Pido la palabra

Facsímil del artículo publicado en El Caimán Barbudo en noviembre de 1987.

Facsímil del artículo publicado en El Caimán Barbudo en noviembre de 1987.

Por Ana Laura Bode*

Cada vez que nos reunimos para conversar después de terminar las clases en la Facultad de Periodismo, mis compañeros y yo llegamos por un camino u otro a la misma conclusión: en el periodismo cubano se impone un cambio. Cambio que nos parece inminente a raíz del congreso de la UPEC.

Considerar que en la repetición mecánica de cualquier modelo, sea cubano o no, encontraremos las soluciones para nuestros problemas es un evidente desatino. Para Martí “son culpables las almas empleadas en la repetición cómoda de las verdades descubiertas”.

Se debe respeto a la verdad en cualquier latitud, como se debe aversión al acomodamiento. Lo que varía de nación en nación (incluso de hombre en hombre) es la verdad a decir, las causas a desentrañar, las vías para resolver.

Sólo hay dos posibilidades: estar en o fuera del combate, el margen de qué nombre demos al estandarte de lucha. La previa reflexión nos permite combatir lo para nosotros combatible; esto es, más o menos, lo mismo en todas partes.

No habrá respuestas

No habrá respuestas mientras las opiniones que se publiquen y/o divulguen en los medios de difusión masiva sean aquellas que se ajustan literalmente a las opiniones del director del órgano de prensa. La polémica no podrá suscitarse en el análisis de problemas econónicos y sociales, pues para la discusión es premisa indispensable la expresión y confrontación de disímiles opiniones e interpretaciones sobre un mismo tema.

Me resisto a creer que todos nuestros columnistas profesionales tengan la misma opinión y analicen los fenómenos, casi exactamente desde los mismos ángulos. Y tengo razones para no creerlo.

En varios debates en los que he participado junto a otros estudiantes de la Facultad de Periodismo y periodistas, me ha llamado la atención las diversas maneras con que mis colegas interpretan la realidad cubana y cómo, al expresarse, me demuestran que no hay, ni mucho menos, una única y absoluta vertiente de pensamiento.

Ahora, para que todas esas opiniones cobren forma y dejen de ser solo materia de tertulia, es necesario el espacio para hacerlo.

La alusión a la existencia real de estos espacios en la prensa cubana, hecha por varios directores de órganos de prensa y por el compañero presidente de la UPEC en estos debates, no puede menos que alegrarme. (La publicación de este trabajo en las páginas de El Caimán… no significa que sea ésta la revista ideal, sino que es aquí donde fue aceptado).

Entonces, ¿sólo hace falta decisión para dejar de escribir sobre temas abstractos y generales, en términos no menos abstractos y generales, en tono impersonal y por lo tanto sin riesgos?

Si se trata que cada uno de nosotros abandone una postura que pertenece a un pasado no muy remoto, si lo que se necesita es valor para poner los dedos en las llagas, teniendo como principios los de la Revolución, la sinceridad y la honestidad… Bien. ¡Adelante!

Espero que dentro de muy poco se acaben las largas parrafadas insulsas y nos empecemos a mirar con ojos verdaderamente críticos, es decir, con nuestros ojos.

* Publicado en El Caimán Barbudo (La Habana), Año XXI, Ed. No. 240, Noviembre de 1987, p.7

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