Flora, la mariposa

Flora Lauten ha vuelto al Buendía, a la vieja iglesia de la calle Loma que bordea con la necrópolis, para repetir ahí ese pequeño milagro que es siempre el de una resurrección teatral.

Flora, la mariposa
Flora Lauten, actriz, maestra y mentora de generaciones de teatristas cubanos. Foto: Facebook.Norge Espinosa.

Por Norge Espinosa Mendoza

Me he consolado a través de sus discípulos, amigas y amigos, admiradores y devotos que han podido esta vez hacer lo que yo no pude: ir a verla, como quien sabe que se trata de algo excepcional, y que de ese momento puede emanar una fulguración inolvidable. Flora Lauten ha vuelto al Buendía, a la vieja iglesia de la calle Loma que bordea con la necrópolis, para repetir ahí ese pequeño milagro que es siempre el de una resurrección teatral. Con ella, regresa a la cartelera de La Habana el nombre de ese grupo, y así sea por un tiempo breve, rápido como un relámpago, ha sido la protagonista de Aura, la versión que ella y su fiel Raquel Carrió han creado a partir de la noveleta de Carlos Fuentes, publicada en 1962.

Conocí esa trama por supuesto a través de la lectura, y de una versión televisiva que se presentó a inicios de los años 90. No he visto el filme que también adapta esa fábula de amores, fantasmas y misterios entre sus personajes, sobre los cuales la anciana Consuelo se impone como reina de todas las metamorfosis.

Para alzar esta versión en esa antigua iglesia que desde 1986 es la casa de Teatro Buendía, Flora y sus fieles han debido enfrentar no pocos problemas, de muchos tipos, que han sobrepasado con el estreno como quien insiste en no creer en imposibles. Y ese ha sido el gesto del Buendía en tantas ocasiones (desde los tiempos de El pequeño príncipe, su Electra Garrigó o su estremecedor replanteo de Lila, la mariposa), parte de su lección mayor, que no se limita a las lecturas desafiantes de nuestra tradición escénica ni a la belleza innegable de sus producciones. Es bueno saber que aún hay fuerzas para seguir haciendo teatro así y allí. Por mucho que el ahogo pretenda imponerse.

Flora Lauten en su interpretación de Consuelo. Foto: Facebook/NE.

Cuando vi a esa mujer, hermosa de tantas maneras, que es Flora interpretando a Teresa de Jesús en Éxtasis, pensé en la primera vez que la pude admirar en escena, asumiendo a la abuela desalmada de aquel espectáculo que corrió por medio mundo. Si hubiera podido verla ahora, esa línea de recuerdos que ella protagoniza me hubiera permitido ver más allá del espejo negro y poderoso que ella ha alzado sobre ese escenario tan particular. Y seguramente hubiera podido agradecerle no solo esta puesta en escena sino la persistencia con la cual ella nos ha dejado aprender tantas cosas.

Ahora mismo, creo que es la única actriz de su generación que pervive en los escenarios cubanos. Y ella, alumna de Vicente Revuelta, de Santiago García, viniendo de tantas experiencias, dueña como ninguna otra del mejor uso de los resonadores que he visto en mi país, brilla sin alarde en las fotos que me llegan del espectáculo. Ella es Consuelo como siempre es Flora, como fue tantos otros personajes en el cine o la televisión alguna vez. Y como la vemos en el respeto ganado a golpe de talento y empeño, como una madre segura de los árboles e hijos e hijas que ha sembrado.

Me digo que este es también un modo grato de verla y aplaudirla, a través de los que sí pudieron hacerlo y se fueron al Buendía con el mismo anhelo con el que yo me iba a esa vieja iglesia en mis años de juventud. En mi memoria se agolpan imágenes de Las perlas de tu boca, de La vida en rosa, de La Tempestad, de La Cándida Eréndira…, de La visita de la vieja dama, Charlton, Bacantes, Woyzek, y también de Las ruinas circulares, Baal, Monigote en la arena, Historia de un caba-yo, Safo, Roberto Zucco… Y eso me permite saberme un espectador afortunado, un admirador rendido, que entra nuevamente a ese lugar como Felipe Montero, que llega a la casa donde reina Consuelo como quien sigue una predestinación, para enamorarse de Aura o de esa otra mujer, como quien se entrega a un enigma al que nadie podría ya resistirse.

Felicidades otra vez, y gracias infinitas, querida Flora Lauten. Que el teatro cubano no deje nunca de tener su iglesia propia en el Teatro Buendía.

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