Huevos: miedo para todos

Huevos02

Escena de Huevos, dirigida por Alberto Sarraín en Akaura Teatro. Foto: Julio de la Nuez.


Por José Luis Llanes
Llevo días tratando de escribir sobre esta pieza y casi siempre terminaba con dolor de cabeza.
No porque la representación sea deficiente. Todo lo contrario. Quizás es demasiado exitosa en su objetivo de revivir los días terribles que vivimos los cubanos cuando el éxodo del Mariel. Y en emplazarnos a la reflexión.
Dolor emocional que se transforma en dolor físico.
Yo estaba en Cuba 1980. Cursaba mi segundo año como estudiante de Teatrología y Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte, antiguo Country Club de La Habana, no muy lejos de la Embajada del Perú, el epicentro del pandemonio.
Durante esos meses, las autoridades suspendían clases y labores para obligar a la ciudadanía a asistir a los mítines de repudio frente a la sobrepoblada embajada, el lugar que se había convertido en la pachanga política de turno, con decenas de kioscos cerveceros para aplacar los ánimos y garantizar una asistencia masiva a la presunta protesta espontánea del pueblo.
Incapaces de comprender
La mayoría de nosotros, con honrosas excepciones, no fuimos capaces de comprender todo el alcance de lo que estaba pasando. Y aunque muchos no tiramos huevos, tampoco hicimos nada para impedirlo o manifestar públicamente nuestro desacuerdo. La simulación reinaba y azuzaba más el fuego. Las palabras de orden eran confusión y sobrevivencia para unos, oportunismo y revanchismo para otros, miedo, para todos.
Estos hechos, que constituyen uno de los capítulos más oscuros de la historia de la nación, son el tema central de la pieza Huevos, de Ulises Rodríguez Febles, (Matanzas, Cuba, 1968) escrita en el 2004 y estrenada en Miami en una puesta en escena de Alberto Sarraín para Akuara Teatro-La Ma Teodora, bajo la dirección general de Ivonne López Arenal.
La acción dramática de la pieza se desencadena cuando su protagonista regresa del exilio más de una década después buscando respuestas y comienza por depositar una docena de cajas de huevos en el portal del líder de las protestas contra su familia que ahora ocupa su casa.
Se trata de la primera pieza escrita en la isla -al menos de que se tenga noticias- en abordar el escabroso tema desde los dos ángulos de la colisión y emplazar a víctimas y victimarios en un foro común para reflexionar sobre sus diferentes roles en la pesadilla que los marcó y les arrancó un trozo de dignidad. Y al parecer, todos tuvieron una justificación para sus actos o al menos, así lo argumentan. Cuestionable y doloroso, pero argumentos.
Quebradura moral irreversible
Sarraín, quien posee uno de los catálogos más sólidos como director del teatro cubano en el exilio, no pudo escoger un mejor título en el contexto actual de la nueva ola de cambios que vive la isla. Uno que revisa lo que para muchos representó la quebradura moral irreversible del proceso revolucionario ante la primeras generaciones de nacidos y criados dentro de la Revolución que comenzaban a cuestionarse su legitimidad.
Porque las agresiones y vejaciones entre compatriotas para castigar la disensión son -y siguen siendo- uno de los elementos claves de la naturaleza corrupta de cualquier ideología que las promueva y constituyen un obstáculo permanente a cualquier posibilidad de reconciliación.
Irónicamente, Huevos utiliza el género testimonial como arco para lanzar su flecha, un género saturado de propaganda cultural revolucionaria durante décadas y que, salvo en contadas excepciones, no perseguía otro objetivo que reforzar su mensaje y lavar el cerebro de los ciudadanos.
Sólo que esta vez, la flecha recorre el camino contrario, no para destacar solamente la responsabilidad del gobierno en estos hechos, sino la de todos los participantes, activos y pasivos, como una radiografía del precio que cada uno pagó por ser lo que fue y de hasta dónde puede llegar la manipulación de un gobierno, con la complicidad -voluntaria o involuntaria- de su ciudadanía.
Persistencia del resentimiento
El tratamiento de un tema neurálgico como este es complejo por la frescura de las heridas y la persistencia del resentimiento. Hay mucho coraje aquí, en este esfuerzo, en todo este equipo, dramaturgo, director, actores, productores, promotores, y espectadores, en exponer y exponerse, aun a través del dolor, a uno de nuestros grandes traumas nacionales, obviamente en busca de alivio, compasión y coexstencia.
Sería recomendable un pequeño repaso de imprecisiones técnicas menores en la operación de luces y en el trabajo de algunos personajes -no hay rol menor en esta pieza- si se quieren ajustar las clavijas de esta poderosa representación.
Aunque nada logra amortiguar el impacto total de esta propuesta, la sutileza con que Sarraín mueve actores y escenografía a través del tiempo y lugar de acción, muestra de un depurado dominio del lenguaje teatral, el naturalismo de los mítines de repudios, el efectivo recurso de las proyecciones fílmicas de la época como trasfondo y, por último, la integración del espacio público a la acción, desde la perspectiva de las turbas agresoras -histeria de megáfono ensordecedor incluida.
Una histeria que por momentos nos devuelve al escenario de los mítines de entonces sobre imágenes de los mítines actuales, en una Cuba socialista que propugna a los cuatro vientos, que está cambiando.
Huevos se presenta los sábados a las 8:30 p.m. y los domingos a las 6 p.m.en el Teatro Akuara, situado en el 4599 SW 75 Ave, Miami. Las entradas pueden reservarse en el (786) 853-1283. Los boletos están a la venta una hora antes que comience la función en la entrada del teatro.

CATEGORÍAS

COMENTARIOS