Un rostro desfigurado: De cómo Díaz-Canel salió del quirófano del Miami Herald

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Miguel Díaz Canel: el Herald dice que se parece al actor Richard Gere.


Por Miguel Fernández Díaz

There are also unknown unknowns,
the ones we don’t know we don’t know.
Donald Rumsfeld

En medio del desbarajuste periodístico que ha creado la nueva política de Estados Unidos hacia Cuba y el anunciado viaje de Barack Obama a La Habana, un reportaje publicado por The Miami Herald/El Nuevo Herald de Miami irrumpió de repente el pasado fin de semana, prometiéndonos explicar la “sucesión cubana”. “Miguel Díaz Canel, el rostro del futuro en Cuba” era el título de la pieza a digerir en esta hora previa a los cambios que comenzarán inevitablemente a desgranarse, por razones más biológicas que racionales, con la celebración del VII Congreso del Partido Comunista, el próximo abril.
Tres, fueron tres los periodistas del Herald -Mimi Whitefield, Nora Gámez Torres y Glenn Garvin- quienes se enfrascaron en una faena supuestamente de revelaciones informativas para los ávidos lectores del sur de la Florida y del mundo, deseosos de dilucidar el universo de poder que se reconfigura en la isla. Lástima que en este esfuerzo reporteril no alcanzara para informar a los lectores de una evidencia fundamental: que el Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, Miguel Díaz-Canel, es el sucesor previsto del actual Jefe de Estado y Gobierno por la sencilla razón de que ahora mismo lo sería “en caso de ausencia, enfermedad o muerte” de Raúl Castro, tal y como prescribe sin remedio el Artículo 94 de la Constitución vigente.
Quirófano contaminado
En vez de dar esta luz, el artículo sumió al lector en la penumbra de que “es, supuestamente, el rostro del futuro de Cuba”, que de inmediato desfiguraron con que Raúl “lo dejó entrever en el 2013, cuando dijo que dejaría la presidencia de Cuba el 24 de febrero del 2018, y entonces la Asamblea Nacional, cuyo poder es nominal, designó a Díaz-Canel como primer vicepresidente”.
En esta operación se vislumbra ausencia investigativa en la disección del entuerto. Para empezar, no cabe suponer nada. Como ni el Papa Francisco sabe cuándo Raúl enfermará o morirá, Fidel y Raúl no se hubieran arriesgado jamás a escoger a Díaz-Canel como Primer Vicepresidente en 2013 si no fuera el sucesor preconcebido.
El artículo distorsionó hasta la secuencia factual. Raúl no dejó entrever nada en 2013 ni entonces la Asamblea Nacional designó con su poder nominal a Díaz-Canel, sino que este se empinó como decisión del poder real a través del trámite clásico: Fidel y Raúl escogen, el Buró Político confirma, el Comité Central convalida y la Asamblea Nacional elige. Y sólo tras la elección fue que Raúl expresó —bien clarito— que declinaría la jefatura de Estado y Gobierno en 2018.
A pesar de que ellos mismos aseveran que Díaz-Canel “ha viajado no sólo por Cuba sino por el mundo entero como emblema de la nueva dirección política”, el juicio de valor se contaminó con la politiquería simbólica por la visita de Obama a Cuba y adelantaron un encuentro de aquel con Díaz-Canel como “la indicación más seria hasta el momento” de que el actual vicepresidente primero será el próximo Jefe de Estado y Gobierno, como si Díaz-Canel no hubiera asumido ya esa doble jefatura durante la visita de Raúl a Francia.
Instrumentos sin esterilizar
Para desfigurar a Díaz-Canel, el Herald recurrió entre otros a Jaime Suchlicki, quien comentó que en caso de ser designado presidente no gobernaría en realidad, ya que “no tiene ni tanques ni tropas”. Así el  doctor Suchlicki sirvió instrumentalmente para desfigurar también el Estado de corte totalitario del cual Díaz-Canel será jefe, porque dicho Estado no es simple dictadura militar, sino peor: dictadura del partido único que con su capilaridad y fuerza de penetración sobrepuja a cualquier mando militar.
Aparte de que la presidencia comprende, por imperativo constitucional, “desempeñar la Jefatura Suprema de todas las instituciones armadas” (Artículo 93.g), Cuba no se gobierna con tanques ni con tropas. Ni siquiera hay soldadesca profesional, sino que todo el mundo es militar de por vida útil, ya sea en servicio activo o en la reserva. Una sociedad militarizada de este modo no se gobierna desde los cuarteles, sino por el partido único, que se extiende por todo el país y fagocita todos los sectores -incluso las fuerzas armadas, los órganos de orden público y la Seguridad del Estado- e incluso las esferas privadas.
Así mismo, trajeron como expertos al politólogo Richard Feinberg y al doctorando Arturo López Levy para desfigurar un hecho como opinión: ¿Será presidente Díaz-Canel? “Es el candidato más probable”, dijo Feinberg; “No hay duda”, recalcó López-Levy.
Vendas sucias
Peor fue el manejo de testimonios. Para dar fe de que Díaz-Canel gustaba de “hablar con la gente de abajo”, el artículo apeló nada menos que a Guillermo “El Coco” Fariñas, “quien estaba hospitalizado en huelga de hambre contra el gobierno [y] recordó divertido [que Díaz-Canel] me saludó y me preguntó por mi salud”.
Más divertido aún resulta que Fariñas no recordara otra ocasión mucho más memorable en que Díaz-Canel “le estrechó la mano calurosamente y le preguntó por su salud”, tal y como declaró el propio Fariñas precisamente al Herald en su primera visita a Miami. La ocasión es memorable porque esto sucedió -siempre según Fariñas- en Santa Clara, “frente a la casa de los padres de Díaz-Canel”, poco antes de ser elegido Primer Vicepresidente, y este le dijo a Fariñas que “lo iba a tener en cuenta”.
La diversión se vuelve apoteósica porque Fariñas declaró también que Díaz Canel había sido “su compañero de clase en la escuela militar”. Sin embargo, la autobiografía de Fariñas precisa que “en 1980” se graduó de preuniversitario “en la escuela militar Camilo Cienfuegos”, en tanto la biografía de Díaz-Canel recoge que hizo el preuniversitario en el campo (Valle del Yabú) al oeste de Santa Clara y egresó de la Universidad Central en 1982 como ingeniero electrónico.
Igual de temerario resulta que se incluyera el testimonio de que Díaz-Canel “forjó fuertes vínculos con los Castro en su juventud durante el servicio militar, el cual -de acuerdo con un ex militar que sirvió en una unidad semejante- incluyó un período en un destacamento que sirvió de seguridad personal tanto a Fidel como a Raúl”. Como ingeniero electrónico, Díaz-Canel pasó todo su servicio militar (1982-85) en la unidad militar 3875 de defensa antiaérea.
Infección de las heridas
Luego de principiar con que Díaz-Canel se parece a Richard Gere, el artículo demostró que semejante frivolidad no era casual y junto con la carrera política de Díaz-Canel describió desde su trayectoria en el amor, pasando por usar Blackberries, hasta que Fidel Castro lo regañó por andar en bicicleta.
Por entre otras muchas incursiones imperitas e imprecisas en el objeto y el sujeto de información, como que la cuenta de Twitter @MiguelDíazCanel “no parece (sic) realmente suya”, porque reza: “Estoy esperando que los hermanos Castro se mueran y vayan al infierno por llevar a Cuba a la bancarrota”, la propuesta del Herald termina introduciendo el virus enloquecedor de que la dictadura castrista es cosa de familia.
Ante la incapacidad de aprehender por qué el castrismo seguirá con jefe de Estado y Gobierno sin apellido Castro, el consuelo estriba en que Díaz-Canel no sería más que un marcador transitorio hasta que resuelvan sus diferencias “el hijo de Raúl, Alejandro Castro, coronel de las fuerzas de seguridad del Ministerio del Interior, y su yerno Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, coronel del ejército [ni siquiera se percataron los reporteros que ascendió a Brigadier] y jefe de algunas de las mayores empresas de las fuerzas armadas”.
Así, digerido el caso, tenemos bien explicada otra razón eficiente de la longevidad del castrismo: muchos no saben en qué consiste. Ni parecen dispuestos a enterarse.

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