Adiós a Carlos Ruiz de la Tejera, el caballero de la carcajada criolla

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El actor y humorista cubano Carlos Ruíz de la Tejera (1932-2015)


Por Fabián Flores
LA HABANA.- Se fue uno de los grandes artífices del humor criollo, acaso el más singular de los artistas que hicieron reír en Cuba cuando había que sortear la censura hasta para hacer un chiste costumbrista. Carlos Ruiz de la Tejera falleció este viernes en La Habana, a los 82 años, de muerte repentina.
Hombre culto, lector avezado y actor de excepcional versatilidad y cualidades expresivas, De la Tejera se paseó con elegancia y dignidad por los escenarios del humor cubano por más de 40 años. Ejerció todos los géneros y en todos los medios, adaptándose en cada momento a las exigencias cambiantes del espectador nacional y a los requerimientos que impone hoy la sobrevivencia económica en su país.
Pero siempre actuó y trabajó sin concesiones.
De la Tejera creó una mímica personal. Para una generación de cubanos, sus monólogos sobre La Vela, La Guagua (este último inspirado en un texto de Héctor Zumbado), La Jaba y El Camello, hicieron época. Pero su aporte tocó todos los campos del teatro, el espectáculo y el entretenimiento. Fuero pinceladas satíricas que sacaron las carcajadas a sus compatriotas, con un uso magistral de la expresividad gestual, la ironía y la recreación del lenguaje popular.
Figura del cine cubano
Arquitecto de profesión con alma de actor, De la Tejera estuvo muy activo en el teatro y el cine de los años 60. Hizo mucho teatro dramático y de experimentación (estuvo con Teatro Estudio y con Los Doce de Vicente Revuelta), y también su presencia es significativa en películas del legendario Tomás Gutiérrez Alea, quien valoraba altamente su condición actoral. Con Titón filmó Las doce sillas (1962), La muerte de un burócrata (1966) y Los sobrevivientes (1979). Por estos años intervino también en El otro Cristóbal (1964), de Armand Gatti, y Son o no son (1978), de Julio García Espinosa.
Luego de largos años de ausencia, su voz había retornado recientemente al cine a través de uno de los personajes de Meñique, de Ernesto Padrón, el primer largometraje de dibujos animados cubanos en 3D que se estrenٕó a mediados del 2014.
Pero De la Tejera fue mucho más que un actor con voz de barítono. Fue un showman que dominó las claves del espectáculo como pocos artistas en Cuba. Aprovechando una apariencia que rayaba en lo feo, casi esperpéntico, el artista supo moldear su carisma y hacerse familiar entre los cubanos.
Sus monólogos del teatro y la televisión lograron calar en la gente de a pie como una forma de interpretar sus problemas y canalizar sus críticas cotidianas, algo que no era poca cosa en tiempos de férreo dogmatismo. Porque en muchos monólogos y unipersonales de Carlos Ruiz de la Tejera lo más importante era a veces lo que no se decía, lo que quedaba sugerido y aguijoneando la perspicacia del espectador.
Laboratorio de talento
Su acariciado proyecto personal de La Peña de Carlos Ruiz de la Tejera en el Museo Napoleónico de La Habana resultó su aportación de madurez, y supo mantenerla contra viento y marea desde su nacimiento en 1992, en pleno período de crisis económica, hasta su fallecimiento.
La Peña se convirtió pronto en una opción cultural para los habaneros y en un laboratorio para los nuevos creadores. Porque también fue un promotor de talento y de oportunidades para los demás en tiempos en que la decencia parece una asignatura eliminada del curriculo nacional.
De la Tejera recibió el Premio Nacional de Humorismo en el 2006.
Se van a extrañar sus carcajadas en nuestros medios. Carlos Ruíz de la Tejera hizo época y fundó un estilo para el monólogo. Que la risa lo acompañe dondequiera que esté.
Monólogo de El Camello:

Elogio de la risa:

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