Cuba, letanía de la reforma migratoria

Carlos Cabrera Pérez

El diputado cubano Luis  Morlote, presidente de la Asociación Hermanos Saíz,  acaba de repetir en España una de las letanías predilectas de la dictadura: “La emigración cubana es económica, no política”. Y el tema tiene guasa porque, se coja por donde se coja, comporta una ecuación complicada para el Departamento Ideológico del Partido Comunista y sus terminales propagandísticas.

¿Qué datos maneja Morlote para asegurar que los miles de emigrantes cubanos buscan euros o dólares, pero apoyan el proyecto político del castrismo? ¿Si es como dice Morlote, que equipara a los cubanos con haitianos, mexicanos, nicaragüenses yhondureños, significa que su revolución es un fracaso económico?

¿Habría valido la pena un esfuerzo colectivo de 53 años para conseguir una nación más pobre, sin libertad y con emigrantes como cualquier otra nación subdesarrollada? Si la mayoría del exilio cubano obedece a causas económicas, ¿por qué penalizar la aventura con los costes de pasaporte, chequeo médico, carta de invitación, tarjeta blanca; o 40 euros mensuales o su equivalente en dólares en el consulado correspondiente, en el caso de los que se acogen al sistema de los “once meses”?

Un emigrante bipolar

¿Sería posible el emigrante bipolar que apoye la actualización del modelo económico, incluido el gravamen del 18 por ciento a la importación de alimentos, los nuevos impuestos para importación de artículos que entran en vigor el 3 de septiembre, la liberación de los cinco espías, la Alianza Bolivariana y desapruebe ratificación de los tratados internacionales sobre Derechos Humanos, pero que mande dólares y euros a su casa natal y sea apolítico en el conflicto cubano; o sea, lo que antes se estigmatizaba como “apático”?

Normalmente, tiene derechos en su país quien asume gastos e inyecta dinero en una economía, aunque sea por vía indirecta mendiante remesas familiares, envío de artículos y alimentos y compras en la red de tiendas de internet -uno de los supermercados más caros del mundo y con una relación calidad-precio discutible. Tómese en cuenta que en uno de dichos portales, los gastos de transporte de la factura familiar dentro de La Habana (antes Ciudad ídem) ascienden a unos 21.04 euros.

La Constitución cubana establece que una de las causas de pérdida de la nacionalidad es asumir la de otra nación. ¿Cómo es posible entonces que un país atento a cualquier violación de las leyes en el ámbito mundial y, principalmente, en Estados Unidos y Europa, viole su propia Carta Magna obligando a sus emigrados económicos a viajar y pagar como cubanos?

Hondureños, mexicanos, guatemaltecos, peruanos, colombianos, nicaragüenses, etcétera, que emigran, conservan sus derechos ciudadanos como son las pequeñas propiedades y el derecho al voto en cada convocatoria electoral, a la que son convocados desde los consulados correspondientes. ¿Por qué no se dispensa igual trato a los cubanos emigrados por motivos económicos?

España está en crisis, por ejemplo, pero un pasaporte válido para 10 años, cuesta 20 euros, según la última actualización de tasas de la administración española. ¿Cómo se explica entonces que un pasaporte cubano tenga una vigencia de seis años; a un coste de unos 180 euros y haya que hacer prórrogas bienuales, al coste de otros 90 euros? O sea, que el coste total es de 360 euros para seis años; 18 veces más que el costo de un pasaporte español y con cuatro años menos de validez. ¿Si alguien emigra por razones económicas al mundo neoliberal por qué se le aplican estas tarifas de castigo?

Pacotilleo y apoliticismo

Estos datos los he sacado de una resolución de Bruno Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores, del 25 de enero de 2011; pues en la página del Consulado cubano en Madrid para cada trámite solo aparece la lista de documentación que exigen y una advertencia, que pasa casi desapercibida: “Debe abonar el arancel consular estipulado para este servicio en efectivo o medio de pago certificado de banco”.

Todos estos mecanismos burocráticos y las desafortunadas declaraciones del diputado Morlote confirman el viejo sueño castrista de propiciar un individuo pacotillero que vuelva cada año a su antiguo Cedeerre cargado de regalos para los suyos, previo pago en Aduanas, y con moneda dura en los bolsillos y en sus tarjetas de débito y/o crédito que contribuyan a paliar el desastre cotidiano, con la única condición de que no se busque problemas, de que no se meta en líos, en resumen: un mudo político que suelte pasta.

Lamentablemente, el único responsable de esta injusticia no es el gobierno cubano ni sus diputados en gira europea, sino que muchos exiliados bajamos la cabeza, con autojustificaciones cobardes como “la política es muy cochina”; “los disidentes están pagados por Washington” o peor aún: “si vieras el fiestón que metimos en Guanabo…”

Antes de poner en práctica la demorada reforma migratoria, el gobierno cubano ha puesto a viajar a ciertos parlamentarios -ya sabemos que oficialistas- que hablan con la prensa extranjera y tratan de convencerla de que cualquier flexibilización o cambio de política “tiene que ser muy estudiado para evitar que se desangre el país” y justificaciones por el estilo. ¿Se anunciará el próximo día 23 de julio durante la sesión plenaria de la Asamblea Nacional o nos la tienen reservada para el discurso del 26? ¿O simplemente seguirá esperando por el “momento oportuno”?

Si Luis Morlote es el Hombre Nuevo que pretendía el castrismo, mejor se ahorran el dinero que emplean en viajes de diputados. Y lo lamento por su señoría, que se vería privada de ir de tiendas surtidas e iluminadas o de una charla reposada en Madrid con compañeros del movimiento de solidaridad sobre cómo el pueblo cubano sigue venciendo las dificultades, al ritmo de me pone otra cerveza, por favor… en una jarrita bien fría, si no es mucho pedir… gracias

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