Niza, otra vez el horror

Niza, otra vez el horror

13709569_10209428922298149_1884568917_oPor Armando Valdés Zamora
PARÍS – Los franceses consultan el estado del tiempo todas las mañanas antes de salir de casa. Es una costumbre nacional y sobre todo parisina, que asombra a extranjeros de paso. Otro gesto insólito se ha agregado a éste desde el atentado y asesinato de los periodistas del semanario satírico Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015: preguntarse el nivel del peligro ante la eventualidad de otro atentado terrorista como el que sufrieron los cafés parisinos y el teatro Bataclán la fatídica noche del viernes 13 de noviembre de ese mismo año.
Es como si la espera del horror formara parte de la agenda, y la única estrategia de sobrevida consistiera en no estar presentes ni en el lugar ni el momento fatal de la masacre. Un instintivo y silencioso sálvese quien pueda lanzado al azar como la bala en el revólver de la ruleta rusa. El horror entonces se vuelve banal, porque se integra con fría normalidad a la vida cotidiana.
La alerta es permanente en París pero las sorpresas no cesan. Asesinato de policías en sus domicilios, degollamiento del patrón de una empresa y ahora Niza. Por primera vez un atentado de grandes proporciones (los terroristas saben que es la cantidad de muertes lo que da celebridad  a la barbarie), se produce en provincia.
Pronósticos del miedo
Lo pronosticado por expertos del islamismo radical se produjo. Ya es noticia que un camión, conducido por un tunecino residente en Francia, utilizado como arma, atropelló a decenas de personas provocando la muerte hasta el momento de 84 de ellas en la célebre Promenade des anglais (Paseo de los ingleses), especie de malecón nizardo.
Cada atentado en Francia lleva implícito una singular paradoja: cumple los pronósticos del miedo y demuestra el fracaso de las políticas represivas o defensivas del estado.
Es quizás esa suma de fracasos, esta convicción invivible que el terror aparecerá otra vez bajo otra forma, lugar y hora, lo que ha provocado una reacción ahora diferente. Desde los primeros minutos después del acto bárbaro de aplastar transeúntes que van admirar playa fuegos de artificios en honor a la Fiesta Nacional del 14 de julio, las críticas abiertas al gobierno de François Hollande no han cesado. El primero en hacerlo ha sido Christian Estrosi, un hijo de inmigrante italiano, ministro del gobierno de Nicolas Sarkozy, líder de la centro derecha que durante la última década ha sido alcalde y actualmente es el Presidente de la región.
Las apariencias no engañan
En una temprana reflexión sobre el atentado de Niza, publicada en El País, el periodista Rubén Amón se pregunta ¿Por qué Niza? Aunque incompleto en muchos de sus argumentos, en dicho artículo se mencionan algunos hechos y datos sobre esta ciudad balneario de la Côte d’Azur que podrían explicar el haber sido el nuevo blanco del islamismo radical.
No lejos del glamour soleado, de sus palazzos,  y de las fachadas estilo Belle époque, neo clásicos, o Art déco y de sus iglesias barrocas, se disimulan otras realidades en esta ciudad próspera gracias al turismo. Muy próxima a la frontera italiana y anexada por Francia en 1860, la ciudad fue refugio de muchos de los franceses expatriados después de la pérdida de Argelia en 1962.
De hecho, según un libro sobre la historia de Niza editado por Alain Ruggiero en 2006, son numerosos los jubilados en la demografía de la ciudad. Próxima geográficamente del Magreb del cual sólo el Mediterráneo la separa, en los barrios más alejados del centro de Niza, viven numerosos inmigrantes de Túnez, Marruecos y Argelia de religión musulmana. A esto se añade que el desempleo aquí (15%) es superior a la media nacional.
Quizás las tensiones crecientes de esta convivencia en los últimos años expliquen que la región de la Côte d’Azur sea la segunda región de Francia (después de la periferia de París) con más islamistas enviados a combatir a Siria. Como se sabe, es en esta parte del país donde más simpatizantes tiene el Front National, el partido de extrema derecha que puso en jaque a los partidos tradicionales en la últimas elecciones regionales con su candidata Marion Maréchal Le Pen, única diputa de ese partido en la Asamblea Nacional francesa.
En todo caso a ningún conocedor de la situación del islamismo en Francia parece sorprenderle esta atentado en la segunda ciudad más turística del país, teniendo en cuenta lo mencionado antes.
Soluciones imposibles a corto plazo
El dolor y la cólera de la sociedad civil es unánime ante los atentados. A estos dos puntos en común de las reacciones se une un tercero: hay que hacer algo. Pero aquí las divergencias de opiniones llegan incluso a la confrontación. El reiterado llamado a la unidad nacional del gobierno socialista que tanto efecto había provocado después del atentado de Charlie Hebdo, ahora es interpretado como una manera de ocultar deficiencias y errores..
En un editorial del diario conservador Le Figaro el columnista Alexis Brexet exige, unas horas después del atentado “una riposta sin piedad”, digna de una verdadera guerra en todos los frentes. Sin embargo, en otro editorial del periódico socialista Libération, el politólogo Jean François Bayart piensa exactamente lo contrario. A su juicio la sucesión de atentados muestra que tanto la política de seguridad, como la guerra contra el estado islámico, son un fracaso total.
Algo sin embargo tienen en común estos comentaristas, la exigencia al estado de responsabilidad La responsabilidad política de lo que viene sucediendo en Francia en los últimos meses es evidente y tanto la izquierda tradicional como la derecha democrática han fracasado en sus políticas. Los poderes públicos parecen impotentes ante una política de integración que por tradición en Francia está regida por el principio de la laicidad, a la separación entre la religión y estos poderes públicos.
Incompetencia gubernamental
Quizás por primera vez la sociedad francesa se pregunta hasta qué punto esa diferencia con un modelo anglosajón, por ejemplo, ha contribuido a la conversión progresiva de ciertos musulmanes hacia un islam radical. El profesor Jean Baubérot en su libro La laïcité falsifiée (La Laicidad falsificada) aborda ese tema extremadamente espinoso en Francia, pero con la intención de erradicar una supuesta hegemonía del cristianismo, lo que no le impide considerar a la laicidad “un ateísmo de estado”. En todo caso, cuestionar en lo más mínimo la laicidad en Francia, es atravesar una cuerda floja con el riesgo evidente de ser considerado un partidario de la presencia en el espacio público de las creencias religiosas.
En el plano político el vencedor indudable de masacres como la de Niza es el Front National fundado por Jean Marie Le Pen y encabezado ahora por su hija Marine. A todas luces resulta desconcertante que en una democracia como la francesa, un partido de extrema derecha sea la primera fuerza política del país con cerca del 30% de los votos potenciales de sus ciudadanos. Pero se sabe que esta variante francesa del populismo (como todos los populismos) se expande ante el fracaso y la incompetencia del actual gobierno socialista de François Hollande.
Si se le da a esta tragedia una connotación religiosa, es imprescindible en un análisis preguntarse cuál es la situación real de los 5 millones de musulmanes residentes en Francia. Por ejemplo, ¿cómo es posible que las generaciones anteriores a la que actualmente llega a la edad adulta y ha nacido en el país que acogió a sus padres, no tuvieron este comportamiento abiertamente beligerante? El propio contenido de esta interrogante demuestra dos cosas: que sí ha existido en Francia un islam compatible con la democracia, y que algo impide la convivencia democrática con muchos jóvenes musulmanes nacidos en Francia.
De todas formas, y aun pareciendo insólito, poco a poco en Francia se ha ido aceptando con resignación fatalista la posibilidad inminente de nuevos atentados.

CATEGORÍAS

COMENTARIOS