Verónica, la dueña de las Mercedes

Entre las razones por las cuales Verónica Lynn se encuentra a la cabeza de nuestras actrices está su rotunda entrega a varios personajes memorables en Santa Camila de La Habana Vieja, y Aire frío.

Verónica, la dueña de las Mercedes
Retrato a Verónica Lynn. Foto: Liesther Amador.

Por Norge Espinosa Mendoza

En una racha de cumpleaños que comienza en abril y sigue hasta junio, por lo menos, se acumulan los nacimientos de varias personas a las que quiero, admiro y con las cuales he tenido el privilegio de trabajar.

En esta misma semana se unen, por ejemplo, los aniversarios de Miriam Ramos, Omar Mederos, y hoy, 7 de mayo, el de la actriz más respetada de Cuba, que llega a unos 93 años radiantes, y que parece dispuesta a seguir deslumbrándonos con su talento, su rigor y su lucidez.

No siempre estuvimos tan cerca (una crítica mía le provocó algo de antipatía hacia mi nombre que el tiempo luego ha sabido convertir en un diálogo de afecto y respeto mutuo), pero lo cierto es que ahora mismo contarla entre las personas a las que saludo con más cariño es uno de los privilegios raros de esta época también rara, y poco pródiga, para seguir jugando con las palabras, en cuanto a privilegios precisamente. Una obra mía espera por el momento en el que ella decida protagonizarla, y escribirla me devolvió a las memorias acerca de su vida, y la de otras muchas grandes actrices: ese linaje que la cultura cubana tiene a su favor, y del cual no siempre hemos sido tan cuidadosos ni protectores como se debiera.

Verónica Lynn, nuestra gran dama teatral. Foto: Bohemia.

Entre las razones por las cuales Verónica Lynn se encuentra a la cabeza de nuestras actrices, está por supuesto la de su rotunda entrega a varios personajes memorables. Ella es la dueña de Santa Camila de La Habana Vieja, y de la Luz Marina de Aire frío. Actriz que quiera entrar en la piel de esos dos hitos de nuestra dramaturgia, tiene que pasar por lo que ella nos legó al estrenarlos, en 1962, con apenas meses de diferencia, dando prueba irrebatible de su versatilidad.

Verónica Lynn ha hecho cine, teatro, radio, y televisión. Y en ese medio encontró al personaje que la hizo a la misma vez tan respetada como temida, tan odiada como amada, al encarnar a la villana absoluta de nuestra historia en ese medio: la Doña Teresa Guzmán de Sol de batey, la telenovela cubana con la cual desde aquí respondimos al efecto desatado en nuestra población por el regreso al melodrama histórico y a los patrones de la telenovela, tras el éxito que tuvo en Cuba La esclava Isaura.

Dirigida y adaptada por el veterano Roberto Garriga, Sol de batey tuvo un elenco notable, una producción a la altura de la demanda, y se convirtió en un hito de nuestra memoria televisual. En medio de ella, junto a Susana Pérez, Ramón Veloz, Aurora Pita, Idelfonso Tamayo, Aida Isalbe, Julio Hernández, Gina Cabrera y Raúl Selis, amén de los debutantes Luisa María Jiménez y Armando Tomey, está Verónica Lynn como doña Teresa, un personaje que en la radio (la obra fue originalmente escrita para ese medio por Dora Alonso) había asumido Parmenia Silva.

La escena de la locura de Doña Teresa, cuando los esclavos de Las Mercedes se rebelan, no ha sido superada aún en nuestra televisión. Ni el rol de la mejor villana (“la mala más buena de Cuba”, le dijo a la actriz alguien en una famosa anécdota), ha sido suplantado hasta ahora. Para quien no la haya visto, acá está esa escena. Si Raquel Revuelta tiene la suya en Lucía, y Alicia Alonso la suya en Giselle, a Verónica Lynn no le falta la suya en su brillante trayectoria, y hay que ver con qué contención y eficacia resuelve un momento tan complicado.

Felicitar a una actriz es recordar sus mejores desempeños. Y este, sin duda, es un recuerdo ideal para nombrar a Verónica Lynn, la Maestra, nuestro Tesoro Nacional, en su nuevo cumpleaños.

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