Un caso republicano para la política de Obama hacia Cuba

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Vendedor en La Habana. Foto: Courtesía de Valerie Wirtschafter. CFR


Artículo publicado por el ex secretario de Comercio del gobierno de George W. Bush, el empresario cubanoamericano Carlos M. Gutiérrez, en la página de opiniones del diario The New York Times, el 23 de junio de 2015.
Por Carlos M. Gutiérrez
WASHINGTON – Nací en La Habana en noviembre de 1953, unos seis años antes de que Fidel Castro encabezara una revolución en Cuba. En julio de 1960, mi familia huyó a Estados Unidos en busca de libertad. Como muchos cubanos que dejaron atrás parientes cercanos, una empresa, sus propiedades y recuerdos. Perdimos todo.
La decisión de mis padres a buscar exilio en Estados Unidos ha sido el acontecimiento más importante de mi vida. Gracias a su visión, y la seguridad y las oportunidades de este país, he alcanzado el éxito personal y profesional más allá de lo que podría haber imaginado a los siete años como refugiado en Miami. Me convertí en un ciudadano, abracé a mi vida como un nuevo americano y me convert’í en un amante de los Yankees de Nueva York.
Al igual que muchos colegas republicanos y cubanoamericanos, yo critiqué al presidente Obama cuando en diciembre 2014 anunció que su gobierno comenzaría a normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Después de años de hostilidad e intentos fallidos de distensión, me pregunté: ¿Acaso el gobierno cubano realmente quiere mejores vínculos con Estados Unidos, o era esto simplemente otro movimiento de ajedrez en un juego agotado? Después de todo, Obama no es el primer presidente que intenta cambiar la relación con Cuba -la revolución de Castro ha sobrevivido a 10 administraciones norteamericanas.
Hoy soy cautelosamente optimista por primera vez en 56 años. Veo un rayo de esperanza en el hecho de que, al permitir Cuba incluso una pequeña cantidad de la iniciativa empresarial y con muchas empresas estadounidenses deseosas de penetrar un nuevo mercado, podamos en realidad ayudar al pueblo cubano.
Mi carrera de 30 años en la Compañía Kellogg me enseñó que, en su mejor momento, el negocio puede tener un impacto transformador y edificante en las comunidades y sociedades enteras. Gracias a esa creencia, siempre he estado orgulloso de decir que soy un republicano.
Como secretario de Comercio en la administración de George W. Bush, fui la voz de las empresas estadounidenses en el extranjero y vi de primera mano que nuestro sector privado podría ser el mejor embajador de los valores estadounidenses, así como el poder de la libre empresa puede elevar los niveles de vida y la importancia ser libre para trabajar donde uno elige.
Creo que ahora es el momento para los republicanos y un amplio sector de la comunidad empresarial estadounidense de dejar atrás las miradas al pasado y abrazar un nuevo enfoque sobre Cuba.
Han pasado seis meses desde que se anunció el cambio de política de Obama. Ambos gobiernos han confirmado sus planes de abrir embajadas, y las negociaciones han abarcado una variedad de temas, incluyendo la extradición de fugitivos estadounidenses que huyeron a Cuba. Casi todas las semanas una nueva delegación del Congreso aterriza en La Habana. Desde una perspectiva de gobierno a gobierno, no ha habido tanta comunicación entre Estados Unidos y Cuba en 50 años. Nunca esperé negociaciones para llegar a este punto.
En el lado empresarial, los estadounidenses han comenzado a viajar a Cuba bajo licencias ampliadas. Las compañías de tarjetas de crédito estadounidenses han sido autorizadas para manejar las transacciones en Cuba. Algunas de las empresas más innovadoras del mundo, como Airbnb y Netflix, han comenzado a ofrecer sus servicios en Cuba. El equipo de fútbol Cosmos de Nueva York ha jugado un partido de exhibición en la isla, y la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA) ha patrocinado un taller en La Habana.
Algunos candidatos presidenciales, entre ellos los senadores cubanoamericanos Marco Rubio y Ted Cruz, han argumentado que Obama ha concedido demasiado. Lo cierto es que los cambios hasta el momento se han incrementado, y este será un proceso largo y gradual.
Contrariamente a la creencia popular, las acciones ejecutivas del presidente Obama no permiten el comercio libre y abierto con Cuba, ni se abren las puertas para el turismo estadounidense a la isla; la Ley Helms-Burton de 1996 codificó el embargo que prohíbe a las compañías estadounidenses de realizar transacciones con Cuba, y los viajes siguen siendo restringidos. Más bien, las reformas han permitido que algunas empresas e individuos estadounidenses participen en limitadas actividades adicionales  en Cuba.
Tal vez lo más crítico entre estas actividades ha sido concederle a los estadounidenses el derecho de apoyar a una nueva generación de empresarios de origen cubano y cubanos administrar pequeñas empresas. Este movimiento es una respuesta lógica a un cambio permitido por el régimen de Castro en los últimos años. Estos propietarios de pequeñas empresas y sus empleados necesitarán herramientas, equipos, materiales de construcción, y formación en contabilidad, logística y otras áreas. Las nuevas reformas permiten a los ciudadanos y empresas estadounidenses hacer frente a esas necesidades, y tengo la esperanza de que el gobierno cubano les permitirá a sus ciudadanos sacar el máximo provecho de su asistencia.
Los cubanos anhelan no solo para estas interacciones, sino también de un momento en el que puedan disfrutar de oportunidades para trazar su propio camino en la vida, sin tener que salir de su patria, como tuve que hacerlo yo hace 55 años.
Hay quienes siempre añoran el pasado, ya sea de la era pre-Castro  en Cuba o los días previos al acercamiento actual. Algunos de mis compatriotas cubanoamericanos insisten en que la persistencia en la política de exprimir económicamente a Cuba ayudará al pueblo cubano, porque va a conducir a la democracia. Me pregunto si los cubanos que tienen que hacer cola para las necesidades más básicas a la hora en que el sol calienta La Habana creen que este enfoque es útil para ellos.
Estados Unidos debe, en cambio, mirar hacia el futuro y aprovechar esta oportunidad para ayudar a los cubanos en la construcción de una nueva economía. Hay mucho trabajo por hacer y el progreso será lento. Sin embargo, la comunidad de negocios y mis colegas cubanoamericanos y republicanos no deben ignorar las posibilidades por delante. El pueblo de Cuba necesita y merece nuestra ayuda.
*Carlos M. Gutiérrez, ex director ejecutivo de Kellogg y ex secretario de Comercio (2005-2009). Actualmente es copresidente del Grupo Albright Stonebridge.
Traducción: CaféFuerte

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