Miami: Microteatro y vida cultural

Microteatro es hoy un hervidero de creadores en Miami y está viviendo un regreso que nos da la impresión de que esta vez retorna con la fuerza de nuevos espectáculos, reuniendo jóvenes actores con otros más experimentados. 

Miami: Microteatro y vida cultural
Lizandra Parra en Titán, de Yoshvani Medina. Foto: Ismael Requejo.

El pasado jueves me fui a Microteatro. En una noche lluviosa, de esas que obligan a muchísimos miamenses a quedarse en casa. Pero fui porque la temática de esta temporada me pareció más que atractiva. Contrariamente al cine y la novelística, el teatro, como género literario y su puesta en escena, regularmente se refiere a hechos que ya son parte de la historia. La actual temporada de Microteatro se introduce en el tema de la Inteligencia Artificial.

Hay algunos factores conocidos y otros por descubrir que lo hacen atractivo y convierten al Micro en un fenómeno cultural interesante. En principio habrá que asistir cada semana, vivir en Microteatro. Esta es la experiencia que he vivido en los últimos meses y, aunque en ocasiones no se comprenda, para conocer en profundidad una manifestación artística hay que dedicarle tiempo. En la visita del jueves, dada la inclemencia del tiempo, pude ver sólo dos de las siete obras que se presentan y me referiré a ellas para ir estableciendo algunos puntos que pueden servirnos luego. Aquí va lo que he visto.

Un regalo ultramoderno

En Todo X un abrazo, pieza escrita por Antonio Campagna, vemos a un joven cuya única experiencia vital es a través de comics y juegos de video, con lo cual su mundo se reduce al aséptico contacto con las máquinas, sufre de un trastorno que le tiene obsesionado con la limpieza y sufre de un ingente rechazo al contacto con otro ser humano. Esta especie de Sheldon Cooper recibe un regalo de su terapeuta. Se trata de un avanzado Cyborg, un aparato con figura femenina, para que le proporcione apoyo emocional y físico. En opinión del doctor que ha enviado el presente, lo que necesita el  muchacho es un abrazo, sólo un abrazo y el ultramoderno Cyborg viene acompañado de un protocolo que incluye todo tipo de servicios, con una lista exhaustiva e inviolable de todo lo que el artefacto podrá brindar. Pero esto es sólo el principio. El desarrollo de la obra nos hará reflexionar sobre hasta dónde una inteligencia artificial podría relacionarse con las emociones de los humanos.

Escena de Titán, de Yoshvani Medina. Foto: Ismael Requejo.

El joven, interpretado por William Valdés, entra en escena dispuesto a comunicarnos su ansiedad, sus inseguridades y lo consigue con creces. Ariadna González, en el personaje de la bella Inteligencia Artificial, nos regala un registro diferente a todos en los que la habíamos visto antes y convence como un artefacto futurista. La participación de Guillermo Marrero, asistente técnico, es una revelación.

Es la mejor puesta en escena de Rosalba Maldonado hasta ahora en Micro, y con un mínimo de elementos, crea un espacio para la acción en apenas dos metros cuadrados, que, sin embargo, no produce una sensación de encierro. El texto es tan simple que repite los patrones del encuentro entre dos entes de diferentes procedencias, y que ha sido visto ya, sobre todo en el cine. Sin  embargo, logra un acercamiento divertido a un tema que está en debate: los intentos de cubrir las necesidades humanas a través de la cibernética y la robótica y la discusión acerca de si las máquinas podrán ser parte del mundo de las emociones.

Luego vi una creación de Yoshvani Medina, que ha llegado precedida de muchísimo interés. La nueva pieza de este autor se refiere al Titán, el pequeño sumergible de titanio y fibra de carbono y a la implosión de éste que sacudió el mundo. Las premisas de esta presentación no pueden ser más reveladoras. El tema se aborda a través de un muy hermoso diálogo entre un espíritu y una inteligencia artificial antropoide, dos seres que habitan en las antípodas de la imaginación decualquier creador. El escritor y director lo asume, como es su característica, con temeridad y a todo riesgo. La belleza del texto contribuye a querecordemos que la poesía tiene un lugar en el teatro y el suspense que representa el saber que Titán implotará en 15 minutos le añade tensión e interés.

Escenario del Microteatro en la ciudad de Miami. Foto: Ismael Requejo.

Pero la osadía de Yoshvani no se detiene ahí. Además de que el sujeto y telón de fondo del conflicto ha sido noticia hace muy poco y cuyo eco todavía se escucha, en su obra aprovecha una coincidencia en la vida y la trágica muerte de otros seres humanos. Los bisabuelos de dos personas que morirán en el Titán sufrieron una suerte similar en 1912 en el más célebre naufragio de la historia. Esto deberá funcionar como un potente recurso para mover la emoción del espectador. Una tercera razón del interés despertado por este estreno es que el mismo autor y director ha presentado recientemente, en dos partes, una obra que ha tenido puestas en escena memorables.

Espectacularidad versus drama

El viejo refrán reza que toda comparación es odiosa, pero, en algunos casos, inevitable. En las dos partes de La Patrocinadora pudimos apreciar que el ritmo, la transparencia del tema así como las sinceras interpretaciones de los actores-cantantes -unido esto a un ahorro e imaginativo uso de los elementos escenográficos y de utilería- creaban esa atmósfera entre actores y espectadores que se consigue en Microteatro y que nos hace partícipes del conflicto.

La puesta en escena de Titán es todo lo contrario.

El texto hermoso se hunde en el tono de unos personajes que se expresan con tal solemnidad que emiten frases monocordes, con una ausencia de matices que anula la emoción. Tal vez la premura por estrenar y la insuficiencia de ensayos, dos de los males que afectan muchas producciones de Micro, se hayan confabulado para impedir que un actor y una actriz que han mostrado sus talentos en más de una ocasión llegaran a escena con personajes maduros.

Una escenografía recargada, que equivoca las locaciones que representa, contribuye a confundir el desarrollo de la trama y se fundamenta en una espectacularidad que va en contra del drama que se relata. El sexo, siempre presente en las creaciones de Yoshvani, es innecesario por partida doble y el vestuario seleccionado va desde un inexplicable sobretodo y un pantalón dorado hasta un carnavalesco antifaz. Este rosario de desaciertos se podría ver también en otras obras y en otros teatros, pero es un ejemplo de que un director con experiencia y probada creatividad puede tener un intento fallido, lo cual no se debe imputar a Microteatro.

Lo que no tengo otra alternativa para decir es que, si de comparar las pretensiones de una puesta en escena con su resultado se trata, este es un buen ejemplo para señalarlos todos y que los demás artistas lo tengan en cuenta. Personalmente, estoy seguro de que este equipo y Microteatro son capaces de emprender otros proyectos a la altura de sus talentos como ya lo han demostrado.

Hervidero de creadores

Me quedan algunas obras por ver, pero lo anterior puede que nos ayude un poco a comprender un poco las ondulaciones del camino de Micro. En todo caso, lo importante es saber que Microteatro ha sobrevivido, entre aciertos y desaciertos, y está viviendo un regreso que nos da la impresión de que esta vez retorna con la fuerza de nuevos espectáculos, además de ser una excelente vitrina en la que se muestran jóvenes actores compartiendo escenario con otros más experimentados.

Para dar una idea, en estos momentos Micro es un hervidero de creadores donde podemos  ver al maestro Miguel Sahid dirigiendo a figuras como Julie De Grandy, Noris Joffre, considerada una de las mejores actrices de nuestro teatro, o Francisco Porras, actor con una larga trayectoria teatral y televisiva. Podemos encontrar también a Yoshvani Medina, transgresor y con una desbordante imaginación; Eugenia Sancho, quien viene aporta además su trayectoria musical, y Rosalba Maldonado, experimentadísima productora que consigue superarse en cada espectáculo. Todos ellos junto a jóvenes como el ya consagrado y personalísimo Yesler de la Cruz, actores como Guille Cabré o Aylin Zamora, protagonistas aquí y en teatros de mayor aforo, y también la muy joven Ana Rodríguez, que pone todo su entusiasmo y su carisma cada noche, en espera del protagónico que pronto llegará.

Seguiré escribiendo sobre Microteatro, no en defensa o en rechazo, sino para reconocer su atractivo y como testimonio de que es un fenómeno importante que tiene, desde ya, un lugar en la vida cultural de Miami.

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