Tony Oliva: La mala memoria de la “pelota libre”

La presencia de una exestrella de Grandes Ligas para hacer el lanzamiento de la primera bola en un partido de la Liga Élite es otro desmoronamiento simbólico en medio de la debacle beisbolera cubana.

Tony Oliva: La mala memoria de la “pelota libre”
Tony Oliva lanza la primera bola en un partido en el estadio Latinoamericano, flanqueado por Pedro Medina y Rodolfo Puente. Foto: Prensa Latina.

El gran Tony Oliva, una de las luminarias cubanas de Grandes Ligas y miembro del Salón de la Fama del Béisbol, acaba de protagonizar un hecho deportivo en el estadio Latinoamericano de La Habana que es a la vez un sueño cumplido por el veterano pelotero y un acto simbólico de los nuevos tiempos en el País de la Siguaraya y la mala memoria.

Oliva, de 85 años, lanzó el pasado miércoles la primera bola en un partido de play-off de la llamada Liga Élite de Cuba, entre Artemisa e Industriales. En noche lluviosa y estadio con bastante poco público para las circunstancias de un torneo “élite”.

El diario Granma, que es un mapa de desfachatez y desmemoria, hizo la apología del momento. El redactor, un verdadero esgrimista verbal, recordó que Oliva estuvo 15 años en Grandes Ligas con los Mellizos de Minnesota, y le entregó tres campeonatos de bateo y cinco campañas como líder en jits, más ocho juegos de estrellas y tres temporadas con más de 200 imparables.

Lo que no nos dice el periodicucho es que esa información factual no puede hallarse si se rastrean los medios estatales cubanos, porque para los años en que Tony Oliva brillaba en el béisbol de Estados Unidos su figura sencillamente “no existía” ni sus números significaban nada para la maquinaria de propaganda del régimen, que había extirpado la práctica de la pelota profesional y sus protagonistas por voluntad y orden de Fidel Castro, el Pelotero en Jefe.

En los corrillos y algunos espacios independientes se ha evaluado la exaltación de Oliva en Cuba como un acto de hipocresía y manipulación gubernamental. De hecho, lo es, pero la presencia de la exestrella profesional de Vuelta Abajo en el montículo del Latinoamericano es algo más que una hipócrita concesión del régimen ante el peso aplastante de la realidad.

Es, en esencia, la derrota de una filosofía deportiva errada. El entierro de las ideas desatinadas y falaces de Fidel Castro sobre la manera en que debía conducirse el béisbol en Cuba, que en 1959 disfrutaba del mejor momento de toda su historia republicana.

Es otro desmoronamiento simbólico en medio de la debacle beisbolera cubana y el reconocimiento fehaciente de que las predicciones castristas sobre el “deporte rentado y la pelota libre” han terminado en pura bazofia. Como las mentiras que corroen el acontecer de la vida cubana hace 65 años.

Recordemos que incluso por largos años los exjugadores de Grandes Ligas que decidieron incorporarse como entrenadores y managers a las Series Nacionales, no podían entrar al terreno de juego a extraer un pitcher como “castigo” por su contaminación profesional.

Oliva es una Gloria de Cuba, quieran o no los que desgobiernan en Cuba o lo que pretendan aún descaracterizar sus hazañas sobre los diamantes beisboleros. Al margen de sus posiciones políticas y credos ideológicos que no vienen a cuenta dilucidar ni exigir, ha sido un ciudadano honorable que ha mantenido discreción y cierta distancia de las posiciones oficiales, solo centrándose en asuntos familiares y de cuestiones de béisbol.

Eso ha sido Tony Oliva. Un guajiro de la finca Santa Elena, en Corralito, Consolación del Sur, que salió de su país en 1962 para cumplir un anhelo de jugar béisbol y lo cumplió a lo grande.

Para las voces del canturreo oficialista y otros personajillos escaladores interesados en sacar partido del lanzamiento de Oliva en el Latinoamericano sería bueno refrescarles algunos asuntos importantes de esta historia. Tal vez no la sepan ni se la imaginen, porque no han tenido nadie que se las refresque.

Las hazañas beisboleras de Tony Oliva en Grandes Ligas -hasta su retiro en 1976- no solo fueron silenciadas por el INDER y los medios oficiales, sino también se evitó toda referencia a sus visitas familiares y contactos informales con peloteros cubanos desde finales de los años 70s.

Cuando Tony Oliva abandonó su tierra, su hermano Juan Carlos Oliva tenía solo seis años. No lo volvería a ver hasta 1972, cuando Tony viajó a Caracas, Venezuela, para encontrarse con Juan Carlos, quien integró el equipo juvenil cubano que asistió a un campeonato internacional.

Después Tony viajó en varias ocasiones a Cuba para visitar a su familia. Para finales de los 70s, Juan Carlos era ya miembro de la preselección nacional amateur y Tony tuvo oportunidad de visitar el Latinoamericano, donde entrenaban los peloteros congregados. Allí se produjo una estampa para la historia, con Tony enfrentando al estelar Braudilio Vinent. La anécdota trascendió como rumor convertido en mito entre los amantes del béisbol en Cuba, pero no fue hasta años recientes que apareció confirmada por el célebre bateador.

No hay que repetir que para el régimen cubano la pelota fue un campo de estrategias políticas, bajo la mirada decisoria de Fidel Castro, quien además tenía como costumbre aparecerse para batear o tirar algunos innings en los entrenamientos de los conjuntos nacionales, según está registrado con elogios en las primeras ediciones anuales de la Guía de Béisbol.

Castro sugería -y decidía- cambios y usos de lanzadores en juegos cruciales del equipo Cuba. Y las dedicatorias de triunfos y batazos decisivos debían rendirla los peloteros al Comandante en Jefe, el Partido Comunista y la Revolución. El colega Alberto Águila ha contado una anécdota exquisita sobre cómo la emisora Radio Sancti Spíritus forzó a Antonio Muñoz a “rectificar” la dedicatoria de su histórico jonrón en el Campeonato Mundial de Tokio, en septiembre de 1980, durante una entrevista telefónica. Muñoz había dedicado inicialmente la victoria a sus jimaguas recién nacidas, pero se le pidió que “modificara” la declaración en favor del Comandante en Jefe y la Asamblea Provincial del Partido en Sancti Spíritus que sesionaba en el territorio. Y así salió al aire.

La pelota era y es terreno de la política en Cuba. Su manejo instrumental desde las esferas del poder solo se ha ajustado a la necesidad de acomodar el discurso ante la globalización del profesionalismo en el deporte y paliar la catástrofe que vive en béisbol nacional con la fuga de sus más prometedores talentos.

El panorama de la pelota cubana entristece y no puede ser más desolador. No es ya ni la sombra en calidad y entrega de lo que representó para los cubanos de sus años gloriosos, cuando los jugadores dejaban “el alma en el terreno” durante los enconados campeonatos nacionales.

Pero el gobierno cubano no ha renunciado a sus desmanes. Ahí está para confirmarlo la perreta de la Federación Cubana de Béisbol y la componenda del gobierno de Colombia para deslegitimar la participación de un equipo con figuras cubanas de Grandes Ligas en la Serie Intercontinental de Béisbol en Barranquilla, a partir del 26 de enero.

Este 14 de enero se estarán cumpliendo 62 años de que comenzó la era de las Series Nacionales cubanas, “ajenas al béisbol rentado”. Que en ese mismo escenario donde se instauró el “béisbol libre” sea Tony Oliva quien tome la lomita para lanzar la primera bola en un partido de la Liga Élite, no puede ser de ninguna manera una victoria del régimen cubano.

Es realmente la imagen de un estruendoso descalabro. La derrota de la obsesión totalitaria por usar el béisbol como plataforma de dominación y control sobre los peloteros, sus seguidores y la tradición nacional.

Al final, el cuento se acabó y el pasado ha vuelto para dejar una lección escrita sobre el terreno cubano.

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