vivir, y de la intensidad que necesita la vida.

La fecha me trae el recuerdo de las celebraciones furtivas de mi niñez, de la inolvidable Elia Gallardo, madre del amigo Rafael Rivera, guardando sus tributos para el Gran Día. Y también de otro amigo, artista total, fervoroso creyente, que cumplía años en esta fecha de glorificación: el cineasta Humberto Bárbaro Solás Borrego (1941-2008).

Hallazgo para celebrar

Curiosamente, hace tiempo que quiero dedicarle una semblanza personal a Humberto, quien es para mí el director cinematográfico que con más pasión exploró en sus filmes una sensibilidad cubana desde una mirada universal.  En 1988 realicé una larga entrevista a Humberto como artículo central de un número de la revista Revolución y Cultura que debía publicarse en ocasión del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana de ese diciembre. Estábamos a mediados de año y el cineasta acababa de recibir la noticia de la censura de su proyecto Océano por parte de las “altas instancias”, en otras palabras, por Raúl Castro o Fidel Castro, que no era lo mismo pero es igual, parodiando al trovador. La película abordaba el tema de la homosexualidad de un dedicado trabajador cubano, suficiente para que el oficialismo la vetara en ese momento.

Con aires de perestroika y glasnost soviéticas aderezando el ambiente tropical, Humberto estaba indignado en los días que hablábamos y la entrevista fue un verdadero testamento de creación y vida. A veces detuve los apuntes para preguntarle si quería realmente mantener una afirmación subida de tono. Humberto me dijo que lo pusiera todo así y propuso que la foto de Mario Díaz fuera frente al mar.

La entrevista finalmente se publicó censurada en RyC -ya he contado antes como un conocido escritor le cortó “seis cuartillas problemáticas”- y la versión original mecanuscrita quedó en mi poder. La presté a un profesor universitario para sus clases de Cultura Cubana y el documento nunca retornó a mí. Pero recordaba que una de las jornadas de la entrevista la había cumplido con una pequeña libreta de notas, que permaneció en Cuba por años y que hoy rescaté por esas raras concurrencias del azar.

Tal vez sea un guiño del amigo Humberto en vísperas del día en que los cubanos siempre pedimos justicia, fuerza, entereza y bienestar a Santa Bárbara y Changó, espada en mano.

Quiero adentrarme en esta jornada tan especial para los creyentes -y los menos creyentes- con la bendición recibida por el reencuentro de un pedazo de memoria personal que creí irremediablemente perdida. En definitiva, si algo quisiera pedir hoy a Santa Bárbara/Changó para los cubanos y para el país que será  la Cuba futura (porque será) es memoria. Ante los desafíos que enfrentará la condición cubana, ante los recuentos olvidadizos y la reescritura de la Historia, ante los pedazos rotos de los relatos familiares y las versiones escritas desde el poder, nada pondrá a nuestros compatriotas en mejor resguardo que la huella incanjeable de la sabiduría popular que es la memoria. Porque sin memoria no tendremos jamás un país vigoroso.

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