Mi tío Ernesto: Ni santo ni matarife

CheGuevara-displayPor Martín Guevara*
Hoy tuve un debate doméstico con un conocido del espacio virtual, que me preguntó acerca de la condición de “matarife” de Ernesto “Che” Guevara de La Serna. Abordé el tema más o menos diciendo que en términos generales había que admitir que fue un ser excepcional, pero un ser humano, no una estatua ecuestre.
Ni santo ni matarife.
Al mitificar a alguien, contra el primero que se atenta es contra el mitificado. Se echa por tierra todo el esfuerzo y el sacrificio que le costó, contar con cada una de las pretendidas virtudes o elaborar sus defectos.
Ernesto fue muchas cosas antes de ser un hombre que tomó el camino “expeditivo”, que le sugirió la ambición e insensibilidad de aquellos años de los poderosos del mundo en contra de redistribuir un poco más equitativa, solidaria, pero no democráticamente, las riquezas del planeta.
Un hombre solitario
Van a cumplirse 60 años del encuentro de Ernesto con Raúl y Fidel Castro y otros de los miembros del movimiento 26 de Julio en México, en junio de 1955. El momento que marca su inmersión en la historia cubana contemporánea y el comienzo de su mito revolucionario.
Fue un soñador utópico, un romántico, un solitario, viajero incansable, un intelectual, conocedor de la poesía francesa , española, latinoamericana hasta niveles muy eruditos, un escritor refinado, un médico que aún cuando nunca ejerció como profesional, curó a más gente ad honoren en las selvas, en los leprosarios, en la Sierra Maestra, que la mayoría de médicos profesionales a lo largo de toda su vida.
Un persona que destaca de otros políticos por su característica más sobresaliente a mi modo de ver: la coherencia.
En líneas generales no estoy de acuerdo con ninguna de sus ideas, no soy comunista, aborrezco que una organización pensada para gobernar se inmiscuya en mis asuntos, la libertad del Estado, así como la de todo ser, termina donde empiezan mis derechos, rechazo todo modo de injerencia de los intereses de masa sobre los del individuo, y toda represión y adoctrinamiento propio de las sociedades totalitarias comunistas, y me opongo de plano a toda forma de violencia, la de mi tío y por supuesto también la de sus enemigos (convengamos que desde el año 1967 hasta hoy ha habido un número de muertos por violencia política, guerras, bombardeos, batallas, alzamientos, torturas, etc, mayor que los que mató el Che en combates y en paredones de fusilamientos).
Poner la piel en lo que se piensa
No estoy de acuerdo con ninguna de esas ideas, sin embargo echo de menos mucho en nuestros tiempos a un político, que haga lo que dice, que piense lo que haga, y que diga lo que hace. Coherente.
Abogaba por el trabajo voluntario, y era el primero en ir cada domingo, Fidel no soportaba eso, porque lo obligaba a quedar mal, Fidel iba a un trabajo voluntario para la foto, no se quedaba cuatro horas del domingo sudando a destajo, excepto alguna vez, después de la muerte del Che, en el fracaso rotundo de la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar en 1970, pero claro allí iba cuando vio peligrar su apuesta y temía quedar en entredicho por su implicación directa en aquel capricho catastrófico de la Historia contemporánea de Cuba.
Los demás ministros le tenían animadversión por eso, por burlón, sobador, y porque era muy recto, poco amigo de los acomodados.
Pero puso la piel en lo que pensaba, luego murió junto a sus soldados, viajaba casi sin guardaespaldas, se metía en los trenes como cuando fue a visitar Hiroshima en la madrugada, o Montevideo en Uruguay, cuando presumo que extrañaría un poco el aire del Río de la Plata, un bife de chorizo, un mate y una charla en un banco de una plaza en tono rioplatense, a menudo conducía sus automóviles siendo ministro.
Entre el Che y Fidel Castro
Fidel viajaba con 500 guardaespaldas, se hizo llevar una eminencia de España en medicina hepática, del hospital Gregorio Marañón, para no morir, y de un plumazo se cargó toda su propaganda a la medicina cubana, siempre ha hecho lo que sea para estar en la cima, y por supuesto: ¡para no morir jamás!
Ernesto heredó una característica de su madre Celia, cuando  empezaba una tarea, la terminaba, con el toque romántico y transgresor de su padre Ernesto. Decía la verdad aunque le costase, es el único político que en Naciones Unidas, ha dicho algo del calibre de:
Nosotros hemos fusilado, estamos fusilando y seguiremos fusilando -a todas luces un espanto de declaración, sin dudas; pero también es cierto que extraño todos esos discursos necesarios, que no se han pronunciado del resto de gobernantes, incluido
Fidel, afirmando con igual rotundidad: “Nosotros encarcelamos, prohibimos, matamos, torturamos, bombardeamos, liquidamos, desarrollamos armas de destrucción masiva, generamos hambruna, miseria, dolor espanto y lo seguiremos haciendo”.
Se han echado de menos sólo los discursos, ya que los hechos nos han sobrepasado.
No era en absoluto proselitista, no engatusaba a la masa.
Esa es la mayor diferencia política con Fidel, quien a lo largo de su vida ha sido capaz de convencer a una oveja que vaya a dormir plácidamente a una cueva de lobos.
Mentiras a diestra y siniestra
Fidel congregaba, mentía a diestra y siniestra, engañaba masas, dirigentes, presidentes, empresarios, lo que conviniese a sus intereses particulares.
¡No somos comunistas ni jamás lo seremos! -solía afirmar a comienzos de su revolución.
Aunque pensándolo bien, esa sea acaso, a la postre, una de las pocas verdades que haya dicho. No fue nunca ni la chancleta de un verdadero comunista.
El Che, en cambio, les decía a sus soldados: “Lo más probable es que la mayoría no salgamos vivos de aquí, el que quiera abandonar que abandone ahora, esto es para hombres” y sus guerrillas empezaban con 100 hombres y terminaban con 10.
Fidel en cambio, empezaba con 100 y terminaba con un millón. Eso sí, a todo el millón los dejaba embarcados en el Titanic, nunca en el Arca de Noé.
Duro y despiadado
El Che murió con sus soldados. Sí, fue ciertamente duro y sus enemigos cuentan que hasta despiadado, pero también era un hombre de valores humanitarios por las personas que no tienen ninguna esperanza en aquel de entonces, y en este mundo.
Así como los dirigentes que una vez muerto lo encumbraron, y que cuando estaba vivo lo detestaban en silencio; la gente humilde y trabajadora de Cuba, lo quería de verdad, no era ese temor al omnipresente dios devorador que le tenían a Fidel, vi auténtico cariño en rostros de gente muy humilde que lo conocieron cuando me hablaban de él.
Los mismo les digo a los que sólo ven la cara de impoluto revolucionario plagado de virtudes, imagen que interesadamente forjó de él Fidel en Cuba, luego de abandonarlo cuando lo precisaba, que sí, que también estuvo a cargo de los fusilamientos en La Cabaña, un no demasiado feliz episodio histórico de la “Involución” cubana.
Toda moneda tiene dos caras. Todos somos una mezcla de valores, Ernesto llevó al extremo los buenos y los prescindibles.
*Vivió como refugiado en Cuba por 12 años y permaneció en La Habana hasta 1988. Actualmente reside en España. Su libro testimonial A la sombra de un mito (2014), que recoge la experiencia cubana y los influjos de la imagen de su célebre tío guerrillero, Ernesto Che Guevara, se presentó en Miami y otras ciudades de Estados Unidos.
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