Debacle de Sancti Spíritus en la pelota: La historia que se repite y un recuerdo para los corajudos de 1979

Se repitió la historia para el equipo espirituano en los play-off de la 60 Serie Nacional. Este domingo los Gallos dejaron escapar dos ventajas en un juego clave de postemporada y cayeron frente a Pinar del Río, que pasó a semifinales tras una barrida contundente de tres golpes seguidos.

Ha pasado ya en varias jornadas de play-off para los espirituanos en los últimos años. En esta ocasión de manera más dolorosa, porque ganaron la etapa clasificatoria con 48-27 y parecían favoritos frente a los Vegueros, que a pesar de su notable refuerzo en el pitcheo no se pronosticaban tan arrasadoramente dominantes en el enfrentamiento con Sancti Spíritus.

El tercer partido se decidió en extraining, con marcador de 9×8. Muy merecido triunfo para los vueltabajeros, que demostraron tener la garra combativa que décadas atrás se le atribuía a los equipos villareños, desde la época de los inolvidables Azucareros de Huelga, Macías, Blandino, Muñoz, Jova, Cheíto Rodríguez, Olivera y compañía.

Para aplacar mi frustración de espirituano irremediable, quiero recordar en este momento al elenco de corajudos que en 1979 dieron a los del Yayabo su único título de Serie Nacional, bajo la dirección de Cándido Andrade, caballero ejemplar en el terreno y la vida.

Cándido Andrade (1934-2021), mentor del campeón Sancti Spíritus en 1979.

Estuve muy cercano a ese equipo memorable y fiero, que demostró temple, combatividad y vergüenza deportiva como pocos. Conocí y entrevisté en varias ocasiones a Cándido, un hombre tocado por la modestia, la serenidad y la condición humana, recientemente fallecido en su natal Yaguajay. Fue una temporada mágica para un conjunto que reunió la clase de los Antonio Muñoz, Gourriel, Blandino, Osvaldo Oliva, Chopi Rodríguez, Miguel Rojas, Caña Ramos, y las sorpresas desde el montículo de los hasta entonces desconocidos Tony Simó (guajiro de Guasimal), Francisco Pascual Sansariq, Ulises Infiesta, Alberto Peña…

Son de estos momentos en que una estrella ilumina a un grupo de seres dotados para una actividad creativa, pero solo por una vez. Y el milagro fue posible, con la sabiduría de un staff de dirección que contó con otro genial conductor detrás de Cándido, el amigo Catalino Ramos.

Aún recuerdo el juego decisivo, justamente frente a los Vegueros en el “Capitán San Luis” de Pinar del Río, y el juego agresivo con que esa cuadrilla de corajudos impuso esa noche para cortar las aspiraciones de sus rivales en su propia casa. Era entonces estudiante universitario en a Habana y salí temprano a comprar el periódico con el titular de Sancti Spíritus campeón para restregárselo en la cara a mis antagonistas pinareños e industrialistas.

Era el segundo golpe seguido de los equipos villareños, pues el año antes Las Villas se había impuesto en la Serie Selectiva en un emocionante play-off , con victoria de 3×2 frente al trabuco de Pinar del Río. Ese juego en el Latinoamericano lo vi en las gradas del center field y el jonrón decisivo de Cheíto en el noveno me cayó a pocos metros. El amigo sagüero que me acompañaba esa noche no me dejará mentir.

Son de las cosas que visualizo aún prístinamente aunque han pasado 42 años. Como el trueno que metió por tercera Fernando Hernández, con bases llenas en el noveno, que selló el doble-play y el campeonato para Las Villas. Dios tenía decidido que todas las carreras de ese juego fueran resultado de jonrones y así fue: Sixto Hernández, Héctor Olivera, Lázaro Cabrera y Cheíto.

La historia lamentablemente fue otra este domingo de 2021. Pero me queda el recurso compensatorio de recordar esas hazañas beisboleras villareñas que alguna vez fueron, y que me sirven siempre para evocar a mis ilustres ancestros en la pelota cubana: el gran Octavio Rubert y Segundo “El Guajiro” Rodríguez, espirituanos y triunfadores.