55 Serie Nacional: Tigres de Ciego de Avila se coronan campeones con triunfo de 8×0

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Celebración de los Tigres tras la victoria del domingo.


Por Eric Reynoso
Finalmente se acabó la 55 Serie Nacional de Béisbol y Ciego de Avila emergió como indiscutible campeón, a pesar de que los Vegueros de Pinar del Río dieron batalla hasta el final y trataron de hacer una remontada para la historia.
Pero la suerte estaba echada. Los Tigres avileños se repusieron de los tres golpes seguidos que les propinaron los vueltabajeros, incluyendo el preocupante 7×3 del sexto juego, y salieron el domingo a la grama del “José Ramón Cepero” a arrancar de cuajo todo lo que les oliera a tabaco en sus predios.
El domingo fueron verdaderos tigres desde el primer lance sobre el terreno, cuando Raúl González atrapó una tremenda conexión de Lázaro Ramírez abriendo el partido. El marcador final fue de 8×0.
Dachel Duquesne, el consagrado
El campeonato quedó practicamente decidido con las dos anotaciones avileñas del tercer capítulo, con toletazos de José Adolis García -a mi juicio, la mejor promesa de la pelota cubana hoy por hoy- y Yoelvis Fiss -un veterano hecho a la medida de los playoff. Así explotó el hijo de Luis Giraldo, Erlis Casanova, quien durante todo el torneo fue un verdadero verdugo de los felinos.
De lo demás se encargó Dachel Duquesne, que lanzó como un consagrado, combinando lanzamientos y con la serenidad que cabe tener en un séptimo juego, sea de la Serie Nacional cubana o de la Serie Mundial de Grandes Ligas. Después de una experiencia como esa, nunca un pitcher vuelve igual al montículo, se llame Braudilio Vinent, José Antonio Huelga o Nolan Ryan.
Ciego de Avila siguió sumando para que Duchesne trabajara aún con mayor comodidad. En el quinto episodio la ventaja de cinco, sin respuesta a la vista, parecía -colo lo fue a la postre- definitiva. Duchesne pudo trabajar siete ininnings completos, sin bases por bolas y espaciando los seis indiscutibles que le conectaron.
Yennier Cano entró para liquidar con lanzamientos supersónicos octavo y noveno capítulos, cuando ya a los Vegueros se les había acabado el tabaco y la gasolina.
Y aquí estalló la fiesta en el Cepero y la conga en el Boulevar de la capital avileña.
El fin de una etapa
Los acontecimientos de la concluida 55 Serie Nacional merecen una valoración que vaya más allá del resultado del campeón. Porque tal vez hemos olvidado que con este campeonato termina un modelo y una estructura de competencia en el béisbol cubano que las autoridades deportivas han decidido ya cambiar con vistas a la próxima temporada.
El mérito de los Tigres vale doble, por la combatividad que mostraron tras el receso obligado de la Serie del Caribe, en República Dominicana. Una experiencia que pudo ser aplastante para la tropa de Roger Machado, pues el descalabro fue total, con el añadido desmoralizador de las deserciones de los hermanos Gourriel.
Pero el equipo dejó atrás la pesadumbre, se enrumbó y puso las miras en revalidar el título.
De esta manera, Ciego de Avila comienza a soñar como dinastía, con tres campeonatos ganados en los últimos cinco, dos de ellos de manera consecutiva. En 55 Series Nacionales, eso solo lo habían logrado antes seis conjuntos:  Industriales, Azucareros, Henequeneros, Santiago de Cuba, Villa Clara y Vegueros. En el caso de Industriales, Vegueros y Santiago de Cuba, potencias históricas de la pelota cubana, lo han logrado más de una vez.
Machado entre los grandes
Valga reconocer también la masiva y entusiasta respuesta del público avileño en momentos en que la afición del béisbol parece de capa caída en todo el país. A diferencia, por citar un caso, del juego final de la subserie Matanzas-Vegueros en el “Victoria de Girón”, que estaba medianamente lleno, para decirlo con un eufemismo.
Para Roger Machado, su tercera corona lo pone en el nivel de los grandes mánagers de la pelota cubana de Series Nacionales, junto con Jorge fuentes (cinco campeonatos), Ramón Carneado e Higinio Vélez (cuatro cada uno), y Antonio Pacheco,  Rey Vicente Anglada, Alfonso Urquiola y Pedro Jova (cada uno con tres).
Machado ha demostrado calibre de director y su liderazgo parece rebasar su condición de agitador político, imagen que dejó asomar en algunas ocasiones anteriores. Pero me alegra que su  cobrada relevancia sea con el aval del notable receptor que fue, con su capacidad para nuclear y conducir a sus discípulos, y no con los méritos del “revolucionario confiable”. Como era de esperar en un personaje de su fidelidad política, dedicó el trinfo avileño al VII Congreso del Partido (PCC) y al cumpleaños 90 de su Comandante en Jefe. Por mucho que los dirigentes del Partido y el gobierno provincial de Ciego de Avila lo ensalcen como un comecandela, lo importante será el prestigio que se gane por sus conocimientos y destreza para sacar resultados deportivos en el terreno, no por cuántos peloteros entran al PPI de la Juventud o el Partido.
Hablemos de Víctor Mesa
Hablando de mánagers, la despedida de la 55 Serie Nacional es también el adiós de Víctor Mesa como director de equipos en el torneo élite del país, luego de cinco años coqueteando con un título sin poder alcanzarlo. Con Matanzas, Mesa alcanzó dos subtítulos y tres terceros lugares, lo que no está nada mal para alguien que cogió un cadáver beisbolero y lo hizo competitivo, insuflándole nuevos bríos con un estilo polémico, pero vibrante a no dudarlo.
No soy un defensor de Víctor Mesa. Lo admiré como atleta, pero no me gusta su estilo de dirigir béisbol. No olvido tampoco que la reanimación de la pelota matancera fue también fruto de cuantiosos recursos que el gobierno de esa provincia puso en sus manos y de cambalaches para que peloteros de otras provincias se mudaran para ser parte de la selección yumurina. Pero seríamos injustos descalificando totalmente lo que aportó en estos años como animador del espectáculo beisbolero en Matanzas y en el torneo nacional, muy falto de picante y sangre caliente desde hace largo tiempo.
Acaso la despedida a Víctor Mesa sea, al mismo tiempo, el fin de una era, por mucho que les cueste reconocerlo a sus antagonistas y archienemigos. El problema de la pelota cubana no es Víctor Mesa, sino el desmerengamiento de una ilusión de mejores del mundo que se hizo trizas cuando la realidad entró por sus fueros en la vida de los peloteros de la isla. Y ahí vino el Armagedón de las deserciones y los sueños millonarios de Grandes Ligas, que sacudió a todos.
Habrá ahora que esperar por los planes de la 56 Serie Nacional. Hay cosas ya insalvables dentro de las estructuras del béisbol cubano y solo nos queda confiar en el talento cubano. Ojalá haya béisbol para siempre. Cuba no es igual sin buena pelota.

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