Documento: Carta de Alan Gross al presidente Obama

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Alan Gross en el hospital militar Carlos J. Finlay de La Habana, en una foto reciente distribuida por su familia.


Texto de la carta enviada por el contratista Alan Gross, condenado en Cuba a 15 años de cárcel, al presidente Barack Obama, Leída por su esposa, Judy Gross, en una manifestación ante la Casa Blanca el 3 de diciembre del 20133 de diciembre de 2013.
3 de diciembre del 2013
Honorable Barack Obama
Casa Blanca
Washington, DC 20500
Estimado Sr. Presidente,
Mi nombre es Alan Gross. Soy un ciudadano estadounidense de 64 años. El 3 de diciembre marca el cuarto aniversario de mi encarcelamiento en Cuba.
Vine a Cuba en nombre de Estados Unidos, como un subcontratista de un proyecto oficial de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), destinado a aumentar el acceso a Internet en comunidades pequeñas en toda Cuba. Cumplí mi papel en el proyecto de acuerdo con mi contrato. Sin embargo, el 3 de diciembre de 2009, las autoridades cubanas me detuvieron por esas actividades. Un tribunal cubano concluyó que la misión para la que fui enviado a Cuba constituyó un intento por socavar al Gobierno cubano mediante la distribución de sistemas de comunicaciones que no están bajo el control de las autoridades. Fui condenado por “actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado”. Mi sentencia es de 15 años.
Durante cuatro años, he estado confinado 23 horas al día en una celda pequeña con dos compañeros de prisión. Paso mi hora diaria fuera de la celda en un pequeño patio cerrado. No duermo mucho, entre mi artritis y las luces en mi celda, que se mantienen encendidas las 24 horas del día. Con la excepción de algunas llamadas y visitas, estoy completamente aislado del mundo exterior.
He perdido casi todo en los últimos cuatro años, más que todo el tiempo con mi familia -mi esposa, Judy, y mis hijas, Shira y Nina. He tenido que pedir a mis hijas que no me visiten, porque no puedo soportar que me vean así como estoy, convertido en una sombra de lo que fui, rodeado de hombres con ametralladoras. Si no sobrevivo la cárcel, no quiero que este sea el último recuerdo que tengan de mí. La peor parte de esta experiencia ha sido estar ausente en tantos días de festividades y ocasiones familiares significativas. El verano pasado, Shira caminó por la pasarela de su boda sin tenerme del brazo, a su lado. Nina ha puesto parte de su vida en suspenso a la espera de mi regreso. Como padre que usted es, puede imaginar lo doloroso que es esto.
Mi familia ha sufrido enormemente estos últimos cuatro años. Shira luchó contra el cáncer de mama con solo 26 años, y mi madre ha sido diagnosticada con cáncer terminal de pulmón. Mi negocio y mi carrera han sido destruidos, por lo que yo no he podido mantener a mi familia, y mi esposa se vio obligada a vender nuestra casa familiar. Durante todas estas tragedias, he estado ausente. No puedo hacer nada para ayudar.
Al reflexionar sobre estos últimos cuatro años, me hallo haciéndome la misma pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué sigo aquí todavía? Con el mayor respeto, señor Presidente, me temo que mi gobierno -el gobierno al que estaba sirviendo cuando comenzó esta pesadilla- me ha abandonado. Los funcionarios de su administración han expresado su preocupación y han pedido mi liberación incondicional, y yo aprecio mucho eso. Pero eso no ha logrado traerme a casa.
Está claro para mí, señor Presidente, que sólo su involucramiento personal puede asegurar mi liberación. Sé que su administración y las administraciones anteriores han tomado medidas extraordinarias para obtener la liberación de otros ciudadanos estadounidenses detenidos en el extranjero, incluso ciudadanos que no fueron detenidos por su trabajo en nombre de su país. Le pido que también tome medidas para asegurar mi liberación, por mi bien y por el bien de mi familia. Pero eso no es todo. Hay un sinnúmero de estadounidenses en todo el mundo, algunos sirviendo en uniforme, otros cumpliendo funciones diplomáticas y civiles, incluso otros ciudadanos que estudian o viajan al extranjero, y no deben albergar ninguna duda de que si son hechos prisioneros en una tierra extranjera, nuestro gobierno moverá cielo y tierra para conseguir su libertad.
He trabajado en desarrollo comunitario por casi 30 años. He llevado a cabo misiones en nombre de mi país con orgullo, incluso encarando riesgos para mi propia seguridad. Lo hice porque creía en mi país, en mi gobierno. Todavía quiero creer que mi gobierno valora mi vida y mi servicio, y que algo significa un pasaporte estadounidense. Me niego a aceptar que mi país me deje atrás. Señor Presidente, por favor, tome todas las medidas que sean necesarias para traerme a casa.
Atentamente,
Alan P. Gross
Facsímil de la carta:
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