Periodismo de matraca: Dos meses en la vida de Raúl Castro

Periodismo de matraca: Dos meses en la vida de Raúl Castro

Raúl Castro y Miguel Díaz Canel: Juego del trono.

Por Miguel Fernández Díaz

Por falta crónica de fuentes primarias en La Habana, la prensa local de Miami no se enteró de que el Consejo de Estado había acordado el 15 de diciembre instar a la Asamblea Nacional a extender el mandato de su actual legislatura hasta el 19 de abril. Vino a enterarse de esta prórroga de poderes el 21 de diciembre, al dar Granma la noticia. Y como de costumbre, pues se lanzó a revolverla con opiniones de observadores a distancia, sin entreabrir ni siquiera una persiana hacia el periodismo de interpretación.

Para empezar, el diario El Herald echó mano a un tuitazo de Ileana Ros-Lehtinen: “Los dictadores siempre quieren permanecer en [el] poder”. Aquella prórroga nada tiene que ver con el prurito dictatorial, que Raúl Castro hubiera satisfecho tan sólo con abstenerse de anunciar hace unos cuantos años atrás que abdicaría de la jefatura de Estado y Gobierno.

Y lo hizo para dejar bien claro, con su propio ejemplo, de que nadie podrá ejercer esa jefatura por más de dos períodos de cinco años. No lo hizo por gusto, sino por reafirmar la clave estratégica del tardocastrismo: nadie podrá creerse que es otro Fidel Castro.

Incomprensión del sistema

Esta clave se pierde de vista en la remisión del diario local a expertos que “habían especulado que el actual gobernante podría mantenerse en su puesto por más tiempo, debido a las difíciles circunstancias que atraviesa el país”. Aparte de que tras la sirimba intestinal de Castro se disolvió el mito del gobernante imprescindible, Raúl Castro no tiene que mantenerse al frente del Estado y el Gobierno para dirigir el país. En la dictadura de partido único, el gobierno es el aparato administrativo del Buró Político, que encabeza Raúl Castro como Primer Secretario.

Ajenos al enfoque sistémico, esos “analistas y disidentes cubanos” que se mencionaron en estos análisis ni siquiera advierten que para cortar la transferencia del poder planificada al detalle por tantos años tendría que haberse declarado estado emergencia.

Ni los problemas de la economía ni la caída del subsidio venezolano, ni las sanciones enarboladas por Donald Trump y ni mucho menos esos ataques acústicos que Washington no tiene voluntad para tratarlos tal y como serían: acciones terroristas, tienen relevancia para alterar el curso previsto del Estado totalitario derivado de la dictadura del único partido.

“Para mí, es inconcebible que en las circunstancias actuales ellos se retiren”, dijo Domingo Amuchástegui, ex oficial de inteligencia del castrismo, quien hace décadas no tiene relación ni información directa de los círculos de poder para saber cómo piensan y reaccionan ahora, aunque haya sabido bien cómo pensaban y reaccionaban antes.

La prensa miamense nos regala otro factor más desfasado todavía: la participación más baja en la historia electoral del castrismo podría también “haber sembrado dudas entre los dirigentes cubanos”. Ni pensarlo. Todos ellos saben que el abstencionismo favorece ya sólo al statu quo.

Otra perla es que “la decisión final podría ser del Partido Comunista”, como si la decisión final y todas las demás no hubieran sido hasta ahora de ese partido. Sobre todo aquella que se tomó en 2013 de aupar a Miguel Díaz-Canel como Vicepresidente Primero. Ahora sólo tienen que ultimarse los detalles de cambios que vienen cantándose. De ahí el anuncio de otro pleno del Comité Central para marzo próximo.

¿Negocios por venir?

A tono con el despiste, el director interino dizque del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos (Universidad de Miami) se apeó con que “Raúl Castro quiere pasar el batón cuando la economía esté en mejor forma”, pero como todos sabemos que esa economía “no se recuperará en 60 días”, el quid estriba en disponer de “más tiempo para negociar con otros países”, como si Raúl Castro en persona fuera a negociar o sirviera de garante contractual.

Al estilo de los reportajes sobre la colusión de Trump con Putin, Gómez alega que “algunas fuentes me han dicho que los cubanos están trabajando en un plan para hacer a Cuba más atractiva para la inversión de los EEUU”. Tampoco ningún plan de ese tipo fructifica en 60 días y los aparatos estatales de comercio exterior y economía que dirigen Malmierca y Cabrisas, respectivamente, funcionan con entera independencia de las elecciones.

La ignorancia propia como incertidumbre ajena

El Herald soltó  que “la demora hasta abril genera aún más incertidumbre sobre quién podría ser el sucesor de Castro”. Esa incertidumbre desapareció en 2013 al ser elegido Díaz-Canel como Vicepresidente Primero. Desde entonces es el sucesor de Raúl Castro por ineludible imperativo constitucional. Y como el Buró Político del único partido no va a fijar de antemano un sucesor para terminar nombrando a otro, aludir a incertidumbre equivale a ignorar la mecánica del poder en Cuba.

Aquí la única incertidumbre radica en quién será el Vicepresidente Primero del Estado y Gobierno encabezado por Díaz-Canel.

Y el peródico profundiza en esta ignorancia con que “algunos sectores del Partido” consideran que Díaz-Canel no tiene “la experiencia necesaria para ocupar el puesto [ni] es uno de los llamados líderes históricos de la revolución”.

  • Habría que adivinar qué sectores son esos, porque Díaz-Canel ascendió en 2013 por decisión del Buró Político ratificada por el Comité Central
  • Aparte de que Díaz-Canel acumuló experiencia como secretario del partido en dos provincias y como ministro de Educación Superior, entró al Buró Político en 2003. Una estancia de 14 años en el foco del poder sin quemarse indican experiencia de sobra
  • Ya en 2013, los líderes históricos de la revolución acordaron pasar el batón del Estado y del Gobierno a otra generación del castrismo

El disidente Antonio Rodiles opinó que “un gobierno controlado desde el partido por el propio Raúl” con el desatino de que igualmente ejercerá control su hijo, “el coronel Alejandro Castro Espín, al frente de los servicios de inteligencia”. Pero este Coronel ni está al frente de los servicios de inteligencia ni puede controlar de ningún modo el Estado y el Gobierno sin estar en el Buró Político. Ni siquiera es miembro del Comité Central.

La cobertura de la prolongación del poder de Raúl Castro nos trajo el pensamiento y la expresión del anticastrismo tardío que no ve más allá de las narices que huelen el tardocastrismo como peste de familia.

Y asٕí se nos viene encima la continuidad del castrismo sin jefe de Estado y Gobierno de apellido Castro, sin oposición racional ni periodismo que brinde cobertura juiciosa.

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