Reflexiones de la Caimana: Del carácter conservador del pueblo cubano

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Toque de tambor durante una celebracion de Santa Bárbara, Changó, en La Habana. Foto: EFE


Por Ramón Alejandro*
El cubano ha sido y sigue siendo un pueblo que ha dado muy abundantes muestras de una curiosa virtud, mucho menos común entre otros pueblos de nuestro continente americano. Esta virtud consiste en poder permanecer fieles -al pié de la letra- a las tradiciones que sus mayores les inculcaron en la infancia, de tan profunda manera, que muchos llegan a creer que sus opiniones son “natas”, y no adquiridas.
Según este curioso punto de vista, si los hubieran criado unos vecinos con diferentes convicciones, ellos hubieran seguido siendo fieles a las de sus padres carnales y no a aquellas que esos vecinos le hubieran tratado de inculcar, porque la cosa sería genéticamente transmisible.
Así ciertos descendientes de congos siguen montando y venerando ngangas,  absolutamente convencidos de sus poderes sobrenaturales. Como hay tataranietos de yorubas que tal cual se celebraban festivales en honor de los Orishas hace siglos en Nigeria, siguen dando magníficos toques de tambor batá en muchos barrios habaneros a los que asisten con gusto también muchos vecinos descendientes de canarios, gallegos y asturianos, y de paso hasta de chinos y libaneses que se desbaratan bailándole a Oggún, Changó, a Yeyé Moró, Echu Minguá o Yemayalodde, y hasta caen en transe montados por alguna de estas divinidades.
El orgullo y la creencia
También existen criollos -y criollas- de origen español que se enorgullecen de postular que la virginidad de María no es un mito, sino una verdad tan cierta como que la estatuica de la Caridad del Cobre entronizada en el santuario del Cobre apareció milagrosamente flotando encima de una tablita un día de tormenta entre las olas de la bahía de Nipe, y que no se trata de una obra de artesanía religiosa española común y corriente. Igual que la de su hermana la Guadalupana, que de verdad creen pintada por ángeles sobre la ropa de un tal Diego y no una torpe ejecución sin gran valor artístico de algún taller local como resalta a simple vista.
¿Lo creerán de verdad, o fingen creerlo?
Es difícil creer en tanta ingenuidad hoy en día. ¿Las ngangas de los mayomberos dan realmente pruebas de su eficacidad? No lo creo. Sin embargo, mucha gente sigue creyendo en ellas. O fingen creer que los muertos trabajan para ellos y se fían de sus supuestos poderes para lograr sus objetivos concretos. No he conocido a ninguno que haya llegado a nada muy interesante por esos caminos, aparte de sacarle dinero a otros que se dejan involucrar en su envolvencia, pero no puedo negar que los haya. Otros cuentan que en Lourdes se curan montones de enfermos. Vaya usted a saber. En nuestra vecina Haití el pueblo se pasa el día invocando a sus Loas, a María Santísima y a toda creencia que se les enseñe, con los desastrosos resultados que podemos constatar.
De la radio local
Digo esto porque un amigo que conoce mi afición a las fantasías culturales que nuestro pueblo atesora, me recomendó sintonizar cada día a las 10 en punto de la mañana Radio Changüí, cuando sale al aire el programa de Fátima de Homestead, quizás tan milagrosamente como aquellos delfines que salvaron a Eliancito para que después terminara volviéndose ñángara el pobre muchacho, y no gracias al ingenio de Edison, Benjamín Franklin y otros inventores geniales del siglo XIX.
Cuando la escuché afirmar que ella había nacido “conservadora”, no pude evitar recordar el t-shirt de esos jovenzuelos tan afeminados que deambulan por South Beach sobre los cuales  está inscrito con orgullo: “I was born like this”. ¿Serán también todos cubanos? ¿Qué hay de común entre ellos y Fátima de Homestead? No hay duda de que la fe es algo muy poderoso. Según ella uno “nace” esto o lo otro. Quizás tenga razón y que aquellos que cambian de idea en cierto momento de sus existencias sean gente de la cual uno no se puede confiar.
Esta popular animadora de espectáculo radial cuida tanto su dicción y se mantiene tan comedida ante cualquier provocación cuando le sale algún revencúo al bejuco que da gusto escucharla. Aunque en su legítima defensa sepa muy bien sacar del ring a todo trapo a cualquiera que le represente un desafío demasiado serio a sus bien preparados argumentos. Su tinglado se le tambalea bastante cuando al teléfono abierto le salen al paso sus admiradores guataqueándola de mala manera. Porque hasta a ella le da algo de vergüenza.
Conservadores de South Beach
Pero cuando la cosa se pone buena es cuando le sale un protestante denunciando el culto a los ídolos de yeso ante los que se suelen arrodillar los fieles católicos en sus iglesias. Porque Fátima de Homestead parece -o finge- ignorar que desde el 1517, cuando Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 Tesis para refutar las abusivas prácticas del papado vendiendo indulgencias y otras tropelías, la mitad de los cristianos de Europa dejaron de ponerle velitas a los simulacros de santos. A pesar que León X subestimó a Lutero tratándolo de alemán borracho, 50 años después todo ese continente estaba a sangre y fuego con las famosas guerras de religión.
Esa evangélica impertinente que se lo recordó, ¿habrá nacido tan protestante como ella conservadora? Aquellos jovenzuelos de South Beach, ¿nacieron tal cual se nos presentan con todo su plumaje, tal cual ella nació con sus convicciones políticas?
A veces se pone a tratar de seriamente definir en que consiste ser conservador -aparte de ser cosa de nacimiento- como ya hemos señalado. Aunque sus fieles radioescuchas insistan en seguir hablando obsesivamente de la homosexualidad que parece ser lo único que les interesa. Entonces trata de meter en la misma gaveta a comunistas, nazis, liberales y hasta miembros del Partido Republicano. Edmundo García junto a Carlos Alberto Montaner, Goëbels con Juana Bacallao, Obama con el Diablo Colorado, La Inmaculada Concepción con el Papa Paco y Osama Bin Laden, Hobbes, Swift y los demás economistas ingleses con Marx, la Estatua de la Libertad con el Mausoleo de Lenin. Pero tanto folclore es demasiado para una sola vez.
Tengo que seguir escuchándola con toda la pasión antropólogica que alimenta este amor que siento por mi pueblo, tal cual ha sido y sigue siendo: con todos sus vicios y sus virtudes, fantasías y desafueros, delirios y miserias. A ver si logro sacar en limpio algo que no solo me permita seguirlo amando, sino que quizás un día pueda justificar razonablemente esta irreprimible admiración que por él siento.
*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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